martes, 30 de junio de 2020

Reseñas 8,

Reseña

Genealogía de la anormalidad según Michel Foucault del Libro de Los Anormales.
Clase del 22 de enero y del 5 de febrero del 1975.

Luz Ángela Vásquez[1]


Foucault hace un análisis del dominio de la anomalía a partir de tres figuras (monstruo humano, el individuo a corregir y el masturbador), las cuales se empezaron a constituir en el siglo XVIII, en el siguiente siglo se planteara el problema de la anomalía.
En primer lugar, se hace referencia aquella persona que “en su existencia misma y su forma, no sólo es violación de las leyes de la sociedad, sino también de las leyes de la naturaleza”[2], se le designa a este individuo como un fenómeno y algo raro, ya que son evidentes las diferencias e irregularidades poniéndole en desventaja ante los demás; es decir que en su forma física expresa ciertas deformidades anormales que vienen con el nacimiento, por eso va en contra de la naturaleza e infringe las leyes que toda persona debe respetar y cumplir en una sociedad. Y durante todo el siglo XIX el objetivo de Foucault fue encontrar lo que había detrás de las anomalías, las desviaciones y las irregularidades del monstruo.

Es así como el principio inteligible tautológico del individuo acontece y se reafirma con la misma explicación de sí mismo, de lo que es: como un monstruo humano. Éste con el pasar del tiempo entre finales del siglo XIX y comienzos del XX se comienza a relacionar con el campo judicial y el médico.

La segunda figura que hace parte de esta genealogía, corresponde al individuo a corregir, su campo de acción se desarrolla dentro de la familia y su relación con las instituciones tales como los talleres, la escuela, de la sociedad, la iglesia, la policía entre otras; siendo un “individuo corriente”[3], se presenta como regular en su irregularidad, siempre está muy próximo a las reglas y es muy difícil dar evidencias de sus actos, por su cercanía a los espacios en lo que se desenvuelve y circunda, por lo tanto es incorregible.

Ahora bien, la tercera figura es el niño masturbador, su campo de aparición está dentro de la familia y en los espacios tan estrechos propios de ella como “el dormitorio, la cama, el cuerpo; son los padres, los supervisores directos, los hermanos y hermanas; es el médico; cada una especie de microcétula alrededor del individuo y su cuerpo”[4]. Es excepcional y no tan frecuente como la figura anterior, se caracteriza por presentarse “en el pensamiento, el saber y las técnicas pedagógicas del siglo XVIII”[5]. Se afirma sin embargo como la masturbación era algo universal, que no se conocía, era un secreto, pero que de una u otra forma todo el mundo conocía y practicaba, tal práctica llegó a ser considerada origen de todas las enfermedades posibles, deformidades en el cuerpo y monstruosidades del comportamiento. Lo anterior se muestra antecediendo al anormal del siglo XIX, inmerso en prácticas correctivas que hicieran posible su aproendizaje.

Con el tiempo, en este mismo siglo emergieron tecnologías para los individuos anormales,  cuyo objetivo era el de aplicar un sistema de poder y de saber para cada una de forma separada, para el monstruo los poderes del poder judicial, para el incorregible fue necesario que las funciones de la familia y de las técnicas disciplinarias se transformaran y, con referencia al masturbador los poderes entraron a controlar y vigilabar las prácticas sexuales. 

El monstruo siguió con más fuerza durante todo el siglo XIX pero con aspectos relacionados con crímenes con las más horribles características, tal figura logra que el sistema judicial y el médico se interroguen para definir y hallar el culpable de algún crimen. Pero finalmente es el masturbador que encierra a las otras dos figuras para ser el problema fundamental de la anomalía. El monstruo aun con sus deformidades en el cuerpo, va en contra de la naturaleza pero sigue teniendo derechos, lo contrario sucede con la monstruosidad irregularidad natural que se caracteriza por poner en cuestión el derecho, es el caso de las hermafroditas que con sus deformidades y los discursos médicos y judiciales entran a proceder para hacer exámenes y pericias, y determinar si han ido en contra de las leyes o no, para imponer castigos, en este caso la monstruosidad se refiere a los comportamientos de tipo moral que infringen la ley. De ahí en adelante se empieza a transforma esa monstruosidad en la figura del monstruo criminal.

Pues bien, este clase de monstruo ahora se presenta en otras dos formas: el del antropófago quien comete actos anormales, como el alimentarse de cadáveres humanos y, el incestuoso (los padres mantienen relaciones con sus hijos) lo que mantuvo ocupado varios años al campo de la psiquiatría penal. Pero son los hijos de estos grandes monstruos designados por Foucault como los pequeños anormales o los pulgarcitos. Los niños anormales con sus conductas no apropiadas dieron origen a la “aparición de técnicas o tecnologías como la psicotécnica, el psicoanálisis o la neuropatología”[6] las cuales implementaron la interrogación, el análisis de las maldades de estos con el fin de atenuar tales conductas. 

Es  importante destacar que antes que la psiquiatría pertenecería a la parte médica ésta hacia parte de la higiene pública, porque sus funciones eran las de proteger a la población de las consecuencias que traían las enfermedades a tal punto que enmarcó a la locura como una enfermedad. Es entonces que la psiquiatría empieza a desplegar todo su saber y poder  para hacer todo un análisis de la locura, sobre su naturaleza y su esencia. Se enfoca en desplegar su mirada a los crímenes inteligibles es decir donde no hay ninguna razón. El saber penal trabajó al lado de la psiquiatría  a la hora de jerecer el poder punitivo le daba la razón o su justificación suficiente para condenar o no al criminal como delincuente o loco. 

La psiquiatría también tuvo puntos a considerar en sus análisis sobre la locura criminal aspectos como los instintos, el acto de delirio y los estado de sueño en los que se apoyaba para justificar tales actos, sin embargo fue transformándose su saber y poco a poco se ocupando de los trastornos y problemas de conducta como irregularidades que se constituyeron en todas las anormalidades. Sin embargo el tema de los instinto no quedó atrás y junto con otros aspectos como el delirio, la demencia, las pulsiones, las obsesiones y la histeria se fue complementando su campo de aplicación. Hacia finales del siglo XIX la psiquiatría estará caracterizada por la eugenesia relacionada con la herencia, la purificación de la raza y la corrección de la misma y, de otro lado el psicoanálisis más familiarizado con la normalización de los instintos.

En conclusión, el amplio campo de la psiquiatría al decir de Foucault, pasó de tratar únicamente a la locura como enfermedad, para pasar a tratar a la mayoría de las conductas consideradas como anormales en los sujetos y, desde su saber, implementar acciones para normalizar y homogenizar a la población.

Bibliografía
Foucault, M. (2000). Los anormales. Buenos Aires, Fondo de Cultura, 2011
Universidad Sergio Arboleda. (2016). La reseña. Universidad Sergio Arboleda. https://www.usergioarboleda.edu.co/wp-content/uploads/2016/01/resenas.pdf?5a274


[1] Candidata a Magister. Maestría en Educación. Reseña adelantada durante el Seminario intensivo Educación e Inclusión con los profesores de la Universidad de Reims y Nantes y la UPN 2019.
[2] Foucault, M. (2000).Los anormales. Buenos Aires, Fondo de Cultura, 2011, p.61
[3] Foucault, M. (2000).Los anormales. Buenos Aires, Fondo de Cultura, 2011, p.63
[4] Foucault, M. (2000).Los anormales. Buenos Aires, Fondo de Cultura, 2011, p.64
[5] Foucault, M. (2000).Los anormales. Buenos Aires, Fondo de Cultura, 2011, p. 64
[6] Foucault, M. (2000).Los anormales. Buenos Aires, Fondo de Cultura, 2011, p.108

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