Ensayo o artículo de reflexión
La educación del cuerpo y su lugar en la escuela pública en Colombia y Argentina a finales del siglo XIX.
Claudia
Carolina Cabrera Duque[1]
El cuerpo y su concepción en la educación pasó por periodos de reconocimiento y construcción, cada época determinaba la configuración de lo corporal según las necesidades sociales, culturales y políticas de determinados territorios; Colombia y Argentina son una muestra de ello. A finales del siglo XIX, la escuela pública[2] se constituye como el espacio donde se configurarían prácticas reguladoras para los niños con diferente posición social, con miras a la regeneración de la raza y la edificación de ciudadanos civilizados que aporten al futuro laboral de la nación. Es entonces cuando la escolarización para todos se convierte en un dispositivo para el cumplimiento de tales objetivos.
Este ensayo pretender hacer la
distinción de la escuela pública y su lugar en la concepción de la educación
del cuerpo, en Argentina y Colombia, con base a los textos “La función
republicana de la escuela pública. La formación del ciudadano en Argentina a
fines del siglo XIX” de Lucía Lionetti y el libro “Escritos sobre el
cuerpo en la escuela: Sujetos, prácticas corporales y saberes escolares en
Colombia. Siglos XIX y XX” de Claudia Ximena Herrera y Bertha Nelly Buitrago.
En un ejercicio de caracterización
del asunto del cuerpo y su educación, la escuela pública en Latinoamérica (para
este caso en Colombia y Argentina) a finales del siglo XIX, se configura como
un espacio donde se reestructurarían las formas de escolarización y la
modelación de la infancia, con base en aspectos sociales, políticos,
territoriales y culturales, que influirían en la educación de los niños que en
aquella época consideraban débiles, incapaces. Aparece entonces la
escolarización anclada a la modernidad como dispositivo productor de
subjetividades (Herrera y Buitrago, 2012). Subjetividades que se percibirían en
la concepción del cuerpo como maquinaria para la civilización y la modernidad.
La utilidad del niño, enfocada desde la escuela y como se requería que fuese
para todos, “para un bien mayor”[3]
se vio en la necesidad, por supuesto, de la educación para todos.
En Argentina sucedía algo similar,
en sus políticas se buscaba generar leyes y espacios donde se pudiese civilizar
al ciudadano; véase acá la necesidad, de cierto modo, de un “mejoramiento de
raza” gracias al nacionalismo que se respira por aquellas épocas. Se constituye
entonces la consigna de que todos los ciudadanos posibles de ser civilizados
debían asistir a estas escuelas públicas (Lionetti, 2005).
La tarea de civilizar al sujeto
desde la infancia connotaba unas estructuras que se reflejaban en el cuerpo. En
Colombia, la escuela pública se desarrolló en función de los planes de
enseñanza liderados por el Colegio Seminario de San Francisco de Asís[4];
estos enmarcados bajo lo significativo del espacio y el tiempo escolar:
espacios limpios y con horarios ordenados en el tiempo. Esto traería por
supuesto el protagonismo del cuerpo ¿la postura podría ser entonces una
representación simbólica de lo que se pretendía por ciudadano? En un intento de
análisis de lo anterior, la postura en el aula, una postura erguida, firme y en
atención constante, constituiría lo que el plan de enseñanza enmarcaba dentro
del espacio escolar; mientras que ese espacio encerrado y habitado por un
cuerpo, tampoco tendría relevancia si no estuviese ligado a un tiempo escolar,
uno donde el horario, el calendario, el método, regularan los saberes que
pasaban, inevitablemente, por lo corporal: la lectura, escritura, civilidad y,
por supuesto, religiosidad (Herrera y Buitrago, 2012).
Por otro lado, en Argentina, se
evidencia una preocupación mayor por incorporar el espacio abierto
sociocultural de la cotidianidad de las calles de la ciudad, con el espacio
cerrado de la escuela, que, aunque cerrado, pretendía ser abierto a todos, pues
lo manifestado por la mayoría de las habitantes y gobernantes, se encauzaba a
la reestructuración de la ciudadanía, en tanto inseguridad e inutilidad. Es por
eso por lo que, en un congreso pedagógico panamericano, llevado a cabo en 1882,
se establecen unos artículos en los que se acuerdan contenidos principales de
enseñanza en el aula con el fin de una formación moral, física e intelectual.
Contenidos que resaltan para el interés de este escrito: nociones de
higiene, nociones de música vocal, gimnástica, el conocimiento de labores
manuales y domésticas para las niñas y para los niños ejercicios militares y
conocimiento de labores pesadas.
En tanto a nociones de higiene, se
pretendía educar en el cuidado del entorno y, por ende, del cuerpo, pues además
de una preocupación desde lo salubre, los sujetos de la política consideraban
que estos niños y familias tenían más oportunidades para aportar al desarrollo
de la nación; con afirmaciones como “si el aseo y el amor al orden asientan tan
bien a los niños de padres ricos, ¿cuánto más no brillarán en las de condición
humilde?” (Lionetti: 2005). La higiene aseguraba el lugar del niño en la
escuela, pues sin un certificado de salud, este no podía hacer parte de este
espacio, que como ya se ha mencionado, buscaba reflejar el ideal de nación y
civilización de la Argentina del siglo XIX.
Es llamativo el punto de nociones
de música vocal, pues no es poca cosa ni apartada de la búsqueda de estos
prototipos. La música vocal de aquella época requería de una postura estática,
erguida para la técnica vocal lírica europea que se empleaba con mayor auge
entonces. Esto generaba una quietud que a su vez resultaba estética y cumplía
con los acuerdos de higiene en la escuela. En cambio, la gimnástica enfocada en
la función mecánica del cuerpo, el movimiento como forma vital y también de
prevención de enfermedades, se sumaba, por supuesto, al plan de nociones de
higiene y cuidado del cuerpo y la mente. Ciudadanos fuertes y aparentemente
sanos, respondían a la urgencia de civilización moderna. Esto dice Lionetti,
sobre el asunto de la gimnasia en la escuela pública de la Argentina de 1880,
«Las nuevas corrientes de la “gimnasia moderna”, superadoras de la concepción de una “escuela del soldado”, consiguieron que primara una gimnasia donde se robusteciera física y psíquicamente a los alumnos, aunque la impronta de lo militar como modelo de organización en la configuración de la educación física que se práctica en las escuelas se mantendrá hasta nuestros días» (Lionetti: 2005, p. 1244).
Esto evidencia también la correlación de la educación del cuerpo y la práctica del deporte, en tanto delimitación de espacio, reglas, límites, el orden y sobre todo la disciplina y la obediencia. La fuerza que se desarrollaba en conjunto con la camaradería era la unión perfecta para consolidar los fines del cuerpo fuerte y útil del niño y del futuro hombre ciudadano.
Para dar continuidad con la
importancia del tiempo y los espacios, las tareas también respondían a una
distinción social y de utilidad. El trabajo manual y conocimiento de labores
domésticas, resultaba ser obligatorio dentro de los acuerdos que se habían
establecido en el congreso. Sin embargo, esto no sucedía solo en Argentina; en
Colombia se inscribía a la niña en el lugar del hogar, pues si el interior de este
resultaba agradable, asimismo lo sería la familia. En contextos externos a la
casa, el modernismo insistía con su afán de regeneración de razas y la
educación doméstica, enseñada en la escuela a las niñas. Con ello se fomentaría
la apropiación de los saberes allí dictados en función de lo que “estaban
llamadas a ser”. El espacio y el tiempo del que se habló al inicio correspondía
a su formación; los jardines y campos de juego, estaban discriminados de tal
forma que permitían construir la niña de la escuela y en un futuro, la mujer
del hogar moderno (Herrera y Buitrago, 2012).
En cuanto a los niños, se enfatizaba en la importancia del trabajo, en su papel como ciudadano, de esta manera crecería la nación. Así lo enuncian Herrera y Buitrago.
El hábito del trabajo se desarrollaba desde las tres potencias que se
integraban en el individuo a través de la educación. Todas y cada una de ellas,
al igual que todos y cada uno de los agentes educativos, tanto en la escuela
como fuera de ella, atendían a un solo principio: el hombre debe ser buen
trabajador, útil, con una reducida pero suficiente instrucción y moralmente
apto para formar parte de la patria, de la patria futura (Herrera y Buitrago, 2012, p. 87).
Las prácticas reguladoras en
función de la formación de los sujetos de Argentina y Colombia a finales del
siglo XIX demuestran un contundente efecto en los cuerpos de los sujetos que
habitaron tales espacios. El arte, el movimiento, el juego y los oficios
constituyen toda una estructura de dispositivos pedagógicos de la época que,
sin duda, modificaron entonces aquellas funciones e interés civiles, generando
no solo unos fenómenos sociales y políticos de reestructuración ciudadana, sino
también posiciones necesarias para poder concebir el cuerpo como instrumento
imprescindible para la comprensión de la modernidad de la época.
Referencias
Herrera Beltrán, C. X. y Buitrago, N. (2012).
Escritos sobre el cuerpo en la escuela: Sujetos, prácticas corporales y saberes
escolares en Colombia. Siglos XIX y XX.
Bogotá: Kimpres Ltda.
Lionetti, L. (2005). La función
republicana de la escuela pública. La formación del ciudadano en Argentina a
fines del siglo XIX. Revista Mexicana de Investigación Educativa, 10(27),
1225-1255.
[1] Estudiante de
Maestría en Educación – Universidad Pedagógica Nacional
Seminario Intensivo – Historia de la salud escolar: El
caso de Argentina y Colombia
[2] Que ya se había
conformado desde el siglo XVI para la clase ruda en Europa (Herrera y Buitrago,
2012)
[3] Como lo enuncia el
utilitarismo.
[4] Fundado en 1662
por la Diócesis de Popayán (Colombia) funcionando hasta el año 1858 por la
expulsión de los Jesuitas bajo el gobierno de José Hilario López.
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