viernes, 16 de noviembre de 2018

Ensayos y artículos de reflexión

Bernardo Galindo*


A lo que vinimos…. ¡a jugar!: 
Las fuerzas del juego o el juego de las fuerzas.



Quién no ha jugado alguna vez, ¿por qué lo hacemos?, ¿qué motiva a los sujetos a jugar?, ¿qué despierta el juego en cada uno de los que participa?, ¿qué pasa con el tiempo cuando jugamos?, ¿siempre ha existido el juego?, podríamos así continuar, haciéndonos preguntas a propósito de un tema, que a todas luces atrae: el juego. Hacer un recorrido por él, abre múltiples perspectivas para mirarlo, permite reconocer autores y posturas; la primera, la que nos interesa en este escrito, es su complejidad. Reconocerle esa cualidad al juego supone pensar en que son varias las fuerzas y las condiciones que se entrecruzan para hacerlo posible, pero también reconocer que no funcionan en la lógica causa efecto, sino más bien a partir de tensiones, es decir, reconocer que el juego existe en medio de fuerzas que terminan por configurarlo y constituirlo y que a su vez dicha práctica contribuye a configurar y movilizar tales fuerzas.
Ahora bien, de ¿qué fuerzas se está hablando? Para este caso asumiremos tres: las reglas, las emociones y el tiempo; fuerzas que configuran al juego y lo constituyen, son ellas las que lo hacen complejo, es desde ellas que el juego se posibilita y tiene existencia.
Emprenderemos el recorrido ubicando en primer lugar el sentido de las reglas y las relaciones que desde allí se establecen con el juego, posteriormente daremos una mirada a las emociones y su participación dentro del mismo, acto seguido veremos lo que le pasa al tiempo en medio del juego; todo ello para comprender esa complejidad de la que el juego es poseedor, en la idea de ver el sentido de lo tensional que cada una de esas fuerzas pone sobre él.
Un, dos, tres, por mí.
Las reglas del juego: entre lo ficticio y la institucionalidad.

Un primer reconocimiento que hay que hacerle al juego es que este funciona bajo unas reglas, es desde ellas que dicho juego se hace posible, tal y como nos lo plantea Callois (1986): “Todo juego es un sistema de reglas. Éstas definen lo que es o no es juego, es decir lo permitido y lo prohibido.”[1]Pero, ¿qué pasa cuando los sujetos cambian o modifican las reglas?, ¿desaparece el juego?, definitivamente ¡no!, adquiere otra configuración, pero como juego no deja de existir, ya que son los mismos sujetos quienes han creado las reglas, es decir estas surgen de manera caprichosa desde los mismos participantes y a ellas todos se someterán, tal y como nos lo muestra el autor:“esas convenciones son arbitrarias, imperativas e inapelables”[2]. Aquí se encuentra la primera tensión, el juego existe en tanto hay reglas, pero estas pueden ser cambiadas, modificadas, podrían no ser siempre las mismas y sin embargo, deben existir para poder estructurar y delimitar el juego, para darle un margen de funcionamiento, para hacerlo posible, las reglas determinan al juego, pero ellas pueden no estar determinadas.
Otro elemento de tensión que se desprende de las reglas tiene que ver con los efectos que se espera produzcan; la idea de que existan reglas en el juego tiene que ver con la posibilidad de que ellas ayuden a evitar el posible desorden que el juego genera, que de una u otra manera también colaboren  en la organización, institucionalización y normalización de los sujetos como lo anota Duvignaud: “los juegos se reagrupan en dos polos uno el que predominan sus efectos pacíficos de normalización e integración”[3]., pero a su vez ese posible cambio de reglas, del que se habló anteriormente, puede llevar el juego por donde los participantes quieran, es allí donde lo imprevisible, lo inesperado tiene cabida, incluido el desorden, lo que le daría al juego también un carácter subversivo al que también apunta Duvignaud: “el juego es aprehendido como subversivo…… el juego surge imprevisible, inopinado, incongruente, dionisíaco”[4], allí se instala entonces una segunda tensión para el juego: normalizar, limitar, institucionalizar o  permitir la libertad, la creación, la ficción de los sujetos para jugar.
Sin embargo, las dos tensiones mostradas no se anulan una a la otra, coexisten, se relacionan entre ellas y, en su funcionamiento particular le dan existencia al juego, como bien lo apunta Callois: “Sin embargo, en el juego significa que ambos polos subsisten y que entre uno y otro se mantiene cierta relación”[5].
¡Ganamos! ¡ganamos! 
Las emociones del juego: entre el placer y el aburrimiento.

El juego aleja de la rutina, le da sabor a la vida, en definitiva produce emocionesen los sujetos, por eso la búsqueda incesante de diferentes tipos de juegos, alimenta el deseo de romper con la rutina y experimentar nuevas emociones como lo plasma Callois: “el juego más absorbente y más agotador, con intención de divertirse y de escapar a sus preocupaciones, es decir para apartarse de la vida corriente”[6], es contra el aburrimiento que emerge el juego, y en búsqueda de la diversión “El juego se debe definir ….como fuente de alegría y de diversión[7], sin embargo puede ocurrir que el juego mismo ocasione aburrimiento, bien sea por que no se desea jugar, no se está de acuerdo con las reglas o por que ha llegado el hastío, es decir que el juego también supone aburrimiento, cese del placer, emoción contraria a la intención del juego mismo.
Sin lugar a dudas, lo anterior refleja claramente cómo el juego se mueve entre estas dos emociones antagónicas: la diversión y el aburrimiento, es la tensión entre ellas la que posibilitará su desarrollo; en ambos casos son los deseos de los sujetos los que se pondrán en juego, tanto de los que quieren como de los que no, es la voluntad la que los definirá y situará en una orilla o en la otra a quien juega, como señala Callois: “El juego sólo existe cuando los jugadores tienen ganas de jugar y juegan”[8].
Si partimos de esa voluntad, ¿se puede asumir que quién no juega es serio? O ¿que quién lo hace no lo es?; en esta disyuntiva, las emociones hacen su aparición nuevamente y nos indican ¡que no!, que quien asume el juego, si lo desea lo hace con seriedad, pues realmente ansía alejarse del aburrimiento, salir de la rutina o simplemente jugar, la emoción estaría en ese orden de ruptura con la cotidianidad, lo cual le exigiría asumirlo de manera seria para lograr su propósito tal y como lo hacen los niños, en palabras de Huizinga: “En cuanto modifiquemos la proposición precedente para decir: el juego no es serio, ya nos traiciona la antítesis, pues el juego puede muy bien ser serio”.[9]y nos complementa su idea señalando: “En efecto el niño puede ser muy serio cuando juega”.[10]
Esta tensión pone en el escenario otro asunto. El de considerar que el adulto por ser adulto no debe jugar, el adulto que juega es puesto en cuestión en tanto el juego le regresa las características que la adultez parece borrar, imponiendo en cambio seriedad, entendida como negación de la diversión, distanciamiento del placer, silenciamiento del deseo e inexistencia de lo sagrado como una fuerza humana, todas ellas constituyentes del juego infantil. Son pues las emociones que atraviesan el juego, otra fuerza de carácter tensional, que lo constituirán y que le permitirán su emergencia en un grupo determinado. 
El reloj de Jerusalem, da las horas siempre bien, da la una, da las dos.
De la sincronía a diacronía

Sabiendo de la existencia de unas reglas para jugar, reconociendo las emociones que se suscitan, viene ahora otra fuerza no menos importante y en relación con las dos anteriores: el tiempo; aquí cabría decir que algunas de las reglas contemplan el tiempo del juego, que la lucha contra él es la que genera la emoción; sin embargo en otros juegos no se determinan, él se configura desde el alcance o no de un propósito, que puede ser el del juego mismo o de los sujetos: todos los integrantes de un equipo son atrapados, por lo cual terminaría el juego, o los sujetos están cansados o aburridos, motivo suficiente para dar por terminado el juego, estos, son dos buenos ejemplos del planteamiento.
Puestas así las cosas, se puede ver al tiempo como una fuerza constitutiva del juego, en la medida en que hace parte de las reglas o se constituye en generador de la emoción, una lectura sencilla que le daría cabida al tiempo en el juego; empero, es importante anotar que cuando se juega, el tiempo transcurre de otra forma, es decir que el juego tendría su propio tiempo, que estaría por fuera del tiempo diario y cotidiano que coincide con todas nuestras actividades, dándoles aire de sincronía a las acciones que diariamente hacemos, es decir que el tiempo del juego estaría aconteciendo de manera diacrónica dentro de nuestros tiempos sincrónicos, son dos tiempos diferenciados, pero sucediendo al mismo tiempo, en palabras de Agamben: “el juego es… una máquina que transforma la sincronía en diacronía.”[11].En síntesis, esa diacronía del tiempo del juego rompe, fractura el tiempo sincrónico en el que nos movemos; un sujeto puede estar embarcado en un juego que lo ubique en otros tiempos, pasados o futuros, y sin embargo lo hará desde éste tiempo, desde el tiempo que lo rige.
Dentro de ese contexto, vale la pena mirar el tiempo del juego en relación con su duración, Agamben nos dirá: “He ahí por qué hay algo de irrisorio en querer fijar el juego …., en una duración[12]. Es así que, no es posible decir que el tiempo dentro del juego tiene la misma duración para todos los que intervienen en él; mientras que para unos el juego puede haber durado mucho tiempo, para otros la duración es poca, buen ejemplo de ello son las discusiones que se dan terminado un partido de cualquier deporte donde alguien ha vencido, quien ha perdido supone que ello ocurrió por la falta de tiempo, que si hubiese habido más tiempo el resultado podría haber variado, caso contrario dirá quién gana, se afirmará queel tiempo fue suficiente, agregará incluso que fue excesivo y que los otros pudieron haber obtenido un resultado distinto si lo hubieran aprovechado; es posible entonces reafirmar que el tiempo de duración del juego no será fijo, sea por efectos del resultado, del cumplimiento o no, de los propósitos, de la satisfacción o no, de los deseos, en fin de multiplicidad de condiciones que harían imposible por un lado, homogenizar una idea de tiempo, y por el otro, definir la duración del juego en términos de quienes participan en él.
¡Tapo, remacho y no juego más….! 
El juego ha concluido

A modo de recapitulación, podríamos decir que la multiplicidad de relaciones que es posible establecer entre las fuerzas constitutivas del juego muestran la complejidad del mismo; que esa complejidad está dada por las tensiones propias de cada fuerza: las reglas que se mueven entre existir o desaparecer, entre normalizar o subvertir; entre divertirse o aburrirse, entre la rutina y el azar y entre la diacronía y la sincronía, etc. Es en medio de esas tensiones que el juego emergerá y se hará posible.
BIBLIOGRAFÍA
AGAMBEN, Giorgio. Infancia e historia: El país de los juguetes. Adriana Hidalgo Editora. Buenos Aires. 2007 
CAILLOIS Roger. Los juegos y los hombres. La máscara y el vértigo.Fondo de Cultura Económica. México, 1986. 
DUVIGNAUD, Jean El juego del juego / Jean Duvignaud; traducción de Jorge Ferreiro Santana. México: Fondo de Cultura económica, 1982. En Dossier N. 11. 
HUIZINGA, J., Editions; Gallimard, Citado en DUVIGNAUD, Jean El juego del juego / Jean Duvignaud; traducción de Jorge Ferreiro Santana. México: Fondo de Cultura económica, 1982. En Dossier N. 11 


[1]CAILLOIS Roger. Los juegos y los hombres. La máscara y el vértigo.Fondo de Cultura Económica. México, 1986. Pp.11.
[2]Ibíd. Pp. 11.
[3]DUVIGNAUD, Jean El juego del juego / Jean Duvignaud; traducción de Jorge Ferreiro Santana. México: Fondo de Cultura económica, 1982. En Dossier N. 11. Pp.346.
[4]Ibíd. Pp.346.
[5]Callois, Roger. Op. Cit. Pp. 13. 
[6]Ibid. Pp. 31.
[7]Ibid. Pp. 31.
[8]Ibid. Pp. 31.
[9]HUIZINGA, J., Editions; Gallimard, Citado en DUVIGNAUD, Jean El juego del juego / Jean Duvignaud; traducción de Jorge Ferreiro Santana. México: Fondo de Cultura económica, 1982. En Dossier N. 11 pagina 345
[10]DUVIGNAUD, Jean El juego del juego / Jean Duvignaud; traducción de Jorge Ferreiro Santana. México: Fondo de Cultura económica, 1982. En Dossier N. 11 pagina 345
[11]AGAMBEN, Giorgio. Infancia e historia: El país de los juguetes. Adriana Hidalgo Editora. Buenos Aires. 2007 pagina 107
[12]AGAMBEN, Giorgio. Óp. cit. Pp.105.


* Magister en Educación de la Universidad Pedagógica Nacional y profesor de la Maestría en Educación de la Universidad Pedagógica Nacional.


_________
Está sección ofrece ensayos producto de los seminarios temáticos de la Maestría en sus distintos componentes. Ella busca visibilizar las reflexiones, las posturas, las temáticas objeto de estudio tanto de orden pedagógico e investigativo común cono específico o complementario que atraviesa la formación posgradual de nuestra Maestría en Educación. Dichas producciones no dejan de sorprendernos a los profesores por su riqueza en el abordaje, como por su buena escritura.

No hay comentarios:

Publicar un comentario