Ensayo
LA BIOPOLÍTICA DE CONTROL:
JORGE BEJARANO Y LA DERROTA DE LA CHICHA.
Liliana Rojas López[1]
“A los obreros y campesinos de Boyacá,
Cundinamarca, Santander y Nariño, este
libro donde se narra la historia de un
vicio que pesó durante siglos en su
destino y en su raza.”
(Dedicación del libro de Jorge Bejarano)
Dentro de la gama de historias contadas a lo largo del seminario sobre políticas del cuerpo, educación, cultura física, higienismo y eugenesia resulta interesante explorar el tema de la bebida milenaria consumida por las clases populares, pero antes por los indígenas, y que para los higienistas del siglo XX causaba una enfermedad que hoy día pasa a ser una de las muchas historias contadas y no tiene un reconocimiento desde el discurso de la medicina actual con el nombre con el que se le conoció en la primera mitad del siglo XX : El chichismo.
Dicha enfermedad puede ser considerada dentro de este escrito el foco argumentativo. De allí se partirá para mostrar el discurso de control sobre el cuerpo, y cómo se moldearon comportamientos, gustos y actividades propias de las clases populares. En este sentido, estos discursos terminaban siendo dispositivos de control biopolítico. Así pues, surge el siguiente cuestionamiento: ¿Qué discurso de control biopolítico se configuro desde la eugenesia para el manejo de la chicha y los nocivos efectos sobre la potencial población trabajadora?
Según lo anterior, se explorará entonces, el alcoholismo generado por el consumo exagerado de la bebida fermentada de bastantes especies vegetales. La bebida original era de maíz, pero con el paso del tiempo se fue haciendo de una variedad infinita de granos; el gusto por el alcohol, hizo que casi cualquier bebida fermentada fuera de su agrado. Desde las poblaciones precolombinas hasta el contingente trabajador del siglo XX, desarrollaron ese gusto por la bebida que siempre fue objeto de persecución.
El punto de inflexión en la lucha contra la bebida milenaria de los indígenas americanos, cuyo uso era muy extendido en los Andes y en general en todas las poblaciones que cultivaban el maíz, entre estas los muiscas, fue en el escenario colombiano, el texto de Jorge Bejarano que anunciaba en su mismísimo título el fin de una batalla que había iniciado desde la temprana colonia: La derrota de un vicio. Dicho texto fue escrito en la mitad del siglo XX y se muestra como una narración histórica de la erradicación de un problema que afectaba a las clases populares, pensaba el Ministro de Salud Pública de la época, Jorge Bejarano, y resáltese dicho cargo inexistente en la actualidad. Carlos Noguera lo resalta, cuando se refiere a que la eugenesia: “llego a confundirse con la higiene social y muchos eugenistas la consideraron como una rama de la salud pública.”[2]1. El ministro mencionado, y autor de La derrota de un vicio, que finalizaba una tan extendida pelea por el control de su consumo masivo y los efectos perniciosos que ello generaba era un producto cultural de aquella época, y veía a la chicha y al chichismo como enemigos del desarrollo del país. Los rastros de esta persecución hacia la bebida alcohólica y a sus consumidores pueden escudriñarse como se verá, en un discurso de largo aliento. En este sentido, en épocas muy tempranas en la instauración de régimen colonial se comienza a controlar el consumo de la chicha y se sataniza a la bebida que había pasado de tener un uso y significado ritual, a un uso y consumo recreativo, servía pues para la embriaguez individual de los indígenas y mestizos principalmente. Esta situación no tendrá cambios notables y será la queja del higienista ante los problemas que causaba en las clases trabajadoras que impedía el “progreso de la nación”. Lo mencionado por Bejarano, que parece ser una lucha épica, genera inquietudes. La principal, tiene que ver con las prácticas de eugenesia, en especial en el control del consumo de chicha, visto como un problema social y de los individuos, como uno de los obstáculos más formidables para controlar a una masa de mano de obra que se embriagaba constantemente con la bebida en cuestión.
Algunos aspectos teóricos pueden dar luces de la eugenesia y la relación con la chicha y la lucha centenaria que se libró para su control, pero refiriendo a Carlos Noguera: “El movimiento eugenésico latinoamericano se caracterizó por su énfasis en las medidas dirigidas a la transformación del medio ambiente y de ciertas costumbres y comportamientos, propios de los sectores pobres de la sociedad, que fueron percibidos como claramente nocivos para la salud individual y colectiva. Se trata de erradicar lo que se conoció como los “venenos raciales”, término con el que se hacía referencia al alcohol, la sífilis, la tuberculosos y la falta de higiene”[3] . ¿Acaso la lucha contra la chicha no se encuadra en la anterior caracterización? Respondiendo se podría decir, que era otro de los venenos raciales, sólo un sector de la población la consumía, por ello, debía ser controlado. ¡Eran los pobres!.
¿Cuánta energía puesta en el tema por parte de las élites para eliminar el vicio que afectaba a los trabajadores que ayudaban a alimentar sus bolsillos? La prohibición fue otro dispositivo de control, el cual no pudo ser completo. Siempre las clases populares, desde los indígenas y los mestizos en la colonia, pasando por los obreros y los campesinos en la república, encontraron formas de consumirla con exageración. Sin embargo, Jorge Bejarano tenía razón: la chicha daba paso a la popularización de la cerveza, así se materializaba la derrota del vicio, se daba paso al consumo de una bebida higiénica, industrial, que hasta se le indilgaban efectos medicinales. Casi se hizo ver a la chicha como la culpable de los destrozos del nueve de abril de 1948. De este modo, “El 2 de junio de 1948 la chicha perdió la batalla final. El gobierno de Ospina Pérez expidió el decreto 1839, firmado por sus ministros conservadores y liberales, por el que se prohibía la fabricación y expendio, en condiciones masivas, de la chicha y el guarapo”.[4] En este decreto que posteriormente adquirirá el estatus de norma expedida por el congreso en la Ley 34 de 1948, expresaba en sus consideraciones que "es un hecho de notoria observación confirmado por los médicos legistas, que en los departamentos donde se consumen bebidas alcohólicas cuya fabricación no está sometida a reglas higiénicas y técnicas[5] y cuyo alto grado de toxicidad y contenido alcohólico, las hacen eminentemente peligrosas, la criminalidad, las manifestaciones mentales y la frecuencia de sucesos de carácter político son de más impresionante ocurrencia"[6]. Lo expuesto anteriormente con la puesta en marcha de la ley en palabras de Foucault se puede interpretar como: “El poder como mecanismo esencialmente jurídico, lo que dice la ley, lo que prohíbe, lo que dice no, con toda una letanía de efectos negativos: Exclusión, rechazo, barrera, negaciones, ocultaciones, etc…”[7]. Tales adjetivos, cualquiera de ellos, podrían caber dentro del discurso que se dispuso eliminar a la chicha como la bebida popular por excelencia en Colombia. La ley calla sobre el efecto negativo más visible desde la medicina que Jorge Bejarano tiene claro: La enfermedad del chichismo.
La higiene sería entonces el pilar para extender la prohibición de la chicha y cumplir el sueño de una élite representada por el ministro Jorge Bejarano. El chichismo, esa enfermedad maldita que impedía el avance nacional, sería erradicado de una vez por todas. El control de la población se materializaba a través de la mencionada ley y en el impulso al consumo de una nueva bebida fermentada que era aceptable en su consumo moderado. Dentro de la ley se permitía que las bebidas fermentadas solamente tuvieran cuatro grados de alcohol; así mismo, los licores, cuyo nivel era mayor, quedaban como monopolio del estado, esto es, en manos de sus entidades territoriales departamentales.
El discurso de control se produjo desde las altas esferas del Estado. Fue el punto culminante de una campaña de desprestigio que aparentemente inició con el proyecto modernizador que se puso en marcha en el siglo XX. Falacia evidente era eso, pues su inicio no era tan reciente. Desde siglos atrás se persiguió a la chica como un factor que lesionaba intereses de la población. Y la punta de lanza de la élite intelectual y política utilizó la invención discursiva del chichismo como el principal factor de afectación en los tropiezos para alcanzar la modernidad. Chicha y populacho eran un coctel que podía producir desmanes, combinación que sólo podía retrasar el progreso. La derrota de un vicio es una declaración triunfal ante una lucha centenaria pero que había tenido diferentes perfiles, todo según la época. La derrota de un vicio fue entonces una victoria de papel pero que es significativa en un intento de la aplicación de las políticas eugenésicas que iban a favor de la posibilidad de alcanzar un mejor nivel de modernización, al estilo de Europa o de Norteamérica. Esa era la referencia que veían los que diseñaron y produjeron dichos discursos.
Lo interesante del tema es que dicha lucha tuvo analogía también en el ámbito europeo, y tal vez en otros espacios. Los países latinoamericanos vivieron situaciones similares, con obvias diferencias, pero intentando seguir un modelo civilizador. En esta idea, Vigarello habla en un apartado de su segundo capítulo de “Lo sano y lo malsano” del papel que jugó la empresa pedagógica y sus campañas publicitarias: “La sociedad intenta llegar a la opinión pública, influir en la sensibilidad, aunar en las convicciones de unos pocos para tener más peso sobre las decisiones de todos. Su acción se desarrolla mediante gestos simbólicos y eslóganes…”[8]. En el caso de Colombia es evidente la fuerte campaña publicitaria que circulo en la primera mitad del siglo XX y con más fuerza desde la hegemonía liberal y que terminó con la prohibición de la chicha como bebida de consumo masivo y comercial. A saber[9]:
El alcohol fue considerado un peligro, y el libro de Bejarano, higienista, ministro de salud pública, hombre de letras y figura pública seria uno de los ejemplos de dichas prácticas de biopolítica. El discurso sobre el mal del chichismo sería considerado uno de los perfiles del alcoholismo, pero de un consumidor de carácter popular. Era diferente consumir vino, brandy, whisky, oporto, coñac u otro licor de origen Europeo, sin embargo consumir chicha era una cuestión que significaba persecución, ilegalidad, y en última medida, otra política más de eugenesia sobre la población mayoritaria.
Finalmente, dentro de la historia de lo que significa ser colombiano, en un discurso no muy visible se halla lo dicho por Santiago Castro Gómez: “Entendemos entonces los regímenes de colombianidad, en sus múltiples y especificas articulaciones, como modalidades de control sobre los cuerpos y deseos de los individuos, así como sobre las poblaciones, los territorios y la riqueza de las naciones.”[10]
Bibliografía
Bejarano, Jorge. La derrota de un vicio. Origen e historia de la chicha. Bogotá: Editorial IQUEIMA, 1950.
Castro Gómez, Santiago. Genealogías de la Colombianidad. Formaciones discursivas y tecnologías de gobierno en los siglos XIX y XX. Bogotá: P.U.J.-Instituto Pensar. 2008.
Flórez, Juan Carlos. La guerra contra la Chicha. Redacción Diario El Tiempo, 25 de abril de 2008. Disponible en Línea: http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-4123795. Consultado el 2 de mayo de 2016.
Foucault, Michel. Microfísica del poder. Madrid: Ediciones de la piqueta, 1979.
Noguera, Carlos Ernesto. Medicina y Política, Discurso médico y practicas higiénicas durante la primera mitad del siglo XX en Colombia. Fondo editorial universidad Eafit. Medellín, Colombia. 2003.
Vigarello, Georges. Lo sano y lo malsano. Historia de las prácticas de la salud desde la edad media hasta nuestros días. Madrid: Abada Editores, 2006.
[1] Egresada. Magister en Educación. UPN 2020. Universidad Pedagógica Nacional Maestría en Educación. Seminario Intensivo sobre el cuerpo. Profesores: Universidad Pedagógica Nacional y Universidad De La Plata. Mayo 2016.
[2] Noguera, Carlos Ernesto. Medicina y Política, Discurso médico y prácticas higiénicas durante la primera mitad del siglo XX en Colombia. Fondo editorial Universidad EAFIT. Medellín, Colombia. 2003. Pág. 94.
[3] Ibídem.
[4] Confróntese: Flórez, Juan Carlos. La guerra contra la Chicha. Redacción Diario El Tiempo, 25 de abril de 2008. Disponible en Línea: http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-4123795. Consultado el 2 de mayo de 2016.
[7] Foucault, Michel. Microfísica del poder. Madrid: Ediciones de la piqueta, 1979. Pág. 154.
[8] Vigarello, Georges. Lo sano y lo malsano. Historia de las prácticas de la salud desde la edad media hasta nuestros días. Madrid: Abada Editores, 2006. Pág. 293
[9] Imágenes tomadas de: Bejarano, Jorge. La derrota de un vicio. Origen e historia de la chicha. Bogotá: Editorial IQUEIMA, 1950.
[10] Castro Gómez, Santiago. Genealogías de la Colombianidad. Formaciones discursivas y tecnologías de gobierno en los siglos XIX y XX. Bogotá: P.U.J.- Instituto Pensar. 2008. Pág. 23.
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