martes, 30 de junio de 2020

Reseña 7,

Reseña de Libro

Colombia: La Modernidad Postergada. Rubén Jaramillo Vélez

Diana Carolina Muñoz Fonseca[1]

El profesor Rubén Jaramillo Vélez, de Armenia Colombia, estudió Filosofía en la Universidad de los Andes y Filosofía, Historia y Sociología en la Universidad de Berlín. Fue discípulo de Marcuse en Alemania. Impartido clases de filosofía por más de tres décadas en la Universidad Nacional. Su estatura intelectual va de la mano de su pasión docente. Consagró la mayor parte de su vida a la publicación de la Revista “Argumentos”, en la que se divulgaron importantes obras de la escuela de Francfort y la filosofía clásica alemana. 
Bogotá, Segunda edición, 1998. Editorial Argumentos.
Título de la reseña: ¿Qué universidad para que sociedad? Las implicaciones de la mentalidad hispánica.
Resumen
A partir de la pregunta que titula el escrito, el autor plantea el problema que representa relacionar los términos Universidad – Sociedad.  Retoma algunos planteamientos de Gutiérrez Girardot quien en su obra ha replanteado esta relación y responde a esta pregunta señalando que “la universidad debe acomodarse a las exigencias de la democratización de la sociedad sin que ello descuide o pervierta su tarea y su misión”(pag   ); de acuerdo a este planteamiento, si no es misión o tarea esencial de la universidad: la sociedad, entonces ¿Cuál es?.
A partir de este planteamiento de Girardot, Jaramillo señala que para el caso de las universidades hispanoamericanas este deber ser de la universidad es necesario redefinirlo, en tanto que aplicaría para sociedades con una larga tradición universitaria y científica, como es el caso de las sociedades europeas. Sociedades que han tenido una autentica relación con la universidad y en donde estas instituciones tienen un estatus especial por el papel preponderante que juega el saber en dichas sociedades. Esta necesidad de redefinición no es exclusiva de Hispanoamérica, según Jaramillo apoyándose en Gutierrez Girardor,  sino que también lo es para España y para las naciones independizadas. Según Jaramillo el problema radica en que no existe una relación entre la universidad y la sociedad, por tanto hay que crearla.  Para lo cual considera fundamental, por un lado, darle contenido y sentido a la idea de que la universidad debe ser una institución que aporte al progreso, la paz y la democracia y por otro lado, que la universidad se enfoque verdaderamente en el saber científico. 
En el marco de la conquista y teniendo en cuenta que la universidad es introducida a Hispanoamérica a través de España y por lo tanto ha heredado sus achaques, el autor señala varias dificultades que explicarían porque la universidad hispanoamericana no responde a las demandas de la sociedad. 
Uno tiene que ver con la falta de una ideología universal que aglutinara todos los demás sectores de la sociedad y que rompiera con la teología, de manera que le permitiera apropiarse de las tesis materialistas del capitalismo y alcanzar sus ideales de progreso  “la revolución no se puede hacer desde el dogma de la fe”.
Un segundo elemento que el autor plantea es el problema de la relación de la universidad con el saber científico y la cultura. A este respecto señala que este saber está ligado íntimamente a la cultura y que debe diferenciarse del dogma y que el saber científico y la cultura no deben ser tratados como ornamentos sino como instrumentos que permiten “clarificar la vida” y dominar la violencia implícita de la sociedad burguesa. Seguidamente, el autor presenta como la idea de sociedad aparece vinculado al origen de la burguesía y surge de la reconstrucción y de la reinterpretación de la convivencia humana. Además, señala que la noción de sociedad es un concepto de tercer estado. 
Un tercer elemento tendría que ver con la permanencia de Hispanomerica en un modelo feudal, en tanto que si bien la conquista de américa trajo riqueza, esta fue solo para el rey, los nobles y los usureros, mientras que por otro lado se prolongaba un feudalismo parasitario.  Dentro de esa riqueza están los metales y otros materiales extraídos de américa que genero un importante mercado en Europa dando un gran impulso a su economía en el comienzo del capitalismo. No obstante, en el texto se plantea la paradoja de España en que favoreció la consolidación de un mercado mundial (base del capitalismo), mientras que permanecía en un modelo feudal y proyectaba en los territorios conquistados su anacrónica estructura señorial y medieval. Lo que hace pensar en una desventajosa situación para España frente a los retos que le planteaba ingresar a la modernidad, a lo que se suman los propios de Latinoamerica después de ocho siglos de sometimiento.
Un cuarto elemento tiene que ver con la precariedad de su “identidad nacional”, que España creyó resolver introduciendo otro problema adicional y este fue el de la raza. Alrededor del siglo XV aparece la identidad ligado a la pureza de la sangre lo que hacía acreedor al que la poseyera de dignidad y prebendas. No obstante, estas pretensiones de raza pura se desestructuraban ya que buena parte de la burguesía española albergaba en su seno familiar a judíos, de manera que expulsar a los judíos era como acabar con la burguesía. 
La persecución a los judíos y estas prácticas eugenésicas se constituyeron también en la excusa para rechazar las ideas protestantes y perseguir a quienes las expresaran, ya que se constituían en un impedimento para reforzar el dogma católico que sí era un principio claro de la identidad nacional.  De manera que la pureza se expresaba en la sangre y en la fe. Por ello se restringió la circulación de libros y de información. 
Hasta aquí y como ya se mencionó antes, el autor describe la manera como las condiciones y el devenir histórico de España en la conquista determinó en gran medida las dificultades por las que ha atravesado la universidad a través de su existencia en Hispanoamérica.  Señala cómo al ser herederos de España llevamos el lastre de sus carencias, entre ellas la falta de formación científica que en cambio en el resto de Europa, donde la universidad ha tenido una tradición más científica, ha favorecido el desarrollo de una poderosa industria que apuntaba hacia el progreso. Y señala cómo todo este contexto de España dejó un legado de atraso intelectual e industrial. 
No obstante, Jaramillo cuestiona a los patriotas americanos en tanto que de las primeras tareas que debieron plantearse era el de sentar las bases de la nacionalidad a través de la universalización. 
El autor finaliza diciendo que a la emancipación aún le falta la mitad, la lucha por el conocimiento y por el intercambio libre, ya que la verdadera libertad está en la razón. 

Evaluación de los aspectos fuertes y débiles del texto
El autor permanentemente en el texto señala la necesidad de que la universidad sea moderna y que esté puesta al servicio del progreso de la nación. Considero importante poner en cuestión si el progreso como ideal es posible, y si es así, si la universidad puede resolver ese asunto. 







Reseña de Película

La sombra del caminante:
Un retrato de los Derechos Humanos en Colombia.

Darwin Quintana-Gallego[2]

La realidad es a blanco y negro. 
Sólo la fantasía tiene color.
Fernell Franco

Tal como si se tratase de un intento por detener la injusticia en el tiempo y congelar e inmortalizar en la memoria colectiva la sevicia de la humanidad, Ciro Guerra, en su largometraje La sombra del caminante (2004) nos pone de frente una realidad ficcionada que, por más parcos, (nos) toca a todos. 

Las imágenes en blanco y negro que ponen énfasis en el recuerdo, que se rehúsa al olvido y que le da un matiz de testimonial, es una bella epifanía, que nos arroja a una reflexión honda de la(s) conquista(s) de humanidad en su conjunto: los derechos humanos, que simula un corpus inmóvil, corroído por la miseria, abusado por la impunidad, y lo que es peor aún un retrato que se presenta ininteligible al pueblo. 

Bogotá, lugar de locación, es presentada en la diversidad de cuerpos y en la indiferencia de las miradas que transitan por sus calles. Es muestra de una ciudad donde confluyen distintas personas y problemáticas de un país fuertemente azotado por la violencia; la capital que se perfila como un lugar de escape, proyectando como seguro: el éxodo del campo a la ciudad. En busca de un mensaje, de una voz de aliento, de respuestas, de un techo, de apoyo o quizás la construcción de algo tan profundo como el poder (volver a) confiar en (un) otro, después de la atrocidad. 

La trama del encuentro de dos hombres en la ciudad, quienes tienen historias de vida particulares que se entrecruzan, y se re-conocen el uno en el otro para hacer frente al horror, encontrar una respuesta, un desahogo a su dolor o simplemente para sobrevivir, nos sumerge en una paradójica relación que conecta su(s) presente(s), con acciones del pasado, para lograr dilucidar un cómo, un por qué e incluso un para qué de su re-encuentro en el transcurso de la solidificación de su amistad. 

Uno, el desplazado, el que perdió una pierna con una bomba, la misma que cobró la vida de su padre y madre cuando era él un niño, el mismo a quien nadie da trabajo y vive en una pensión. (La aparente víctima)

El otro, el analfabeto, el hombre de las gafas extrañas que no resiste la luz del sol, el que necesita beber una infusión de una extraña planta para sobrellevar el fuerte dolor, que le produce una bala alojada en su cráneo, el que carga gente en una silla atada a sus espaldas para ganarse la vida. (El obligado victimario) 

Ambos personajes, quienes en determinado momento habitaron en la zona rural de nuestro país, son piezas clave en el largometraje, al encarnar la ambivalencia del discurso de los derechos humanos, esto es, la igualdad formal y la desigualdad real, es decir el saber que se tienen derechos, pero a los que sólo unos pocos, los menos pobres y marginados pueden acceder; lo que pone de manifiesto una verdad irrefutable como lo es el déficit de la cultura de los DDHH. Es así, que este hecho me hace pensar en la ficción en doble vía: una la del texto-documental que nos es presentado, y otra la del acceso a la justicia, la verdad y la reparación de las víctimas en un país como Colombia.

Pero también desde otra óptica de los DDHH, que no es la institucional, pude ver reflejado en el rodaje de las imágenes, la humanidad y el espíritu de servicio que se conserva en muchas personas, (como lo es el caso de doña Marelvis) que brindaban su ayuda. El amor por el otro se ve reflejado en las acciones, y además muestra lo lazos de fraternidad que aún existen, que se pueden construir y fortalecer. 

Este film es una bella lección, porque más que ser un negativo de la crueldad, se constituye en la posibilidad de mostrar desde la otra orilla, a los sujetos a los que les han arrebatado la voz, mostrando con ello los procesos de deshumanización a los son sometidos ya sea por la fuerza o por el chantaje, además consiente exponer el cómo se pisotea la voluntad y la dignidad del otro, del desprotegido, para convertirlo en víctima y en victimario; por donde se le mire en el artífice de su propia desgracia.

El juego con la dignidad de las víctimas, los pobres, los lisiados y desposeídos. Las respuestas superfluas la burla icónica. Pero también la fuerza de voluntad, el amor que moviliza la acción en pro del otro. La necesidad incesante de reivindicar a las víctimas e intentar salir del círculo de la violencia. Es una constante en el largometraje.

En cuanto a la discusión de los derechos humanos, con relación al largometraje, pero también a la formación que recibo desde la licenciatura, veo fecundo la posibilidad de rememorar la violencia sociopolítica que vivimos en Colombia, de darle un trato, de tan siquiera perder el miedo a nombrarla, a través del arte. Las imágenes de este largometraje dicen tanto, que el hacer uso de este tipo de herramientas a la hora de abordar las problemáticas de la sociedad contemporánea, es posible, pues es otro lenguaje, es otra forma de ver, de oír y de sentir realidades otras. Es por ello que se convierte en una posibilidad de conectar la realidad de miles de personas con los sentimientos y emociones del sujeto, del que ve retratada una serie de problemáticas que en la mayoría de los casos le es común, la conoce por voz de amigos, familiares, e incluso desde su experiencia propia. 

Es así qué la capacidad de mostrar sentimientos contrarios, como los que pudo experimentar Mañe, al enterarse en el ocaso de la vida de su amigo, que quien le cargaba en sus espaldas no era solamente eso, sino también su victimario, la contradicción entre la venganza y el perdón. Aun así, escuchar su confesión y sepultarlo cuando muere hace parte de sus acciones. Porque allí Mañe puede que haya enterrado un poco de su verdad, de la verdad que le fue negada por vías institucionales, pero revelada por la amistad que construyó con el hombre de la silla. Verdad que desenmascaró un sentimiento de culpa, y hasta cierto punto podría pensar una obediencia debida que en el momento de los hechos violentos ponía en riesgo la vida del silletero. Quién que por tantos días cargó bultos de carne por $500. 

El hombre de la silla cargó a sus espaldas una parte de “su culpa”, y Mañe fue transportado por una parte de “su verdad”. Ambos sin darse cuenta, sin buscarlo de forma explícita, se encuentran en una triquiñuela del destino que le lleva a dar un giro en sus vidas. 

En síntesis, dos hombres, que sufren un dolor que poco importa a los demás, que son guiados e impulsados por un sentimiento que poco parece tener valor, credibilidad e incluso viabilidad: la esperanza. Paradójicamente, es ese sentimiento el que impulsa muchos corazones, como el mío, como el de muchos otros y otras maestros/as… un sentimiento, una emoción del cambio, de la transformación del presente. 

La sombra del caminante, de los caminantes, de los que cojean y los que gatean, es una historia de ficción que dista poco de la realidad. Pues nos acerca al cine para leer otros textos, y como herramienta pedagógica puede ser usada para mostrar actos repulsivos de la sociedad y sus problemáticas, de una manera distinta. Aspectos que no podemos decir a viva voz, por la censura, por la persecución y el asesinato ergo que no podemos callar. Es así como podemos ver el cine como posibilidad de contar por medio de otros lenguajes sutiles pero certeros la violación al pilar los derechos humanos: la dignidad humana. 






[1] Egresada. Magister en Educación. Universidad Pedagógica Nacional. Reseña elaborada en el marco del Seminario: “Surgimiento de la universidad de occidente”. Abril 2016.
[2] Estudiante de la Maestría en Desarrollo Educativo y Social. Convenio UPN-CINDE, Integrante del Semillero de Investigación Pedagogías Críticas, Memorias y Alteridad. Licenciado en Educación Comunitaria con Énfasis en Derechos Humanos UPN. Correo: dquintanag@upn.edu.co

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