Aliex Trujillo García
El huevo en la gallina
Dicen que la novela Don Quijote de La Mancha, en el siglo XVII, hizo que se supiera leer el castellano sin saberlo escribir. Habría entonces, en los albores de la lengua castellana, un desfase entre una alfabetización lectora y otra escritora. Según los activistas de la enciclopedia más citada en las tareas escolares, en un tiempo y un territorio, fue posible tener una mayor alfabetización lectora que escritora. Dicen estos activistas globales del enciclopedismo: “La alfabetización [de El Quijote] fue más rápida en cuanto a la lectura que en cuanto a la escritura.”. Además, aseguran que estos efectos tienen su causa en la proliferación del libro, con la naciente imprenta de tipos móviles. Habría que preguntarse ¿Cómo es posible un desfase funcional entre la lectura y la escritura? En el ejemplo de El Quijote, el discurso investigativo pondría en relación unos conceptos, que se irían formalizando para pensar si es posible la lectura sin la escritura. Buscar y organizar los conceptos en la escritura no produciría literatura, produciría una escritura particular. La novela El Quijote podría, de esta manera, ser objeto de ese discurso investigativo, al aceptar la novela como productora de un efecto, en el que es posible la mencionada relación disociativa entre la lectura y la escritura. Este discurso investigativo sería adoptado por una postura, se harían experimentos, ensayaría conceptos, demostraría algoritmos, diseñaría instrumentos para comprobar si se puede aprender a leer sin saber escribir. No obstante, en el presente texto, la escritura y la lectura forman una unidad que se retroalimentada, ninguna prexiste a la otra, ninguna existe sin la otra. Se toma como frívola la afirmación de estos enciclopedistas de marras, desestimando el rumor sobre esta disociación en la recepción de El Quijote, ejemplo, por estar respaldada, más por una anécdota que por datos. Aunque, para cierta postura, la anécdota puede llegar a cifrarse como un dato.
Lectura particular, se escribe con otros
Escribir en investigación puede describirse como, aprender a resonar con las ideas de los otros. Aquellos otros que, acumulan un esfuerzo en hacer aparecer un mundo por comprender. La resonancia es un momento de acuerdo entre extraños, entre distintos. Todo ente tiene su propia frecuencia de oscilación (el columpio, el hijo), en tanto, dotado de materialidad y capacidad de operación. La planta es operación del sol, los animales son operación del alimento y la procreación, los hombres son operación, además, del lenguaje. Alguna cosa de uno de los dos extraños, encuentra una vibración coherente con alguna cosa del otro, basta que haya un medio propagador y organizador en la gramática. La escritura es un efecto cíclico de la lectura, o un efecto de doble vía en la resonancia. En medio de esta resonancia, hay un sujeto que se beneficia con el aumento de la amplitud de oscilación total del sistema, propio de toda resonancia. La resonancia puede tener efectos destructivos o constructivos. De tal suerte, un infarto también es una resonancia eléctrica destructiva, el entusiasmo es una resonancia química constructiva; aunque un entusiasmo pueda llevar a un infarto. Esto último, sería otra cosa distinta, a empujar al hijo en un columpio, que también es una resonancia. Si no coincide la frecuencia del empujón del padre o la madre, con la frecuencia del mecerse del hijo, nunca se incrementará la oscilación tan querida por la infancia.
Si se pudiera asegurar algo, se diría que, la resonancia, como analogía, puede ser productiva y, puede facilitar la comprensión de un asunto tan complejo como escribir conversando con otros. Aquellos otros que, han tenido el celo de pensar las posibilidades generales de un asunto. Leer es honrar a los que han escrito antes. Escribir es también honrar a los lectores. Leer es honrar a los que leerán también lo que se ha venido leyendo, aquello que se ha llamado a sí misma, humanidad. Esta humanidad ha ido seleccionando, estudiando, ensayando y aprovechando un grupo de lecturas privilegiadas. Es cierto, hay otras legiones de escritores que no tienen circulación global, entonces, es ventajoso un conocimiento de las lecturas universales para tener más posibilidades en lo marginal, lo local, lo particular de las culturas y sus formas de vida.
Conocer a Karl Marx y Sigmund Freud es más relevante y prometedor que conocer a los marxistas y freudianos. Con ese conocimiento, se podría llegar a ser marxista o freudiano y desde ahí, tomar lo particular, las formas específicas en el estudio del mundo, de una región, una comunidad, un colectivo, una empresa. Incluso entonces, tomar, desde una postura particular, la mirada de los comentaristas de esos clásicos, pero ya domeñados. Habría que superar la lectura de Estanislao Zuleta, leyendo a Marx, Freud y Cervantes. Recomendación: que la lectura de los contemporáneos (Slaboj Zizek, Peter Sloterdijk o Byung-Chul Han), no distraiga la lectura de los clásicos y, tal vez, favorecer el encontrar las fuentes de otras soluciones para el mundo, tal como lo intentan estos mismos escritores contemporáneos. Se podría decir, como aliteración del refranero: un libro clásico, a nadie se le niega. En el mismo nivel de necesidad que el agua, los saludos, la palabra de Dios, la candela; son necesarios los libros clásicos.
Jorge Luis Borges, al inicio de su conferencia sobre La Cábala, rescata la etimología de Clásico, viene de classis, shipshape, se puede traducir como ordenadísimo. Además, la etimología que regala el escritor argentino, remite a un “libro eminente en su género”. Leer los clásicos es una oportunidad innegable a los que vienen. Escribir en investigación es incorporarse a ese delirio del decir eminente, ordenado con otros. Estudiar los clásicos puede enseñar sobre la forma en que se ordenan lo textos eminentes en una disciplina. Hay obras eminentes en su género, el prestigio alcanzado testifica su falta de historia, su actualidad permanente, su testimonio de lo que siempre seremos, su clarividencia necesaria.
La escritura en investigación puede encontrar una forma de tramitar que es particular, tienen una particularidad que hace conjunto: los conjuntos de la forma jurídica de la autenticidad, la forma ética de la responsabilidad, la forma científica de la veracidad. Estos conjuntos incurren en la transformación de la escritura, con la lectura incesante de los antecedentes que son, todo saber. Cada forma de los conceptos (autenticidad, responsabilidad y veracidad), en una investigación, tendrían una escritura que se ajusta a una forma discursiva propia a una tradición.
La forma educativa agrupa estas formas anteriores, para tomar decisiones sobre el saber determinante para las futuras generaciones y la forma de entregar un ímpetu de saber. Las nuevas generaciones encuentran siempre la manera de hacer diferencias, pero tienen la oportunidad, de conocer a fondo aquello, de lo que tienen necesidad de separarse. Es una deontología, esa responsabilidad cultural de entregar lo anterior, los que reciben decidirán qué hacer con ese legado, no podrían tomar la decisión sin tenerlo. Dejar de asistir a la responsabilidad de entregar lo anterior, puede tener efectos demoledores en la cultura, en tanto desaparece la oposición. Sin la oposición, las futuras generaciones, ya no tendrían contra qué organizar las opciones. Una forma de ilustrar lo que se dice, es la siguiente, la llamada cultura juvenil tiene un principio de oposición a las formas culturales de sus padres y adultos. Eso es así, al menos, en la cultura occidental, aunque los jóvenes hacen otras cosas por fuera de esta oposición. Pero, si la oposición es el principio ordenador del progreso, entonces, cuando el adulto educador emula la escritura de las culturas juveniles, porque confía en que así tendrá más recepción, más proximidad con sus estudiantes; podría estar suprimiendo el principio del progreso, que es la contradicción, en este caso, el conflicto alrededor del saber.
En términos educativos, la formación es un efecto de la disposición de un acceso a un legado, legado que hay que conquistar con trabajo intelectual. La operación que se propone, es de ampliación más que de sustitución. La escritura ficcional es muy importante, tan importante como la escritura investigativa, pero tienen diferencias tonales, ortográficas y arquitectónicas. La ficción es la primera persona íntima (la ficción es también esa intimidad). En cambio, la escritura investigativa es separación de esa intimidad. Cuando trabajan juntas es posible una escritura en investigación que estudie las formas literarias de la novela francesa del siglo XIX. Habría que leer novelas, La educación sentimental, por ejemplo, primero para soñar, después para estudiar. Habría que leer para estudiar el realismo literario como movimiento artístico. De la misma forma que otros estudiaban los mecanismos ocultos en las mesas de los salones de las médiums, en esa misma París del segundo imperio.
El riesgo de las formas de tramitar en la escritura no es particular, es singular, hay algo que no hace conjunto. Lo que no hace conjunto se puede jugar en la ficción y en la poética, pero no en la investigación. La ficción y la poética, hacen de la primera persona gramatical, una entidad producida por las posibilidades de ensanchar el mundo. En la investigación cambia el tono de la escritura, necesariamente. Lo que es la primera persona en La educación sentimental, de Gustave Flaubert, queda excluida en la escritura de la investigación. En la novela, el estilo indirecto libre es un narrador que puede describir lo que piensan los personajes, habla como personaje que habla de otros personajes. La narratología puede hacer una investigación sobre esto. Cuando Flaubert se inventa este estilo, no pensaba en una categoría narratológica, estaba haciendo otra cosa, poniendo a prueba en la escritura, tal vez, la escritura misma.
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