Ensayos y Artículos de reflexión
La emergencia de la mirada, su
positividad y relación con el saber
Yudy Castellanos Delgado
El siglo XIX
estuvo fuertemente marcado por la soberanía de la mirada, “ya que en el mismo
campo perceptivo, siguiendo las mismas continuidades o las mismas fallas, la
experiencia”[1] leía
de inmediato las lesiones visibles del organismo y las relacionaba con formas
patológicas, es decir, la ojeada antecedió el principio o verdad. Pareciese que
de entrada el texto convocará a pensar en la unidad de la mirada médica, no
obstante, es imprescindible advertir que tiene una pugna por la libertad, por
la “totalidad abierta, infinita, móvil, desplazada sin cesar y enriquecida por
el tiempo”[2] .En
últimas la mirada que se convertiría en el receptor y en una de las principales
fuentes de claridad.
La mirada del
médico halló en el hospital el lugar de las verdades recurrentes, las
enfermedades se agruparon por órdenes, tipos y especies, es decir, la
enfermedad encontró un lugar elevado, cabe recordar que fue gracias a las
irrupciones que se transformó la idea que circulaba para la época y que
defendía que el seno de la familia y los hospicios de caridad eran el lugar
natural de la enfermedad. El cruce de fuerzas como las exigencias de la
reorganización del saber, la disolución de los privilegios sociales y la
cobertura de la salud para la nación, permitieron que al estado se le
adjudicará el hospital, de ahí, que fuese condición de posibilidad de los
libres experimentos, la enfermedad se veía continuamente confrontada con una
mirada que se proponía leerle, el hospital fue el lugar que proporcionó el
saber al maestro.
Lo que se
veía y leía de la enfermedad, lo que consiguió el enfermo al exteriorizar su
dolencia por medio del lenguaje, fue la antesala para el registro mediante la
escritura, este registro permitió la sistematización e interés por parte de un
grupo privilegiado que anhelaba que el saber superará el estatus del
esoterismo, de charlatanería, es así como, “La clínica aparece como la solución
concreta al problema de los médicos y de la definición de competencia médica”,
según Foucault se trata de una
“estructura mucho más fina y compleja en la cual la integración de la
experiencia se hace en una mirada que es al mismo tiempo saber, es decir, que
es dueña de su verdad, y libre de todo ejemplo”[3], cabe aclarar en
este punto que no se trata de la organización cronológica de eventos, más sí,
de las fuerzas que permitieron que circularán los discursos y que fueran las
condiciones de posibilidad de la institucionalización del saber en el
nacimiento de la clínica.
La clínica
emergió de una estructura discursiva en la que se encontró el médico y el
enfermo pero que se transformó, en un momento histórico en el “faltaba una
estructura indispensable: aquella que habría podido dar unidad a una forma de
experiencia ya definida por la observación individual, al examen de los casos,
a la práctica cotidiana de las enfermedades, y a una forma de enseñanza”[4], lo
anterior suscitó una organización de la medicina clínica.
La clínica
del siglo XVIII contemplara a la pedagogía, este componente fue el que organizó
los conocimientos médicos y el saber de la enfermedad, la pedagogía suscitó la
transposición de ver/aprender a mirar/saber mediación posible gracias al
lenguaje. Según Foucault el saber se transmite mediante la palabra, y “triunfa
quien lleva en ella la mayor verdad”[5], se trata como indica el
autor, sacar a la luz, descubrir, como valor positivo de la iluminación.
La necesidad
de la enseñanza de la medicina por la práctica misma hace que el rol médico
pase de acciones por descubrir la enfermedad en el cuerpo del enfermo, a
aprendices que están bajo la orientación de un médico enfrente de los casos susceptibles
de instruir, es decir, la clínica a su vez debió ser más que un espacio de
encuentro del enfermo con el médico, debió formar constitucionalmente un campo
enteramente estructurado, adicionalmente el sujeto como portador de enfermedad
no fue relevante, el foco de los médicos era la enfermedad como objeto, sin
importar el cuerpo que la portará. Para este punto la mirada ya no es la misma,
no es poseedora del análisis, ahora es vigilante del lenguaje exterior al que
recurre para confrontarle y visibilizarle. Las facultades se muestran como
instituciones duales por poseer poder/saber, en el marco de la legitimidad,
estas instituciones también se vieron permeadas por el cierre, la apertura y la
posterior organización del saber.
La
positividad de la mirada permitió que
circularán discursos a propósito de la enfermedad y su relación con el saber,
la institucionalización del saber en “la clínica es probablemente el primer
intento en formar una ciencia únicamente sobre el campo de lo perceptivo y una
práctica sólo sobre el ejercicio de la mirada”[6], es así como la mirada se
ofrece a la enfermedad y al mismo tiempo la configura, ello gracias a los
códigos perceptivos, entonces, la enfermedad se presenta al médico de dos
formas, como síntoma o como signo, de
ahí que el saber anticipador del médico de cuenta de la deducción rigurosa, por
tratar de identificar el signo, a partir de los síntomas por medio del estudio
de casos a través del tiempo.
La positividad de la mirada en relación con el
saber clínico, se configura a través de la descripción de los hechos en su
dominio hospitalario, lo que hace referencia a ver y decir lo que es visible al
ojo del médico y un segundo dominio que es el pedagógico que hace referencia a
ver, saber y enseñar. Para este momento del texto, el cuerpo es visto sin
prejuicios, se trata de un cuerpo comprendido como un contenedor de órganos y
tejidos, que pueden estar siendo afectados por una enfermedad o fiebre que se
manifiesta mediante síntomas que anteceden a un signo, es por eso que si bien
la mirada médica ha facilitado la comprensión del fenómeno, se fortaleció con
otros sentidos como lo fueron el tacto y el oído (todos como técnicas de
supervisión), manera multisensorial que se será vista como la acción
anticipadora al triunfo de la mirada médica confrontado en la muerte, más
específicamente con la autopsia.
Esa trinidad
previamente mencionada, enuncia el acorralamiento del mal por señales, medido
en la profundidad, sacado a la superficie, por la disección y que fue apartado
de toda posición moral. La idea de muerte fue en principio la amenaza que
invalidaba el saber y su capacidad para apartar del enfermo su dolencia pero
también el momento de confrontación de lo que se había dicho, o descrito. La
mirada ahora determina la intervención de las técnicas que salían del círculo
de lo visible. Llegado este punto no es secreto que en el nacimiento de la
clínica la muerte será el objeto de estudio de la medicina, y aún más cuando se
trata de síntomas mudos que por su carácter no visible permanecen internos, sin
aflorar a la superficie; pero que por cuenta de la trinidad y su encuentro en
ocasiones con la disección, daban el voto positivo del saber anticipador.
Con todo, el nacimiento de la clínica da cuenta de una mirada
que aunque en principio se le denominó como fuente de claridad, no fue el único
recurso para que el saber ocupará un lugar en la clínica, la enfermedad y su
positividad, permitió la clasificación, la organización y las no continuas
etapas en que se veía como un fenómeno que debe seguir las reglas de la
naturaleza, la enfermedad como objeto y el enfermo como sujeto y su
transposición como objeto de estudio. Es así como la mirada no ha sido fuente
de verdad, su rol más bien ha sido sugerir condiciones de posibilidad de enunciados,
que van desde la ligera apreciación que se hizo de la enfermedad, el enfoque
del ojo, su desvanecimiento por cada detalle, su prolongación y especialización
en el marco de un saber empírico pero que poco a poco fue nutriéndose de
práctica, teoría, experiencia, vida, muerte, pero que va permitir que la
medicina logre institucionalizar su propio discurso.
Con todo el
presente ensayo habla de la mirada y su positividad haciendo referencia a “su
unidad a través del tiempo”[7] al
“espacio limitado de comunicación”[8], con
la positividad de la mirada se pueden desplegar identidades formales,
continuidades temáticas, traslaciones de conceptos, juegos polémicos. La mirada
como condición de emergencia de los enunciados en su dispersión, el cruce de
fuerzas que permitió dar cuenta de una no linealidad, no coherencia, no
unificación, no verdad; se trata, de una paulatina transformación que ayudó a
detectar síntomas y a configurar síntomas diferenciándola de todo registro,
de todo leve recorrido
sin limitación con variables acontecimientos. La mirada médica gracias al
movimiento autónomo previamente descrito, en convergencia con el saber cómo
centro de dispersión, logró permear la experiencia médica, esto en el marco de
un círculo que no está limitado, sino por el despliegue de ella misma.
BIBLIOGRAFIA
Foucault Michel. El Nacimiento de la Clínica. Una Arqueología
de la Mirada Médica. [Libro]. - Argentina : Siglo veintiuno
editores S.A, 2003.
Foucault, Michael. La
Arqueología del Saber. Siglo XXI.
Editores Argentina S.A. 2010
[1]
Foucault, Michael. El Nacimiento de la
Clínica. Una Arqueología de la Mirada Médica. Siglo XXI. Editores Argentina S.A. 2003 p. 17
[2] Ibídem.,
p. 53
[3] Ibídem.,
p. 123
[4] Ibídem.,
p. 81
[5] Ibídem.,
p. 79
[6] Ibídem.,
p. 68
[7]
Foucault, Michael. La Arqueología del
Saber. Siglo XXI. Editores Argentina
S.A. 2010 p. 166
[8] Ibídem.,
p. 167
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