lunes, 9 de agosto de 2021

Leer y escribir 12

 

LEER Y ESCRIBIR

 

Un encuentro íntimo consigo mismo

Sandra Téllez

 

“Si uno pasa sin cesar de libro en libro, sin detenerse jamás,

sin retornar de cuando en cuando a la colmena con su provisión de néctar,

y, por tanto, sin tomar notas ni constituirse por escrito un tesoro de lectura,

se expone a no retener nada, a dispersarse a través de

pensamientos diferentes y a olvidarse de sí mismo”

(Foucault, 2010, 941)

 

 

Quizás uno de los asuntos más contundentes que revele la esencia de nosotros mismos, es la escritura, en tanto que se configura en una práctica libre y ética que da cuenta de nuestros esquemas de pensamiento, experiencias y subjetivación del discurso. Por su parte, la lectura se convierte en el portal que abre a nuevas realidades y culturas, en las que el lector se cultiva al establecer una relación íntima y personal con aquello que lee, reconociendo de antemano que puede ir y venir al libro cuántas veces desee y no visto desde la desidia, sino a partir del sentido que le ha otorgado al acto de leer.

Hoy, en las universidades se cuestiona sobre las prácticas de lectura y escritura de nuestros estudiantes en la elaboración de distintos documentos, pero específicamente en lo que corresponde a las tesis y trabajos de grado ¿qué estará sucediendo? ¿Se lee menos que hace 20 años? ¿La lectura y la escritura estarían en vía de extinción? ¿Los dispositivos tecnológicos superaron el olor de las páginas de un libro antiguo? ¿Las bibliotecas y las librerías dejaron de ser espacios de encuentro con innumerables obras? Parece ser que las preguntas ya no recaen solamente sobre el no lector, también en todo aquello que tiene la posibilidad de ser leído y escrito.

Actos que sitúan una relación consigo mismo alejada de la soledad, disipando pensamientos y dando espacio a crear y recrear nuevas formas de estar en el mundo. En ese sentido, valdría la pena discutir la relación que tejen los jóvenes de nuestras instituciones educativas con la lectura y la escritura, en razón a que probablemente, se vinculen más a un asunto de desempeño escolar y no como posibilidad de cultivarse, a la vez que se configura en una práctica cultural. Por ello, es importante distinguir saber leer, del gusto o placer por la lectura. Cada vez que inicio un semestre en la universidad, hago tres preguntas a los estudiantes, ¿le gusta leer?, ¿qué lee? y ¿cuánto tiempo lee?, y, en promedio, sus respuestas reflejan una baja preferencia por la lectura, leen sólo los textos propios de la clase y lo hacen por menos de una hora diaria; en el mejor de los casos, algunos alcanzan a leer uno o dos libros al año, superando el dato de lectura las mujeres.

Y es allí, cuando me pregunto por la manera de aproximarlos a la lectura y a la escritura, cuando posiblemente en casa el acceso a los libros fue restringido a partir de cierto capital cultural de sus padres, o simplemente, tienen una visión pragmática del asunto y de acuerdo con ello, se acercan a los libros con finalidades distintas. Por ello, he pensado que una forma de iniciar estos actos podría ser a través de la escritura de sí como un ejercicio autobiográfico, en el que relata una verdad propia, singular y única a través de la subjetivación. Dicho de otro modo, el hecho de escribir permite construir una unidad discursiva con lo que la lectura ha dejado dentro de sí, por ello, estos dos actos son indisolubles.

Posiblemente, cuando el estudiante se acerca a escribir su tesis o trabajo de grado, lo primero que lo embarga es un profundo temor frente a cómo plasmar sus pensamientos y las construcciones que va realizando poco a poco en la medida que aborda distintos autores en medio de una carrera contra el tiempo; y olvida quizás lo más relevante, y es que a través de la escritura se configura identidad y, que para ello, es necesario dialogar consigo mismo, reflexionar, detenerse a pensar que, con el documento que genera, ejerce acción sobre aquel que va a leer, a través de su propia escritura y viceversa.

Estas breves líneas, pretenden reflejar que la lectura y la escritura resultan ser una expresión de sí mismo y una manera de estar presente para el otro. Pensemos por un instante lo que significa para nosotros escribir para alguien y lo que siente ese otro al leernos, es como si fuésemos capaces de mirarnos en un mismo tiempo y espacio. Por ende, no basta con creer que nuestros estudiantes deberían llegar a la universidad sabiendo leer y escribir y que es la escuela la responsable de ello, sino que, esto es un asunto de encuentro personal, de las relaciones que ha establecido con los libros, las palabras y las cosas dichas en sus vidas… no podría ser de otra forma.

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