Leer y escribir
Robinson Roa Acosta [1]
El lugar de quien escribe y de quien lee
El ejercicio de la escritura es quizá unos de los más intrincados dentro de las posibilidades de expresión de toda persona. No solo se requiere querer decir algo sino además avanzar en cómo decirlo de manera tal que no se salga, se extravié de lo que se quiere decir. Lo que se expresa a través de la escritura es precisamente la manera como se inscribe en nuestro cerebro el pensamiento del mundo que percibimos, todo ello sin que entendamos científicamente, claramente, este lenguaje químico-físico (neurofisiológico) en cuanto a cómo es posible transformarlo en un lenguaje que adquiere significado para quien lo escribe y lo lee, a partir de lo que ya tiene inscrito en su propio pensamiento. Es decir, se puede enunciar que quien lee, lo que hace a partir de una inscripción previa de un pensamiento a cerca de algo que tiene otro, y que lo que hace es inscribirlo a su pensamiento según su propia percepción.
Luego entonces la lectura se constituye en transferir “un algo” –real, abstracto, soñado, analizado, interpretado- asociado a un mundo, cuerpo, objeto, modelo o fenómeno que se construye a través de las palabras que según como se organicen darán cuenta, naturalizarán un algo. Precisamente como se organicen las palabras y las características de ese “algo” se pueden evidenciar lecturas con diferentes niveles de complejidad. En tal sentido, se puede señalar que la escritura es un ejercicio laborioso, que requiere mucho tiempo y razonamiento ya que hay que construir el “algo”; en la lectura este ya está construido. Sin embargo, el acto de leer previo a escribir, presupone un ejercicio similar. Incorporar para si, lo que otro tiene incorporado y ha escrito para mi comprensión y regocijo. De cuya apropiación puede surgir mi deseo por escribir.
[1] Profesor Investigador, catedrático, Departamento de Biología y Departamento de Postgrado en Educación. Universidad Pedagógica Nacional de Colombia.
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