sábado, 21 de diciembre de 2019

Leer y escribir 6

Leer y escribir

El cuerpo escribe, el cuerpo lee: el se habla desde la Educación Física

 

Claudia Ximena Herrera Beltrán[1]


“El lenguaje es, como saben, el murmullo de todo lo que se pronuncia, y es al mismo tiempo ese sistema transparente que hace que, cuando hablamos, se nos comprenda; en pocas palabras, el lenguaje es a la vez todo el hecho de las hablas acumuladas en la historia y además el sistema mismo de la lengua”[2].

El lenguaje del cuerpo en lugar de utilizar palabras para nombrar las cosas, los sentimientos, las emociones, utiliza los movimientos, los gestos, las señas; con el cuerpo se hablan mil dialectos y se leen otros tantos. Un sinnúmero de movimientos y gestos enlazados al parecer en armonía hablan por nosotros, incluso antes de que la palabra sea dicha, reemplazándola, diciendo más, ocultándola e incluso acallándola, el lenguaje del cuerpo está antes que la palabra, la respalda, la precede[3], y también la reemplaza; sin embargo para darle validez al ejercicio de decir desde el cuerpo, es necesaria e imprescindible la palabra como testigo del gesto, como testigo de la señal.

Esa necesidad de corroborar lo dicho, va reposicionando el valor y pericia de la lectura y la escritura del cuerpo hecha permanentemente por los sujetos en su cotidianidad, en un intento por atrapar lo fugaz, lo innombrable haciéndolo decible; así, el habla también inscrita en el ejercicio de lo académico, ubica otros lenguajes y tensiona a muchos sujetos cuyas prácticas son esencialmente corporales, a colocarse del lado de los que obligados pero inmensamente enriquecidos asumen el bilingüismo: Escribir lo que siente-expresa para ser por otros leído, interpretado y respondido nuevamente en el espacio de lo expresivo, en un juego entre niveles distintos, del habla al movimiento y viceversa, a veces sin traducción, en el ejercicio permanente de construir academia.

¿Por qué leer, por qué escribir como un requisito necesario para tener derecho a ocupar un lugar en el pequeño reducto del intelectual de la educación, cuando la disciplina académica tiene como forma de comunicación el movimiento del cuerpo como es el caso de la Educación Física, de la expresión corporal, del movimiento?

¿Cómo hacer que el cuerpo en el ejercicio de expresarse, convierta los gestos, las señas, en escritura? ¿Interrogar al maestro, al estudiante de educación física acerca de su saber, de su experiencia, cuando se han privilegiado los códigos expresivos; conminándolos a escribir lo que no ha sido producido desde tal estructura? ¿Y, ese lenguaje corporal se hace prescindible si no puede ser leído convencionalmente? 

Sin embargo, antes de responder estos interrogantes, es urgente reconocer el papel normalizador que ha jugado la educación física a la hora de educar al niño en el espacio escolar, y que ha consistido en regular, acompasar el movimiento a ciertos tiempos que se se dan hoy por sentados. Así, las cosas se trata de encauzar la expresión corporal, privilegiar el silencio[4] desde la urgencia de alcanzar el orden como garantía de utilidad[5], mientras se observa atentamente, la aparición de la señal que anuncia el único movimiento aceptado, acompasado y homogéneo, que es el de toda la clase, en donde es posible expresarse en forma controlada[6] desde el movimiento corporal o desde el habla. Así que si queremos pensar en otro principio rector de la formación universitaria y que paradójicamente es alcanzado a partir del cuerpo por prácticas escolares -Educación Física- que supuestamente le liberarían de las ataduras del espacio y del tiempo, este sería el silencio, lugar privilegiado para la señalización en donde la expresión corporal estaría dada por la lectura desde el silencio, el apenas murmullo y la escritura desde el sonido y no desde ruido.

Volviendo a los anteriores interrogantes, si, es necesario e imprescindible, además de la expresión corporal, esa otra forma de expresar que es el habla y la escritura. Entre otras cosas porque en el lugar en donde estamos, hay otros, lo que invita a también desde las reglas a que esos otros sujetos y espacios nos conminan, en particular por que estamos allí y queremos  -no podemos no- hacer parte de eso. Se trata de expresar desde la escritura, la emoción que la corporalidad experimenta, leer a otros que experimentan el cuerpo y escribir sobre eso que experimentamos por la pura satisfacción de hacerlo; de la lectura a la escritura en un juego incesante, afán de comprenderlo y decirlo todo de dos maneras, juego que aunque parece privilegiar lo teórico sobre lo práctico, termina invalidado por el cuerpo al expresarse. De este doble juego, salimos enriquecidos gracias a una nueva forma de expresión: la escritura, esa que por tanto tiempo hemos dejado de lado en aras del gesto.

Así mismo, forzar la escritura de lo dicho desde otros lenguajes, obliga al conjunto de los teóricos de la disciplina de la Educación Física a preguntarse por las relaciones entre hablar-callar, obliga a preguntarse por el silencio y el ruido, por la escritura y la lectura desde el cuerpo, en suma interrogar el cuerpo y el lenguaje uno arruinando, el otro siendo arruinado; obliga también a reflexionar acerca de la lectura y sus fines, de su sentido, de su alcance, de sus temas, de sus placeres y de sus fobias. E incluso a preguntarse por el oficio del maestro desde las características de su saber, desde sus fuentes escritas, de sus manuales, de sus métodos, de sus medios y de la obligatoriedad de participar de ese nuevo orden gramatical[7], y obliga finalmente a establecer relaciones con las otras disciplinas a las que interrogan desde unas formas de expresión que son distintas.

De este modo, los regímenes en los que entra el cuerpo, son los de leer y escribir de manera automática e inconsciente, pero también consciente, escribir sin saber que escribe, leer sin saber que lee, pero también releer y reescribir en largos o cortos intercambios o en ausencia de interlocutor; en suma, el cuerpo está preparado para leer la señal, pues el sujeto se expresa de formas variada, pero además traduciendo todo ello al habla: a la escritura y a la lectura a una gramática que para nuestro caso se anuncia imprescindible al lado de la expresión corporal en el ámbito universitario.

Si, trabajo dispendioso y complejo, pero necesario a la hora de entablar un diálogo académico, un ejercicio intelectual que no podemos dejar de hacer como profesores que somos, en tanto favorecemos la formación y educamos en la relación permanente con otros que como nosotros se expresan corporalmente, pero que también leen y escriben. La emergencia del decir, desde la diferencia del pensamiento que se expresa mediante la palabra, es hoy impostergable.   

Como diría Foucault se trata entonces de convertir la expresión del cuerpo, aquello cotidiano y mágico que quiere ser, en un lenguaje que por su obligatoriedad y sus características de forma, norma y nombre apenas alcanza el estatuto de obra y no de literatura[8]. Es decir, escribir desde la necesidad imperiosa de la mano y el alma.

Bibliografía 
Foucault, Michel. (1996). De lenguaje y literatura, Barcelona, Paidos, p.64
Burke, Peter. (1996). Hablar y Callar, Barcelona, Editorial Gedisa. p. 39.  
Bourdieu, Pierre. (1985). ¿qué significa hablar? Madrid, Ediciones Akal, S. A. p. 35.



[1] Profesora Maestría en Educación. Doctora en Educación. Coordinadora Proyecto Cuadernos EESMAE.
[2] Foucault, Michel.: De lenguaje y literatura, Barcelona, Paidos, 1996, p.64
[3] “Jacques Derrida dice que la lengua usa a quienes la hablan en lugar de que sean estos quienes se sirvan de ella”: en Burke, Peter.: Hablar y Callar, Barcelona, Editorial Gedisa. 1996, p. 39.  
[4] No en vano invitaba Burke a estudiar el silencio si se quería comprender las reglas del habla. Cfr. Burke, Peter, Op. cit., p. 26-28 
[5] “...resulta también tentador especular acerca de una posible relación entre el silencio (o más precisamente, la palabra controlada) y el surgimiento del capitalismo” Ibid., p. 173 
[6] “la aparición del autocontrol corporal, que incluía (poner freno a la lengua) fue un movimiento general europeo...” Ibid., p. 173
[7] “El buen uso es producto de una competencia que constituye una gramática incorporada tomando expresamente la palabra gramática (y no tácitamente como entre los linguistas) en su verdadero sentido de sistema de reglas cultas, derivadas del expost del discurso a efectuar”. Bourdieu, Pierre.: ¿qué significa hablar? Madrid, Ediciones Akal, S. A. 1985 p. 35.   
[8] Foucault, Michel, Op. cit., p. 68. 

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