sábado, 21 de diciembre de 2019

Reseñas 6

Reseña

Moreno, P. (2010). En el corazón de la zona gris. Una lectura antropológica de los campos de Auschwitz. Trotta. Madrid, España


Iván Mateo Cubides Velasco[1]


La imposibilidad de relatar uno de los episodios más controvertidos y problemáticos de nuestra historia reciente es lo que intenta superar Paz Moreno Feliú, catedrática de Antropología Social en la UNED, con En el corazón de la zona gris, libro en el que aplica técnicas y formulaciones teóricas de la Antropología Social al estudio de documentos relacionados con los campos de concentración, que como lo comenta ella es “tratar de reinterpretar el conocimiento fragmentario que tenemos sobre los diversos aspectos de dichos campos” (Moreno, 2010). Cabe distinguir de este modo dos tendencias opuestas relacionadas con el estudio de los campos de concentración. La primera es la de quienes afirman que no resulta posible reflejar, ni acaso llegar a comprender, lo sucedido allí, ya que, como sostiene Primo Levi en sus memorias sobre su reclusión en Auschwitz, “nuestra lengua no tiene palabras para expresar esta ofensa, la de la destrucción de un hombre” (1987). Reconocen autores como Levi las dificultades que conlleva tratar de entender aquello que parece estar más allá de los límites de nuestra comprensión, donde el lenguaje cotidiano falla en su expresividad y los mismos supervivientes se encuentran impedidos para relatar lo que allí les sucedió, estableciéndose una inconmensurabilidad entre palabras y hechos. Como contrapartida a esta sensación de impotencia ante un acontecimiento que parece arrebatarnos la posibilidad misma de su expresión, cabe destacar esfuerzos como los de Moreno Feliú, quien se propone analizar textos escritos en torno a los campos de concentración, como memorias de los presos, actas judiciales, obras académicas, descripciones e informes de los S. S., con el objetivo de entender lo que allí sucedió, incidiendo en que no se trata tanto de un estudio del genocidio, sino más bien de las relaciones sociales que se establecieron en el campo.

Lo realmente diferenciador y potente de los análisis de Moreno Feliú respecto a los numerosos libros y estudios que han surgido sobre este tema es que ella se ocupa no ya de las grandes historias, sino de las pequeñas vivencias o experiencias cotidianas, donde desciende hacia el nivel de la “cotidianeidad antropológica”, al abarcar los problemas y conflictos de los presos permitiendo aprehenderse si se traduce “la devastación vivida por las personas” que estuvieron en Auschwitz, al “día a día de una situación excepcional” (Moreno, 2010). La pregunta que inicia este libro es si, por medio de una lectura antropológica de fuentes escritas, se puede llegar a comprender la realidad cotidiana de los campos de concentración, para ello, Moreno Feliú parte de un análisis de todo tipo de documentos surgidos a raíz de la experiencia de concentración en Auschwitz, aun sabiendo que nunca habrá una versión única, que los distintos testimonios pueden contradecirse o presentar ambigüedades y que la gran mayoría de las víctimas no pudieron dejar constancia de su vivencia. Estos cuestionamientos no van a impedir, según la autora, un estudio etnográfico como el que ella propone, en el reconocimiento de que todo documento, también los relacionados con los campos de concentración, puede ser estudiado por medio de un análisis textual, que plantee temas y cuestiones característicos de la disciplina antropológica, como las relaciones sociales, las rutinas temporales o los ritos. De este modo hay una pretensión por parte de la autora por alcanzar un equilibrio comprensivo, que no se centre sólo en los relatos de los distintos narradores, ni en la descripción objetiva de sucesos externos, sino que trate de encontrar, a partir de la vinculación de estas dos dimensiones, “la voz propia de la investigación”, manteniendo al mismo tiempo “la gran variedad de versiones e interpretaciones que los distintos memorialistas dan de los sucesos” (Moreno, 2010: 19), con el objetivo de entender ese momento de la historia. El texto aborda una explicación de la genealogía del concepto “campo de concentración”. Ese modo de reclusión dista mucho de ser una novedad en la Alemania de los años cuarenta, habiéndose dado en numerosas ocasiones a lo largo de la historia; sin embargo, lo que diferencia a los campos de concentración nazis de los anteriores procesos de reclusión es el momento en el cual el campo de concentración se convierte en un campo de exterminio. A esta dimensión destructiva, debemos añadir también un elemento de productividad laboral, ya que, hasta el momento de su eliminación en las cámaras de gas, los prisioneros eran utilizados como mano de obra, prácticamente esclavizada, para la edificación de los grandes proyectos arquitectónicos del Tercer Reich. 

Aclarado este concepto, Moreno Feliú pasa a describir la geografía de los campos, ilustrando sus descripciones con mapas e incidiendo en el hecho de la desconexión entre espacios y separación entre prisioneros, como otro modo de control de las autoridades. A continuación, la autora pasa a estudiar las memorias de los presos desde el inicio de su cautiverio, es decir, intenta comprender el momento de entrada al campo desde una óptica antropológica, como un rito de iniciación que supone la pérdida de toda la vida anterior y la desvinculación de todo lo que les era propio, de toda subjetivación. Para ello, la autora recurre a la estructura en tres fases la cual caracteriza a todos los rituales de iniciación: de este modo, la desvinculación se concreta en la detención impune de los presos; la transición equivale a su transporte en vagones de tren para ganado; y, por último, la reincorporación tiene lugar en la rampa de acceso a los distintos campos, donde se llevaba a cabo la selección de los presos. Esta entrada al campo es relatada por los que lo vivieron como un momento de deshumanización no sólo debido a la situación de cautiverio y al arrebatamiento de sus objetos personales, sino a la separación entre familias, la total desnudez e indefensión ante los guardias y la sustitución del nombre propio por una cifra tatuada en el brazo. La descripción de este proceso, cuyos elementos, según la autora, recuerdan a las marcas simbólicas de esclavitud, nos puede ayudar a comprender el momento de ruptura con toda la vida anterior. Moreno Feliú recurre al análisis tanto de testimonios en primera persona de los supervivientes como de informes oficiales de los S. S., para tratar de reconstruir ese momento, pero se encuentra con límites que dificultan la comprensión, como la muerte inmediata en las cámaras de gas de millones de presos, aspecto que obstaculiza el estudio etnográfico y que diferencia la realidad del campo de concentración de cualquier otra que podamos imaginar, ya que en Auschwitz la muerte está tan presente que no resultan posibles ritos de paso funerarios. Ahora bien, este hecho, esta imposibilidad constatada por los supervivientes, se convierte en “normal y cotidiano” (Moreno, 2010) en la realidad más inmediata de los presos. 

Vemos entonces cómo los posibles bloqueos a la comprensión se resuelven, por medio de este enfoque, en la descripción de una terrible cotidianeidad. El siguiente paso de esta búsqueda antropológica es la descripción de las rutinas temporales del campo. Se detalla una concepción del tiempo que se sale de los márgenes habituales de nuestra comprensión, al no existir en los campos relojes, ni calendarios, al haber sido arrebatado el pasado a los presos y no poderse concebir un futuro próximo. Se trata de un tiempo presente, marcado por la violencia impune e inesperada de los S. S. sobre los prisioneros, donde lo único que prevalece es la voluntad de perdurar. Sin embargo, incluso en esta situación excepcional cabe localizar puntos fijos o rutinas, como la llamada a formación diaria, donde se pasaba lista a los presos, la jornada laboral, marcada por el sol o los domingos, cuando no se solía trabajar; momentos estables que no sólo hacían algo más ordenada y vivible la vida de los presos, sino que nos pueden ayudar en el presente a comprender cómo se organizaba la vida en el campo. Asimismo, el capítulo quinto presenta una descripción de las jerarquías sociales que se establecían en el campo, no sólo por la diferencia entre guardias y prisioneros, sino por la categorización de éstos según su estatus, claramente delimitado con un complejo sistema de triángulos y números, cuya consecuencia más inmediata y probable era la supervivencia de los presos de mayor categoría. Cabe distinguir de este modo una cierta organización social, que se diferencia, no obstante, de cualquier otro tipo de estructura social, en que en Auschwitz se mantenía estable la diferencia de rangos en la jerarquía, pero no las personas que permanecían en los cargos, dada la enorme e imprevista facilidad con que los presos podían ver cambiada su situación y la inmensa tasa de mortalidad que caracterizaba la vida en el campo. 

EditorialEl capítulo siguiente consta de un riguroso análisis sobre el sistema de circulación, es decir, el robo, venta y/o compra de los bienes que se intercambiaban en los campos, compleja actividad denominada de modo global por todos los presos como “organizar” (Moreno, 2010). Este estudio antropológico detalla las mercancías más preciadas, como la comida, ropa y zapatos, además de los lugares privilegiados para el intercambio, como las cocinas y letrinas. El principal rasgo de este proceso que lo diferencia de cualquier otro sistema de intercambio se debe a la excepcionalidad del momento, pues la situación de suspensión moral que caracterizaba al campo hacía primar la reciprocidad negativa sobre cualquier otro tipo de intercambio, siendo un sistema que privilegiaba el tomar sobre el dar, y donde ciertas cuestiones morales debían ser obviadas, ya que, por ejemplo, la mayor parte de los objetos intercambiados provenían de la desvinculación de los prisioneros antes de ser internados en las cámaras de gas. Ello producía una de las más dramáticas paradojas del campo, pues el incremento de muertes aumentaba los recursos de los presos que se hacían con estos bienes, lo cual, a su vez, acrecentaba sus posibilidades de sobrevivir. Además, surgieron ciertas alianzas o modos de organización compartidos y comunitarios, pero este tipo de relaciones, como todas en Auschwitz, se caracterizaba por su carácter inestable, provisional, anónimo y disperso. Por último, la autora pasa a estudiar los relatos orales que, al modo de leyendas o mitologías, circulaban entre los presos, como sucede con la historia de Mademoiselle Fifi, una bella bailarina francesa que arrebató una pistola a uno de los S. S. y lo mató, suicidándose después. Estos relatos, con independencia de su veracidad, al ser repetidos, versionados y adecuados a cada circunstancia, servían para levantar los ánimos de los presos y crear una cierta sensación de esperanza, incluso en los peores momentos. Dichas historias formaban parte de la imaginación colectiva de aquel momento y su recopilación en el presente nos puede servir para comprender mejor aquella realidad. Se concluye que la obra de Moreno Feliú es una aproximación, testimonial, narrativa y casi vivencial, de los horrores y vejámenes que ocurrieron en los campos de concentración de la Alemana Nazi, haciendo hincapié en Auschwitz, donde se generaron nuevas formas de ser de aquellos que fueron llevados allí, es decir, se construyeron maneras de comprensión de la vida a partir de la violencia, la desidia, la muerte, como aspectos para sobrevivir, paradoja que invita a la constante reflexión pedagógica y critica.  

Referencias
Levi, P. (1987) Si esto es un hombre. Muchnick Editores. Barcelona, España. 
Moreno, P. (2010). En el corazón de la zona gris. Una lectura antropológica de los campos de Auschwitz. Trotta. Madrid, España


[1] Estudiante de primer semestre 2019-1 Maestría en Educación. Universidad Pedagógica Nacional


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