Reseña
Cartas a quien pretende enseñar: Un Freire Provocador y
exigente
Esteban Erasmo Delgadillo Céspedes[1]
Como estudiante de la especialización, formado en otra
disciplina, acercarme a contenidos clásicos de la pedagogía resultó novedoso e
interesante, ello exigía la lectura atenta y comprometida de un texto que permitiría
adentrarse en el terreno de la pedagogía, asunto inquietarme, pues no sabía con
qué me encontraría ni a qué me enfrentaría. Dentro de todo lo leído hubo un
texto que me marcó, he hizo que me interrogara acerca del trabajo del profesor,
ese fue “Cartas a quien pretende enseñar” de Paulo Freire, texto
llamativo hasta en su título, pues en lo personal lo consideré una provocación
del autor, un reto, ¿cómo así?
El título que incluye la palabra “pretende” supone una intención, pero también una pretensión, usted se pavonea del enseñar, usted cree que está enseñando y resulta que podría no estar haciendo otra cosa que no se acerca al enseñar, por lo menos no para el autor, pues su mirada crítica a cierto tipo de prácticas escolares, lo hace caer a uno en cuenta que la labor de la enseñanza va mucho más allá de las letras y los números que rutinariamente se enseñan o de las cosas que habitualmente se hacen en la escuela y que ponen a quien enseña simplemente a reproducir un currículo preestablecido.
Con ese primer llamado del autor, van llegando a cuenta gotas sus cartas: la lectura del mundo, el miedo de quien enseña, el magisterio como última posibilidad, de las cualidades de quien enseña, el primer día de clase, de las relaciones entre quien educa y los educandos, del hablar y del oír entre el que educa y el educando, de la identidad cultural, del contexto concreto y el teórico, de la disciplina y al final saber y crecer-todo que ver, cada uno de ellos con llamados de atención para quienes ejercen o quieren ejercer el magisterio.
Entre los llamados de atención están la lectura y escritura por parte de quien “se atreva” a enseñar, acaso otra provocación de Freire, al decirnos atrevidos por enseñar a otros, por mostrar un mundo que no se acerca al que viven los que estudian. Pero volvamos al llamado de atención sobre la lectura y la escritura, dirá en el texto: “se nos impone junto con la necesaria lectura de textos, la redacción de notas, de fichas de lectura, la redacción de pequeños textos sobre las lecturas que realizamos. La lectura de buenos escritores, de buenos novelistas, de buenos poetas, de científicos, de filósofos que no temen trabajar su lenguaje en la búsqueda de la belleza, de la simplicidad y de la claridad” (Freire, 1999, p.40), como se ve todo un compromiso exigente, pues quien enseña a escribir, también debe hacerlo, tamaño compromiso, pues es la idea de quien siempre está dispuesto a aprender y esa será una exigencia para quien enseña.
Pero si ese llamado de atención era exigente, no lo será menos aquel donde nos dice que “la educación es un acto político. Su no neutralidad exige que el educador asuma su identidad política y viva en coherencia con ella” (Freire, 1999, p. 94), tremenda exigencia, no estoy enseñando un contenido, estoy enseñando una forma de vida, una forma de ver el mundo, se los digo con toda sinceridad a medida que iba leyendo el texto más me preocupaba, ¿qué esperaba este pedagogo de quienes enseñan? ¿estaría yo en condiciones de cumplir esas exigencias? Fui así interpelado en cada uno de los capítulos por Freire, cada vez más fuerte y exigente, como cuando te ponen un tema que al inicio parece sencillo y termina siendo mucho más complejo de lo que esperabas.
Es pues este texto ¿una provocación, una exigencia, una crítica?, no lo sé, deseo que otros lo lean y podamos discutir, lo cierto es que haberlo leído me mostró que no estoy entrando a un oficio, profesión o carrera cualquiera, estoy frente a un trabajo que al primero que le exige es a quien educa, y eso ya es una tarea mayúscula en la que espero no fenecer.
BIBLIOGRAFÍA
Freire, Paulo. Cartas a
quien pretende enseñar. Editorial siglo XXI Editores.2009.
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