Ensayo o artículo de reflexión
Construcción
discursiva del cuerpo femenino a finales del siglo XIX y principios del siglo
XX
Gabriel
Esteban García Martínez[1]
Tanto en Colombia como en Argentina a finales del siglo XIX
y principios del siglo XX aparece el discurso higienista y con él, el problema
de la regeneración de la raza. En este proceso, la mujer adquiere un nuevo rol
social, esta vez enfatizando su papel cómo madre y cuidadora de las nuevas
generaciones. El fin de este ensayo es entender el cambio de discursos sobre el
cuerpo femenino a finales del siglo XIX e inicios del siglo XX en Colombia y en
Argentina. La tesis de este trabajo es que dentro del cambio del rol social que
ocuparán las mujeres en la higienización y regeneración de la raza, cambiarán
al tiempo los discursos sobre el cuerpo de la mujer. La comparación entre
Colombia y Argentina nos permite reflejar cómo el catolicismo parece igualmente
mezclarse con los discursos provenientes de la medicina.
En
la primera mitad del siglo XIX, en Colombia, pese a intentos como el del Plan
Santander[2]
por crear casas de educación femenina, la educación de la mujer se encontraba
atravesada por un poder moral de orden católico. A través de la instrucción
pública, en cabeza de la iglesia católica se determinará la educación de la
mujer. El Plan de 1834 establece asignaturas para la educación de la niña:
...se recomienda inculcarles una piedad ilimitada y sólida.
El código recoge algunos objetivos precisos de esta educación a saber: formar
el corazón, las costumbres y los modales, insistiendo en la formación moral de
las maestras a cargo. Se dirá que la instrucción de la mujer debe responder a
la formación de buenas esposas, buenas hijas y mejores madres de familia; de
este modo, la casa, la religión y las artes y oficios para la época, dibujarán
su horizonte social (Echeverry, 1989: 368, citado en Herrera Beltrán, 2011, p.
502)
En
ella, aparecen valores tradicionalmente católicos sobre la forma en la que
deben comportarse las mujeres, asociadas a cualidades clásicas de la moral
católica, como la formación del corazón, la piedad, la importancia de la
formación moral, igualmente cualidades de su rol social como ser buena esposa,
buena hija.
Desde
el discurso moral católico, el cuerpo femenino es inferior al masculino, pues tiende al pecado
y por ello, se debe subordinar al hombre, pero también por ello debe ser
educado.
...el discurso de la castidad, virtud y práctica corporal
fue particularmente femenino; él buscaba controlar el cuerpo, su deseo y su
apetito al dominio de la voluntad y el deber ser. En este sentido, les fue
impuesto a las niñas y mujeres el respeto y el acatamiento a las leyes morales,
ejercidas por los padres, maestros, hermanos y esposos. Ellas eran incapaces de
regir su propio destino (Sáenz, Saldarriaga y Ospina, 1997: 7-8).
En
el caso argentino se encuentran disputas aún en la década de 1880, respecto al
rol de la familia entre sectores católicos tradicionales, sectores liberales, y
sectores católicos-liberales.
La
fundación del sistema educativo nacional se produjo, entonces, vinculada con la
polémica acerca del lugar del niño en el nuevo orden. Mientras los católicos
consideraron al niño como una prolongación de la familia en tanto apéndice de
la Iglesia, los liberales lo ubicaron como germen de la sociedad civil y, desde
allí, sujeto al orden del Estado y de la sociedad. Ambos sectores coincidían,
en cambio, en la afirmación de la inferioridad de la mujer respecto del hombre
y adhirieron al modelo de familia patriarcal (Carli, 2002, p.59).
Destaca
la discusión en torno a la familia desde perspectivas más tradicionales, y
perspectivas de la modernización que está apareciendo. Además del papel de
subordinación que tiene la mujer en ambas visiones. Lo importante de este
período es que el cuerpo de la mujer es visto principalmente desde un discurso
católico, en el que la mujer es reflejada como una madre piadosa, donde la
educación femenina se da por medio del paso de tradiciones y por parte de las
monjas.
Para
el caso de Argentina, la mujer tendrá un nuevo rol social ligado a la
maternidad, pues de ella depende dar a luz hijos que regeneren o degeneren la
raza. (Scharagrodsky, 2008, p. 10). Es así como las mujeres comienzan a ser
vistas desde el saber médico, y pedagógico, de allí se desprendieron medidas
del poder moral católico. Ahora se hablará de madres sanas, que eduquen en la
higiene a sus hijos, que los alimenten de forma adecuada, como una preocupación
central del Estado (Scharagrodsky, 2008, p.10).
Si
bien, la mujer en la regeneración racial ocupa un rol fundamental, el cuerpo
femenino leído desde el discurso médico, la posicionará nuevamente en
inferioridad respecto al hombre:
“Los muslos y las piernas son más cortos” “La cabeza de la
mujer es más pequeña, más liviana, los contornos son más suaves” (Balbastro,
1892:31). “Ella tiene la piel suave, más blanca y sensible; sus carnes son más
blandas y sus formas más redondeadas”. “El contorno de los miembros y de las
caderas es más gracioso en la mujer; los muslos son más hermosos, más
redondeados y las extremidades más pequeñas” (Balbastro, 1892:32). (Citado en
Scharagrodsky, 2008, p. 115)
Entre
el discurso de la naturaleza débil del cuerpo femenino por un lado y su función
como regeneradora de la raza; por el otro, surge la necesidad biopolítica de
cuidar a la mujer: “La mujer tiene una organización más delicada (...) exenta
de ejercicios y llena de peligros que comprometen su vida y su destino,
encuentra en la higiene la guía salvadora (...)” (Dellepiane, 1892:9citado en
Scharagrodsky, 2008, p. 11).
El
discurso médico se valió de la histeria como enfermedad susceptible de las
mujeres, donde se refuerza la idea de la débil naturaleza femenina y la
necesidad de cuidar a la mujer. La histeria funcionó como una enfermedad que
podría afectar a cualquier mujer, fundamentando así el control y vigilancia del
cuerpo femenino: “De todas las enfermedades a que está expuesta la mujer
ninguna es tan frecuente, ninguna ejerce tanta influencia no solamente en el
individuo, sino también en la sociedad, como la histeria” (Balbastro, 1892:70citado
en Scharagrodsky, 2008, p. 18).
La
histeria como enfermedad en el contexto de la regeneración racial les permitió
a los médicos reforzar el discurso de la maternidad como fin de la naturaleza
femenina, a la vez que controlar las formas en que se debía comportar la
mujer.
La
contracara de la maternidad como metáfora de salud fue el de la histeria como
metáfora de la enfermedad. Las mujeres que se movían en forma indecente, que se
agitaban, que gesticulaban de más, que se irritaban, que realizaban ciertas
prácticas corporales prohibidas o que convulsionaban, fueron consideradas como
enfermas o, inclusive, como locas de atar (Scharagrodsky, 2008, p. 30).
Del
cuidado del cuerpo de la mujer queda encargada la escuela, que le enseñará a cómo
realizar esa tarea, así como cuidar a sus hijos, pero también se encargará de
fortalecer el cuerpo femenino a través de la educación física. La educación
física se estableció de forma diferenciada por sexo. Mientras los niños debían
ser vigorizados, las niñas debían realizar ejercicios que fortalecieran su
cuerpo sin caer en la masculinización de este y que, a la vez, sirviera para
relajar los músculos.
De
esta manera la contracción muscular se asoció imaginaria y arbitrariamente con
la actividad, la firmeza, la fortaleza, la dureza, rigidez, la resistencia, la
tensión, la convulsión y lo armado. Por otro lado, la relajación muscular se
asoció imaginaria y arbitrariamente con pasividad, el aflojamiento, la
flaqueza, la suavidad, la debilidad, la fragilidad, la quietud, la calma y la
blandura (Scharagrodsky, 2008, p. 29).
La
mujer resulta fundamental para la higienización, ya no en el ámbito moral, sino
leída principalmente desde la ciencia médica como madre. Si bien, el discurso
de regeneración racial sitúa el cuerpo de la mujer como un pilar de la
sociedad, al mismo tiempo la medicina la construirá sobre un supuesto de
debilidad natural y, por lo tanto, proclive a la enfermedad. Lo que le otorga a
la medicina y a la escuela la necesidad de calmarla y educarla para ser madre.
Herrera
Beltrán (2011) sitúa entre 1910 y 1924, la época en que se centraliza el
discurso médico y pedagógico sobre la regeneración racial. Al igual que en el
caso argentino, la niña será leída desde el saber médico y pedagógico a través
de un supuesto de debilidad natural; y, por lo tanto, desde la necesidad de
cuidarla, en calidad del rol que eventualmente deberá desempeñar como madre.
La
cruda realidad se expresaba en las condiciones de las mujeres: pues tanto valía
decir una mujer joven como decir una enferma: debilidad, insuficiencia,
gestaciones perturbadas, alumbramientos difíciles, imposibilidad para amamantar
y depresiones profundas posparto. Todas, consecuencias y de una mala educación
física que no sólo se reflejaba sobre el individuo sino sobre la especie[...]
(Jiménez López, 1910: 634-635 citado en Herrera Beltrán, 2011, p. 502)
A
diferencia del caso argentino y atendiendo al contexto católico conservador que
atraviesa Colombia en este momento, parecen mezclarse los discursos católicos
sobre la moral con la política de regeneración racial higienista.
La
moral se entendió desde los preceptos religiosos y se hizo desde entonces
inseparable de las cualidades, características y deberes del católico; de ahí
que se justificara el papel del clero y de las órdenes religiosas en la
enseñanza religiosa de las escuelas como condición de educación, progreso y
civilización (Herrera Beltrán, 2011, p. 506).
El
discurso católico sobre la virtud en la mujer y el discurso higienista sobre la
debilidad y el rol maternal de la mujer se mezclan, de forma que la
higienización del cuerpo de la mujer ayuda también a la preservación de la
moral.
Trabajar
por la educación física de la mujer garantizaría el mantenimiento intacto de la
“belleza de su cuerpo y de su espíritu”, es decir que su forma sería igual a su
virtud (Bejarano, 1914: 321-324 citado en Herrera Beltrán, 2011, p. 518): ...si
no se educaba a la mujer la “República se hundirá en el fango de la inmoralidad
y de los vicios, y se degeneraría hasta convertirnos en hordas inmundas de
salvajes perniciosos, sanguinarios y crueles” (Acosta de Samper, 1905: 184citado
en Herrera Beltrán, 2011, p. 517).
Sin
embargo, pese a que conviven ambos discursos en este período, el discurso moral
católico pasa a un segundo plano al menos respecto a la regeneración racial, y
adquiere preponderancia el discurso médico y pedagógico en lo que respecta a la
higienización, por ejemplo:
La higiene, por ejemplo, pasó de ser una virtud y una
práctica del buen cristiano, a una ciencia que podía regenerar la raza desde la
escuela, mediante prácticas y campañas de prevención de enfermedades endémicas,
también desde la enseñanza de la higiene sexual, urgente para garantizar una
prole sana (Herrera Beltrán, 2011, p. 520).
El
fin de este ensayo era mostrar la transformación de los discursos que permite
el paso de un poder moral al predominio de un saber/poder proveniente de la
medicina. Tal como se refleja este cambio es complejo, no se pasa
instantáneamente de uno a otro, sino que se relacionan de formas diversas, en
algunos casos, se sobrepone el discurso médico, en otros conviven.
En
el caso de Argentina, se le da mayor prioridad al discurso médico. En Colombia,
parece haber mayor tendencia a una relación de coexistencia entre el discurso
médico y religioso, sin embargo, con prioridad del discurso médico, no
obstante, puede ser debido a sesgos por las fuentes usadas.
A
partir de la entrada de la medicina y la pedagogía en la regeneración racial,
la mujer y la niña adquieren un papel fundamental como madres y/o futuras
madres, interesa cuidar, estudiar y educar a la mujer bajo un nuevo modelo
social.
Los
discursos van cambiando, y con ello el lugar de la mujer. Desaparece la buena
esposa y aparece la buena madre, la debilidad femenina ya no es la misma, ya no
es sujeto débil a la tentación, sino que su debilidad ahora será biológica. El
cuerpo femenino queda centrado en su capacidad reproductiva, se vuelve objeto
de deseo; por ello, también el pánico a que el cuerpo femenino adquiera
características femeninas.
Carli,
S. (2002). Niñez, pedagogía y política: transformaciones de los discursos
acerca de la infancia en la historia de la educación argentina (1880-1955). Buenos
Aires: Miño y Dávila.
Herrera Beltrán, C. X. (2011).
Educación Física y biopolítica: un asunto de género en la escuela colombiana. en
Scharagrodsky, P. (comp.). La invención del homo gymnasticus. Fragmentos
históricos sobre la educación de los cuerpos en movimiento en occidente. Buenos
Aires: Prometeo libros.
Scharagrodsky,
P. (2008). Entre la maternidad y la histeria. Medicina, prácticas corporales y
feminidad en el Buenos Aires del fin de siglo XIX. En P. Scharagrodsky (Comp.),
Gobernar es ejercitar: Fragmentos históricos de la educación física en
Iberoamérica. Buenos Aires: Prometeo.
[1] Estudiante de la Maestría en Educación de la Universidad
Pedagógica Nacional. Ensayo para el seminario intensivo
sobre La historia de la educación y la salud escolar en Colombia y Argentina.
[2]Aunque el Plan Santander intenta separar la educación femenina de la
educación religiosa, finalmente no se destinan los fondos necesarios para esta
tarea (Echeverry, 1989: 64-65 citado en Herrera, 2011, p. 502), lo que revela
que lograr una educación femenina laica no es una labor tan fundamental como si
lo será a finales de siglo.
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