sábado, 30 de noviembre de 2024

Ensayos y artículos de reflexión 25

 

Ensayo o artículo de reflexión

 

Construcción discursiva del cuerpo femenino a finales del siglo XIX y principios del siglo XX

 

Gabriel Esteban García Martínez[1]

Tanto en Colombia como en Argentina a finales del siglo XIX y principios del siglo XX aparece el discurso higienista y con él, el problema de la regeneración de la raza. En este proceso, la mujer adquiere un nuevo rol social, esta vez enfatizando su papel cómo madre y cuidadora de las nuevas generaciones. El fin de este ensayo es entender el cambio de discursos sobre el cuerpo femenino a finales del siglo XIX e inicios del siglo XX en Colombia y en Argentina. La tesis de este trabajo es que dentro del cambio del rol social que ocuparán las mujeres en la higienización y regeneración de la raza, cambiarán al tiempo los discursos sobre el cuerpo de la mujer. La comparación entre Colombia y Argentina nos permite reflejar cómo el catolicismo parece igualmente mezclarse con los discursos provenientes de la medicina.

 La mujer en la educación tradicional

En la primera mitad del siglo XIX, en Colombia, pese a intentos como el del Plan Santander[2] por crear casas de educación femenina, la educación de la mujer se encontraba atravesada por un poder moral de orden católico. A través de la instrucción pública, en cabeza de la iglesia católica se determinará la educación de la mujer. El Plan de 1834 establece asignaturas para la educación de la niña:

...se recomienda inculcarles una piedad ilimitada y sólida. El código recoge algunos objetivos precisos de esta educación a saber: formar el corazón, las costumbres y los modales, insistiendo en la formación moral de las maestras a cargo. Se dirá que la instrucción de la mujer debe responder a la formación de buenas esposas, buenas hijas y mejores madres de familia; de este modo, la casa, la religión y las artes y oficios para la época, dibujarán su horizonte social (Echeverry, 1989: 368, citado en Herrera Beltrán, 2011, p. 502)

 

En ella, aparecen valores tradicionalmente católicos sobre la forma en la que deben comportarse las mujeres, asociadas a cualidades clásicas de la moral católica, como la formación del corazón, la piedad, la importancia de la formación moral, igualmente cualidades de su rol social como ser buena esposa, buena hija.

Desde el discurso moral católico, el cuerpo femenino es  inferior al masculino, pues tiende al pecado y por ello, se debe subordinar al hombre, pero también por ello debe ser educado.

...el discurso de la castidad, virtud y práctica corporal fue particularmente femenino; él buscaba controlar el cuerpo, su deseo y su apetito al dominio de la voluntad y el deber ser. En este sentido, les fue impuesto a las niñas y mujeres el respeto y el acatamiento a las leyes morales, ejercidas por los padres, maestros, hermanos y esposos. Ellas eran incapaces de regir su propio destino (Sáenz, Saldarriaga y Ospina, 1997: 7-8).

 Dadas sus condiciones morales preexistentes: la pereza, la voluptuosidad, el vicio y los malos pensamientos entre otros, obligaba a luchar contra esos enquistamientos del alma femenina educándolas en el decoro, la pureza, la obediencia y la prudencia, como freno en la lucha contra los placeres, los vicios y las tentaciones del mundo moderno (Herrera Beltrán, 2011, p. 508).

En el caso argentino se encuentran disputas aún en la década de 1880, respecto al rol de la familia entre sectores católicos tradicionales, sectores liberales, y sectores católicos-liberales.

La fundación del sistema educativo nacional se produjo, entonces, vinculada con la polémica acerca del lugar del niño en el nuevo orden. Mientras los católicos consideraron al niño como una prolongación de la familia en tanto apéndice de la Iglesia, los liberales lo ubicaron como germen de la sociedad civil y, desde allí, sujeto al orden del Estado y de la sociedad. Ambos sectores coincidían, en cambio, en la afirmación de la inferioridad de la mujer respecto del hombre y adhirieron al modelo de familia patriarcal (Carli, 2002, p.59).

Destaca la discusión en torno a la familia desde perspectivas más tradicionales, y perspectivas de la modernización que está apareciendo. Además del papel de subordinación que tiene la mujer en ambas visiones. Lo importante de este período es que el cuerpo de la mujer es visto principalmente desde un discurso católico, en el que la mujer es reflejada como una madre piadosa, donde la educación femenina se da por medio del paso de tradiciones y por parte de las monjas.

 La mujer en la regeneración racial en Argentina

Para el caso de Argentina, la mujer tendrá un nuevo rol social ligado a la maternidad, pues de ella depende dar a luz hijos que regeneren o degeneren la raza. (Scharagrodsky, 2008, p. 10). Es así como las mujeres comienzan a ser vistas desde el saber médico, y pedagógico, de allí se desprendieron medidas del poder moral católico. Ahora se hablará de madres sanas, que eduquen en la higiene a sus hijos, que los alimenten de forma adecuada, como una preocupación central del Estado (Scharagrodsky, 2008, p.10).

Si bien, la mujer en la regeneración racial ocupa un rol fundamental, el cuerpo femenino leído desde el discurso médico, la posicionará nuevamente en inferioridad respecto al hombre:

“Los muslos y las piernas son más cortos” “La cabeza de la mujer es más pequeña, más liviana, los contornos son más suaves” (Balbastro, 1892:31). “Ella tiene la piel suave, más blanca y sensible; sus carnes son más blandas y sus formas más redondeadas”. “El contorno de los miembros y de las caderas es más gracioso en la mujer; los muslos son más hermosos, más redondeados y las extremidades más pequeñas” (Balbastro, 1892:32). (Citado en Scharagrodsky, 2008, p. 115)

 El cuerpo femenino ahora es leído como inferior desde el discurso médico, su anatomía está considera más “corta”, más “suave”, más “sensible” que la del varón, a la vez que se posiciona la redondez, la suavidad, la sensibilidad como algo propio de lo femenino (Scharagrodsky, 2008, Pp. 115-116).

Entre el discurso de la naturaleza débil del cuerpo femenino por un lado y su función como regeneradora de la raza; por el otro, surge la necesidad biopolítica de cuidar a la mujer: “La mujer tiene una organización más delicada (...) exenta de ejercicios y llena de peligros que comprometen su vida y su destino, encuentra en la higiene la guía salvadora (...)” (Dellepiane, 1892:9citado en Scharagrodsky, 2008, p. 11).

El discurso médico se valió de la histeria como enfermedad susceptible de las mujeres, donde se refuerza la idea de la débil naturaleza femenina y la necesidad de cuidar a la mujer. La histeria funcionó como una enfermedad que podría afectar a cualquier mujer, fundamentando así el control y vigilancia del cuerpo femenino: “De todas las enfermedades a que está expuesta la mujer ninguna es tan frecuente, ninguna ejerce tanta influencia no solamente en el individuo, sino también en la sociedad, como la histeria” (Balbastro, 1892:70citado en Scharagrodsky, 2008, p. 18).

La histeria como enfermedad en el contexto de la regeneración racial les permitió a los médicos reforzar el discurso de la maternidad como fin de la naturaleza femenina, a la vez que controlar las formas en que se debía comportar la mujer.   

La contracara de la maternidad como metáfora de salud fue el de la histeria como metáfora de la enfermedad. Las mujeres que se movían en forma indecente, que se agitaban, que gesticulaban de más, que se irritaban, que realizaban ciertas prácticas corporales prohibidas o que convulsionaban, fueron consideradas como enfermas o, inclusive, como locas de atar (Scharagrodsky, 2008, p. 30).

Del cuidado del cuerpo de la mujer queda encargada la escuela, que le enseñará a cómo realizar esa tarea, así como cuidar a sus hijos, pero también se encargará de fortalecer el cuerpo femenino a través de la educación física. La educación física se estableció de forma diferenciada por sexo. Mientras los niños debían ser vigorizados, las niñas debían realizar ejercicios que fortalecieran su cuerpo sin caer en la masculinización de este y que, a la vez, sirviera para relajar los músculos. 

De esta manera la contracción muscular se asoció imaginaria y arbitrariamente con la actividad, la firmeza, la fortaleza, la dureza, rigidez, la resistencia, la tensión, la convulsión y lo armado. Por otro lado, la relajación muscular se asoció imaginaria y arbitrariamente con pasividad, el aflojamiento, la flaqueza, la suavidad, la debilidad, la fragilidad, la quietud, la calma y la blandura (Scharagrodsky, 2008, p. 29).

La mujer resulta fundamental para la higienización, ya no en el ámbito moral, sino leída principalmente desde la ciencia médica como madre. Si bien, el discurso de regeneración racial sitúa el cuerpo de la mujer como un pilar de la sociedad, al mismo tiempo la medicina la construirá sobre un supuesto de debilidad natural y, por lo tanto, proclive a la enfermedad. Lo que le otorga a la medicina y a la escuela la necesidad de calmarla y educarla para ser madre.

 La mujer en la regeneración racial en Colombia

Herrera Beltrán (2011) sitúa entre 1910 y 1924, la época en que se centraliza el discurso médico y pedagógico sobre la regeneración racial. Al igual que en el caso argentino, la niña será leída desde el saber médico y pedagógico a través de un supuesto de debilidad natural; y, por lo tanto, desde la necesidad de cuidarla, en calidad del rol que eventualmente deberá desempeñar como madre.

La cruda realidad se expresaba en las condiciones de las mujeres: pues tanto valía decir una mujer joven como decir una enferma: debilidad, insuficiencia, gestaciones perturbadas, alumbramientos difíciles, imposibilidad para amamantar y depresiones profundas posparto. Todas, consecuencias y de una mala educación física que no sólo se reflejaba sobre el individuo sino sobre la especie[...] (Jiménez López, 1910: 634-635 citado en Herrera Beltrán, 2011, p. 502)

A diferencia del caso argentino y atendiendo al contexto católico conservador que atraviesa Colombia en este momento, parecen mezclarse los discursos católicos sobre la moral con la política de regeneración racial higienista.

La moral se entendió desde los preceptos religiosos y se hizo desde entonces inseparable de las cualidades, características y deberes del católico; de ahí que se justificara el papel del clero y de las órdenes religiosas en la enseñanza religiosa de las escuelas como condición de educación, progreso y civilización (Herrera Beltrán, 2011, p. 506).

El discurso católico sobre la virtud en la mujer y el discurso higienista sobre la debilidad y el rol maternal de la mujer se mezclan, de forma que la higienización del cuerpo de la mujer ayuda también a la preservación de la moral.

Trabajar por la educación física de la mujer garantizaría el mantenimiento intacto de la “belleza de su cuerpo y de su espíritu”, es decir que su forma sería igual a su virtud (Bejarano, 1914: 321-324 citado en Herrera Beltrán, 2011, p. 518): ...si no se educaba a la mujer la “República se hundirá en el fango de la inmoralidad y de los vicios, y se degeneraría hasta convertirnos en hordas inmundas de salvajes perniciosos, sanguinarios y crueles” (Acosta de Samper, 1905: 184citado en Herrera Beltrán, 2011, p. 517).

Sin embargo, pese a que conviven ambos discursos en este período, el discurso moral católico pasa a un segundo plano al menos respecto a la regeneración racial, y adquiere preponderancia el discurso médico y pedagógico en lo que respecta a la higienización, por ejemplo:

La higiene, por ejemplo, pasó de ser una virtud y una práctica del buen cristiano, a una ciencia que podía regenerar la raza desde la escuela, mediante prácticas y campañas de prevención de enfermedades endémicas, también desde la enseñanza de la higiene sexual, urgente para garantizar una prole sana (Herrera Beltrán, 2011, p. 520).

 Conclusiones

El fin de este ensayo era mostrar la transformación de los discursos que permite el paso de un poder moral al predominio de un saber/poder proveniente de la medicina. Tal como se refleja este cambio es complejo, no se pasa instantáneamente de uno a otro, sino que se relacionan de formas diversas, en algunos casos, se sobrepone el discurso médico, en otros conviven.

En el caso de Argentina, se le da mayor prioridad al discurso médico. En Colombia, parece haber mayor tendencia a una relación de coexistencia entre el discurso médico y religioso, sin embargo, con prioridad del discurso médico, no obstante, puede ser debido a sesgos por las fuentes usadas.

A partir de la entrada de la medicina y la pedagogía en la regeneración racial, la mujer y la niña adquieren un papel fundamental como madres y/o futuras madres, interesa cuidar, estudiar y educar a la mujer bajo un nuevo modelo social.

Los discursos van cambiando, y con ello el lugar de la mujer. Desaparece la buena esposa y aparece la buena madre, la debilidad femenina ya no es la misma, ya no es sujeto débil a la tentación, sino que su debilidad ahora será biológica. El cuerpo femenino queda centrado en su capacidad reproductiva, se vuelve objeto de deseo; por ello, también el pánico a que el cuerpo femenino adquiera características femeninas.

 Referencias

Carli, S. (2002). Niñez, pedagogía y política: transformaciones de los discursos acerca de la infancia en la historia de la educación argentina (1880-1955). Buenos Aires: Miño y Dávila.

Herrera Beltrán, C. X. (2011). Educación Física y biopolítica: un asunto de género en la escuela colombiana. en Scharagrodsky, P. (comp.). La invención del homo gymnasticus. Fragmentos históricos sobre la educación de los cuerpos en movimiento en occidente. Buenos Aires: Prometeo libros.

Scharagrodsky, P. (2008). Entre la maternidad y la histeria. Medicina, prácticas corporales y feminidad en el Buenos Aires del fin de siglo XIX. En P. Scharagrodsky (Comp.), Gobernar es ejercitar: Fragmentos históricos de la educación física en Iberoamérica. Buenos Aires: Prometeo.

 



[1] Estudiante de la Maestría en Educación de la Universidad Pedagógica Nacional. Ensayo para el seminario intensivo sobre La historia de la educación y la salud escolar en Colombia y Argentina.

[2]Aunque el Plan Santander intenta separar la educación femenina de la educación religiosa, finalmente no se destinan los fondos necesarios para esta tarea (Echeverry, 1989: 64-65 citado en Herrera, 2011, p. 502), lo que revela que lograr una educación femenina laica no es una labor tan fundamental como si lo será a finales de siglo.

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