lunes, 9 de agosto de 2021

Condiciones de publicación 11

Condiciones de los escritos para las distintas secciones


1. Sección de avances de investigación. 
Avances referidos a aspectos teóricos, metodológicos, autor de interés, tema de interés. (No se reciben artículos de investigaciones concluidas por cuanto no tiene el lugar de una revista indexada que si los requiere en su dimensión). 
Aspectos formales: Autor único, condiciones del ensayo: desarrollo de la tesis y bibliografía. 4 cuartillas. Times new roman 12. Espacio sencillo.

2. Sección de ensayo, artículos de reflexión (producto de seminarios temáticos). 
El escrito enviado debe referir el seminario en el marco en el cual se produce. 
Aspectos formales: Autor único, condiciones del ensayo: desarrollo de la tesis y bibliografía. 4 cuartillas. 4 cuartillas. Times new roman 12. Espacio sencillo.

3. Sección de reseñas de libros leídos en la Maestría. Aspectos formales: Escrito-Reseña que dé cuenta de alguna de las lecturas realizadas en el marco de la Maestría. 
Aspectos formales: Autor único y bibliografía. 2 cuartillas. Times new roman 12. Espacio sencillo.

4. Sección de memorias de eventos en los que se haya participado (poster, taller, resumen de ponencia, panel). 
Aspectos formales: Resumen. 2 cuartillas. Times New Roman 12. Espacio sencillo. Se debe incluir datos del evento en mención. Y su formato será en WORD.

El correo institucional en donde se recibirán las contribuciones para el blog es el siguiente: 

cuadernoseesmae@pedagogica.edu.co

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1. Sección de avances de investigación. 
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2. Sección de ensayo, artículos de reflexión (producto de seminarios temáticos). 
El escrito enviado debe referir el seminario en el marco en el cual se produce. 
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3. Sección de reseñas de libros leídos en la Maestría. Aspectos formales: Escrito-Reseña que dé cuenta de alguna de las lecturas realizadas en el marco de la Maestría. 
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Reseña 11

 

Reseña

 

Sujeto y sentido: consideraciones sobre la vinculación con el conocimiento que se construye.

Néstor Fabian Corredor Medina [1]

 

“De ahí que elijamos a la conciencia como premisa desde donde pensar y conocer, porque permite ubicamos en el momento que se abre a múltiples opciones de apropiación e intervención. Y esa conciencia es la conciencia histórica”.  H. Zemelman.

 

El texto que acá se expone a forma de reseña, tiene como intención dar cuenta del capítulo denominado “Sujeto y sentido: consideraciones para la vinculación con el conocimiento que se construye” trabajo realizado por Hugo Zemelman (2005) en el libro Voluntad de Conocer en el sujeto y su pensamiento en el paradigma crítico. Lejos de pretender un resumen esquemático de los postulados de Zemelman, es interés examinar críticamente su reflexión, guardando el orden metodológico sobre el que el autor desarrolla la exposición a lo largo del capítulo.

En ese sentido, la arquitectura escritural de la reseña estará determinada por dos momentos, en principio se abordarán los postulados de Zemelman (2005) desde una perspectiva crítica y reflexiva, posibilitando de esta manera un dialogo fluido y claro con sus postulados. En un segundo momento, a forma de conclusión, partiendo del reconocimiento de la trascendencia de las reflexiones de Zemelman para el ejercicio investigativo personal (Elaboración de tesis de grado), se establecerán los vínculos, conexiones o aportes que se consideren pertinentes o importantes.

En principio, es necesario establecer el núcleo o eje central sobre el que Zemelman (2005) ubica su reflexión, dado que el capítulo en toda su dimensión estará determinado por dicho lugar analítico. Así las cosas, de entrada, se establece una suerte de crítica a la racionalidad científica hegemónica que da sentido o valida lo que es considerado como conocimiento o saber científico, es decir que se apuntala una reflexión que desborda o pretende ampliar los límites que el método asigna al sujeto, es decir, que el sujeto se desdoble más allá de ser un poseedor y verificador del código de validez que el método científico asigna a uno u otro ejercicio de construcción de conocimiento.

De esta manera, hay en tensión dos posibilidades sobre el sujeto y su papel como constructor de conocimiento. Por un lado, está la relación determinada por la inserción del sujeto en los marcos propios de la analítica adaptada y asumida como válida para la construcción de conocimientos (Método científico), y de otra parte, Zemelman postula una visión que moviliza al sujeto de su lugar de interprete de la realidad bajo las herramientas analíticas y teóricas “hegemónicas”, y lo postula como un agente que puede y debería modificar su relación epistemológica respecto de sus objetos de estudio, es decir, involucrarse como lugar analítico y lugar analizado en la reflexión sobre la realidad.

Así las cosas, pareciera que la demanda por el sujeto como dinamizador indispensable en los procesos de construcción de conocimiento, fuese una particularización de lo que el mismo Zemelman (2000) llamaría como pensar epistémico en una de sus reflexiones contenidas en el texto “Pensar teórico y pensar epistémico, los retos de las ciencias sociales latinoamericanas”. Pues el fondo de la discusión tiene como objeto señalar la posición del sujeto en relación con la realidad de la que se ocupa como investigador (Zemelman, pensar teórico y pensar epistémico: Los retos de las ciencias sociales latinoaméricanas., 2000)

De allí, que el ejercicio del pensamiento epistemológico diste de considerarse como una simple oposición al pensamiento y ejercicio científico “tradicional en las ciencias sociales”, y se proponga como una postura más amplia sobre el lugar del sujeto en relación con la realidad en la que se desenvuelve. En ese sentido, desde una perspectiva crítica de la realidad constituida Zemelman (2005) adopta tres criterios de cara al sujeto y su acción como investigador, a saber: I. La realidad está indeterminada y es el sujeto su agente de transformación II. La investigación en ciencias sociales no se puede reducir a la explicación de fenómenos. III. El sujeto se potencia en su práctica, así como potencia la realidad que investiga.

Así, la tesis fundamental de Zemelman (2005) se estructura en arreglo a la relación que debería configurarse entre la triada sujeto-conocimiento-realidad. Y es a partir de la concepción de la realidad no como objeto de conocimiento, sino como lugar y contexto en el que produce el saber y que al mismo tiempo se modifica la realidad, donde debería emerger una forma novedosa de pensamiento epistemológico y político por parte del sujeto. Apunta el autor: “en este sentido, lo más importante es organizar el conocimiento desde ciertos desafíos del sujeto como pueden ser el reconocimiento de sus espacios de posibilidad.” (Zemelman, 2005, Pág. 85).

En ese sentido se incorpora la historicidad propia de los fenómenos o hechos sociales como una máxima política y científica necesaria, en clave de posibilitar una visión crítica sobre el rol del sujeto investigador, pero también de los corpus teórico-metodológicos y analíticos que validan el saber, es decir que la cuestión crítica del postulado de Zemelman (2015) apunta al cuestionamiento profundo sobre la validez y posible condición de universalidad del conocimiento que se configura con arreglo a disposiciones metodológicas que elaboran discursos obre la realidad, pero que se sustentan en forma mayoritaria en conceptos previos que muchas veces no corresponden al momento histórico particular que se aborda.

De tal manera que Zemelman (2005) señala dos criterios desde los cuales elaborar una propuesta que se yuxtaponga a la construcción de conocimiento en la acepción que acá se ha denominado perspectiva “hegemónica”, la cual asigna determinados roles y formas de operar al sujeto que en su marco de condiciones se desarrolla como investigador sobre la realidad. Dichos criterios son: I. La incorporación del sujeto. II. Cómo se expresa la complejidad respecto la incorporación del sujeto.

De esta forma, el primer elemento que se propone para transgredir la relación sujeto-conocimiento, suscrita a la matriz hegemónica, es el pensamiento epistémico, es decir, permitir que el sujeto desborde los corpus categoriales predeterminados, pues solamente la inserción del pensamiento propio en la realidad podrá multiplicar sus posibilidades analíticas. En forma particular señala Zemelman (2005) la necesidad de racionalizar la posición del sujeto frente a lo que se quiere conocer, es decir, la configuración y puesta en práctica del pensamiento epistémico antes del pensamiento racional categorial. (Pág. 86)

Así las cosas, lo que se persigue es el posicionamiento crítico del sujeto frente a lo que podría denominarse, su objeto de intereses y análisis”. Esto en virtud de dos elementos; por un lado, una lectura que desborde los marcos explicativos previos (que muchas veces omiten lo particular de la realidad). Y de otro lado, la posibilidad del sujeto de ampliar o potenciar su lectura subjetiva de la realidad, es decir, desbordar lo que científica y socialmente se ha validado como cierto. Esta última acepción resulta bastamente interesante, en tanto vincula o posibilita la con creación de la necesaria relación entre saber/conocimiento y política.

Sobre lo enunciado señala Zemelman (2005):

     Lo que está en juego es la capacidad de plantearse un problema, practicar un razonamiento que no         quede atrapado en los conocimientos ya codificados; ser críticas de aquello que nos sostiene                 teóricamente, o sea, ser capaces de distanciarnos de los conceptos que manejamos, así como también      de la realidad observada. (Pág. 89)

Se coligue que Zemelman no solo propone una transformación radical en las prácticas del sujeto frente a la realidad que lo determina, a esto agrega la necesidad de cuestionar, desbordar y modificar los marcos conceptuales con los cuales se observa y explica la realidad. Pues como ya se había mencionado, la variable historicidad debería posibilitar la lectura de la realidad como algo absolutamente cambiante, que demanda la necesidad de elaboraciones y matrices teórico-explicativas predefinidas por el investigador, dada la imposibilidad de comprender la realidad con fenómenos que no identifiquen las características propias del momento en que el sujeto se aproxima a la realidad.

Finalmente, el autor establece como necesario considerar algunos elementos que deberían ser tenidos en relación con la concreción del pensamiento epistémico en la relación sujeto-conocimiento. A saber, Modificar la externalidad del objeto, asumiendo que este es susceptible de ser asimilado y comprendido desde diferentes y diversas lecturas; Involucrar y diversificar el entramado analítico y teórico que posibilita examinar o aproximarse a determinado fenómeno social; Permitir desde la articulación categorial  la lectura compleja, amplia y completa del fenómeno, posibilitando de esta forma un horizonte de sentido que le permita al sujeto una comprensión histórica del hecho o fenómeno del que se ocupa.

Para concluir, la institución universidad, tal como está diseñada en su estructura pedagógica y curricular ha generado manuales o fórmulas mágicas sobre las que se cree, se elabora o se construye conocimiento sobre eso que se denomina “realidad”. Sin embargo, cuando los diferentes momentos del proceso investigativo reclaman astucia del investigador, este por lo general acude como forma de solucionarlo, a un grupo o entrando categorial que le permita comprender o por lo menos dilucidar lo que está intentado observar. Se discute acá, desde la experiencia personal o investigativa y desde los aportes de Zemelman (2005) la necesidad de escuchar, ver y atender el objeto de atención investigativa.

Sobre lo enunciado, se mencionarán tres aspectos que se podrían considerar como relevantes, de acuerdo con los planteamientos realizados por Zemelman y la experiencia investigativa que se viene desarrollando en el marco de la elaboración del proyecto de tesis. El primer elemento tiene que ver con la necesidad de cuestionar la concepción de lo “valido”, es decir, que resulta imperativo asumir que no todo cuerpo categorial o metodológico validado en una universidad de centro de pensamiento resulta útil o trascendente en determinados contextos de producción del saber ( El barrio, al escuela, la organización social, entre otros), por lo cual es necesario permitir que la realidad ofrezca algunas luces sobre el método y los conceptos que se podrían emplear para ser analizados.

Por supuesto, lo que acá se argumenta nada tiene que ver con algunas posiciones ligeras desde las cuales se establece que la realidad no puede ser explicada y que todas las categorías, conceptos y cuerpos analíticos y teóricos son insuficientes. ¡No! Lo que se intenta señalar tiene que ver con esa recomendación metodológica que propondría Orlando Fals Borda (2015) en relación con la necesidad de permitir que eso que vagamente se denomina “objeto de estudio”, se exprese en el marco de la relación entre sujetos investigadores y sujetos participantes, es decir, ampliar y vincular el corpus analítico del investigador en función de las condiciones que la realidad planeta de manera constante y circunstancial.

Finalmente, es imperativo mencionar la necesidad que, en mi trabajo de tesis, -el cual gravita en torno a la Reconstrucción Colectiva de la Historia, como modalidad de investigación en educación popular- demanda la formación o ampliación de la subjetividad del sujeto investigador, así mismo como de los sujetos participantes. Es por ello por lo que reconocer la necesaria modificación del rol del investigador en la producción de conocimiento, tal como lo propone Zemelman (2005) no debe ser considerado solamente como una transformación metodológica y epistemológica, sino que debería posibilita la inserción de la concepción de la acción política como parte sustancial y necesaria en cualquier proceso de investigación sobre la realidad.

 Trabajos citados

 Fals Borda, O. (2015). Una sociología sentipensante para América Latina. México: Siglo XXI Editores.

García, N. (2007). La pedagogía de proyectos en la escuela: una aproximación a sus discursos en el área de lenguaje. Enunciación, 79-94.

Zemelman, H. (2000). pensar teórico y pensar epistémico: Los retos de las ciencias sociales latinoaméricanas. Instituto de pensamiento cultural en América., 1 - 17.

Zemelman, H. (2005). Voluntad de conocer, el sujeto y su pensamiento en el paradigma crítico. Barcelona.: Anthropos.

 



[1] Estudiante Maestría en Educación. Reflexiones surgidas del seminario Enfoques epistémicos, teóricos y metodológicos en las ciencias sociales en relación con la información y los datos.

 

Reseñas 12

 

Reseña Crítica[1]

 

Foucault, M. (1975). Los anormales. Buenos Aires, Argentina: Fondo de Cultura Económica: Clase del 22 de enero de 1999

Angie Mariana Muñoz Luque

 

Contexto: El libro de los anormales, es una transcripción de las clases que dictó Michel Foucault en el College de France entre enero y marzo de 1975. En dicha obra, el autor presenta el campo de la anormalidad básicamente de los siglos XVIII Y XIX a través de tres figuras importantes: el monstruo, el incorregible y el masturbador, realizando un análisis de diferentes discursos biológicos, jurídicos y esencialmente médicos- psiquiátricos (la pericia). Así mismo los análisis que adelanta, exponen las condiciones de posibilidad en las que emergen formas de saber y de poder que se tensionan o reconfiguran en el tiempo, sin ningún tipo de linealidad; una construcción del campo de lo anormal.

Desde dicha construcción, la clase del 22 de enero del 75 hace un esbozo de las figuras mencionadas con anterioridad, enfocándose especialmente en el monstruo, su marco de emergencia, su relación con la ley natural, jurídica e incluso divina. Muestra los diferentes tipos de monstruos centrando sus ejemplos especialmente en siameses y hermafroditas.

Síntesis de contenido: En esta clase el autor presenta una interesante genealogía de lo anormal y su funcionamiento en el siglo XIX, el cual se desarrolla bajo tres figuras esenciales como lo son: el monstruo humano, el incorregible y el masturbador; los cuales desde sus condiciones de aparición y los marcos en los que se mueven, configuran o consolidan el campo de las anomalías.

A partir del anterior postulado, Foucault presenta el monstruo humano como la primera figura, la cual es, el individuo que, tipifica el animal y el humano unidos en una condición que vincula lo imposible y lo prohibido. En ese sentido, la figura del monstruo humano se inscribe dentro del dominio jurídico- biológico, pues este individuo encarna una serie de situaciones que se escapan al plano netamente de la ley y son la excepción dentro de la naturaleza. “Puede decirse que, lo que constituye la fuerza y la capacidad de inquietud del monstruo es que, viola la ley, la deja sin voz…es la forma natural de la contranaturaleza” (p.62).

La segunda figura de la cual se hace mención, es el individuo a corregir, un sujeto más común que el monstruo; que se desarrolla en un marco de referencia limitado que “es la familia misma; en el ejercicio de su poder interno o la gestión de su economía” (p.63), la cual a su vez se ve relacionada con instituciones como la escuela y el taller entre otros. Sumado a ello, el incorregible, a pesar de haber fracasado en los procesos de domesticación impuestos, requiere de intervenciones específicas para su recuperación o sobrecorrección.

Continuando con la genealogía de lo anormal, Foucault nombra al masturbador como la tercera figura, que se caracteriza por tener como campo de aparición, su habitación junto con su cuerpo, por lo cual requiere de un cuidado y vigilancia constantes. Pues bien. “es el dormitorio, la cama, el cuerpo; son los padres, los supervisores directos” (p.64) que evitan esta condición secreta pero universal que les condena, pues la práctica de la masturbación se consolida como la raíz de todos los males posibles y de toda enfermedad, que sirve y se sirve de una etiología sexual.

En ese orden de ideas, el anormal del s.XIX es el descendiente de estos tres individuos mencionados con anterioridad, los cuales, además se comunican entre sí, engendrando otras figuras con características mezcladas (superposición de rasgos) como el monstruo sexual, el cual abre paso al fortalecimiento de instituciones como las correccionales que “prestan cada vez más atención a la sexualidad y a la masturbación como datos situados en el corazón mismo del incorregible” (p.66).

Por otro lado, la identificación y señalamiento del monstruo, el incorregible y el masturbador implica la consolidación de una red singular de saber y poder en una tecnología de los individuos anormales. De acuerdo con esto, el monstruo se encuentra bajo el poder político judicial, el incorregible se trasforma con el cambio del ejercicio de su familia y finalmente el masturbador se inscribe directamente a los poderes sobre el cuerpo. Adicionalmente, el saber se hace presente: en la primera figura a través de la historia natural, en la imagen dos por medio de las técnicas pedagógicas de educación y en el caso del masturbador, se desarrolla desde la biología de lo sexual.

Luego del anterior despliegue de la genealogía de lo anormal, Foucault se centra esencialmente en el monstruo, como noción jurídica romana, desde la cual existen dos categorías: El defectuoso (deformidades, lisiaduras, etc.), y el monstruo propiamente dicho. Estas categorías responden a la mezcla de reinos en un individuo, correspondiente al reino animal y el reino humano; lo cual incluye la mixtura de dos individuos, de dos sexos, de la vida y la muerte. Mixturas que se clasifican como trasgresiones a los límites naturales y judiciales (legal, religioso o divino).

En tal sentido, este tema se complejiza, mostrando como la ley protege al defectuoso, mientras que el monstruo pone en cuestión al derecho y lo deja inhabilitado, lo que causa que éste recurra a otros sistemas de referencia para poder ejercer un poder de castigo sobre ese último.

Es entonces que, el monstruo desde cualquiera de sus categorías, plantea situaciones inesperadas en las instituciones de derecho judicial y canónico; lo que se ve de forma clara en infracciones y enigmas que, desde donde se piense, crean un choque con el sistema de saber y poder imperante. Ello se hace claro en interrogantes que pone el autor como, por ejemplo: 1) “Cuando nace un monstruo de dos cuerpos o dos cabezas, ¿hay que darle un bautizo o dos?, ¿Hay que considerar que se tuvo un hijo o dos?” (p.70). 2) Si uno de dos siameses comete un delito, ¿debería llevarse a cabo sentencia?, ¿sería justo hacer pagar al inocente o dejar sin paga al culpable? Dichos interrogantes dejan al descubierto, una dificultad de proceder ante estos casos, que son equiparables, con lo que el autor denomina, el problema de la monstruosidad.

Por otro lado, el monstruo se considera un complejo jurídico natural que se reseña en las pericias psiquiátricas, donde se muestran unas trasformaciones en la teoría de la monstruosidad, que corresponden a periodos de tiempo particulares. Así pues, se menciona que, existía un individuo monstruo según la época; lo que es claro al entender que esta figura se esconde tras otros conceptos. Durante la edad media, era el hombre bestial; en el renacimiento, lo siameses y finalmente el hermafrodismo en la edad clásica. De hecho, bajo este último tipo de monstruo, se aprecia fácilmente la trasformación del saber y poder en las pericias psiquiátricas, que muestran cómo se pasa de hacer una condena a un individuo por nacer físicamente con ambos sexos a ser judicializado por no comportase solo como uno de los dos sexos. Es decir, “aparece la atribución de una monstruosidad que ya no es jurídico natural sino jurídico moral; una monstruosidad que es de la conducta, y ya no de la naturaleza” (p.80).

De acuerdo con lo anterior, el autor despliega muchos más ejemplos respecto al tema, haciendo análisis del discurso y señalando como el monstruo se configura y reconfigura según la época; haciendo especial énfasis en el monstruo sexual y como su emergencia crea la necesidad de comprender el fenómeno desde el ámbito de lo biológico, en una constante pregunta por lo que le sucede al cuerpo.

Comentario: Esta clase es una interesante exposición de la genealogía de lo anormal, que muestra como los discursos jurídicos, médicos y biológicos pueden confluir en un tipo de individuo; clasificándolo de forma tal que, se generan unas posibilidades de ser o no ser para los cuerpos, lo cual Foucault llamo la biopolítica.

Sumado a ello, en ese fenómeno se hace presente unos discursos -por ejemplo, la pericia- desde distintos lugares, que muestra cómo se moviliza el poder a diferentes escalas y como el saber imperante puede crear tensión aguda con aquellos sujetos que se salen de los parámetros aparentemente normales o naturales.

Desde allí, emergen equívocos desde lo biológico, penal y hasta religioso, que tocan las fibras más internas de un individuo que se muestra peligroso, lo que de manera directa implica su vigilancia y su castigo en caso de no encajar en los moldes de lo natural.

El monstruo, el incorregible y el masturbador se convierten en las figuras que encarnan la anormalidad, ello sin decir que una sucedió a la otra, pues desde sus condiciones de aparición cada una de ellas se distingue por más de que se puedan yuxtaponer.

Además, llama la atención como esta clase del 75 -donde se habla de siglos pasados-, puede brindar conceptos aplicables al presente, donde considero existen las mismas figuras en otras condiciones de posibilidad. Como por el ejemplo, el monstruo defectuoso, que desde mis perspectiva tiene relación con lo que actualmente se denominan personas con discapacidad[2], los cuales a pesar de tener un campo más amplio desde lo legal y lo médico, son percibidos como raros, extraños y hasta anormales; esto debido a la educación e inicialmente al lenguaje que se utiliza cotidianamente para referirse a esta población, lenguaje no solo verbal sino corporal –gestual[3]-. Sumado a lo anterior, en la línea de la educación, los medios de comunicación también juegan un papel indispensable en la generación de cánones de normalidad a través de la manera en la cual representan a los sujetos; en su mayoría desde estereotipos.

En segundo lugar y más desde la escuela, considero sugestiva la figura del incorregible, que puede ser el reflejo de todos aquellos niños que en las instituciones se denominan “niños problema”, un discurso con un lenguaje que sigue enajenando, clasificando y sobretodo imponiendo una forma de regulación, una circulación del discurso que continúa afectando a los sujetos; en este caso a los estudiantes.

En concordancia con ello, es posible poner en acción los conceptos de Foucault en la escuela actual, lo que se hace interesante, pues muchos maestros necesitan reconocer los discursos de poder que se hallan en las aulas y las maneras en la que consolidan sujetos comunes, naturales y homogéneos, que al primer rasgo de “anormalidad” invocan aun las instituciones de encierro y la intensa necesidad de vigilar y castigar. Una eterna corrección del incorregible que descansa sobre todo en la familia y los maestros.

En tercer y último lugar, es sugerente hablar de temas como los siameses y hermafroditas, los cuales, a pesar de que ha pasado el tiempo y ha crecido su conocimiento alrededor de estos, siguen siendo parte de los anormales, de los enfermos que aún se les ocultan. Lo que indica la vigencia de discursos que se movilizan con el tiempo y se trasforman según las condiciones de la época. Con base en eso, es muy interesante poder internarse en el actual discurso de la monstruosidad y las formas en que se vende en la literatura, el arte y la televisión a través de documentales y películas.

Cierro diciendo que, los anormales de Foucault, es una obra que permite comprender el campo de la anormalidad en diferentes épocas, desde una no linealidad que permite comprender los discursos, su poder e influencia sobre los individuos a través de toda la historia.

Conclusión: La obra de los anormales y específicamente la clase del 22 de enero del 75, presenta de forma fantástica una genealogía de lo anormal, permitiendo reconocer los discursos psiquiátricos, médicos y judiciales que la sustentaron en diferentes épocas de la historia. En ese sentido, es un gran aporte para comprender como se consolidan los conceptos en el lenguaje y las implicaciones en los individuos que hacen parte de este fenómeno.



[1] Este modelo de reseña crítica es tomado de la Universidad Javeriana. Url: https://bit.ly/2D6eYyW

[2] Algunos autores prefieren llamarlos como persona con habilidades diferentes.

[3] Como por ejemplo cuando la mirada de las personas es diferente cuando se encuentran con una persona con una dicacidad notable y característica desde lo físico.

Memoria de eventos académicos 12

 Memoria de eventos académicos


Por la Situación ocasionada por la Pandemia Covid 19 no se han adelantado eventos, movilizaciones estudiantiles y profesorales.

Ensayos y artículos de reflexión 12

 

Ensayos y Artículos de reflexión


La emergencia de la mirada, su positividad y relación con el saber

Yudy Castellanos Delgado

 

El siglo XIX estuvo fuertemente marcado por la soberanía de la mirada, “ya que en el mismo campo perceptivo, siguiendo las mismas continuidades o las mismas fallas, la experiencia”[1] leía de inmediato las lesiones visibles del organismo y las relacionaba con formas patológicas, es decir, la ojeada antecedió el principio o verdad. Pareciese que de entrada el texto convocará a pensar en la unidad de la mirada médica, no obstante, es imprescindible advertir que tiene una pugna por la libertad, por la “totalidad abierta, infinita, móvil, desplazada sin cesar y enriquecida por el tiempo”[2] .En últimas la mirada que se convertiría en el receptor y en una de las principales fuentes de claridad.

La mirada del médico halló en el hospital el lugar de las verdades recurrentes, las enfermedades se agruparon por órdenes, tipos y especies, es decir, la enfermedad encontró un lugar elevado, cabe recordar que fue gracias a las irrupciones que se transformó la idea que circulaba para la época y que defendía que el seno de la familia y los hospicios de caridad eran el lugar natural de la enfermedad. El cruce de fuerzas como las exigencias de la reorganización del saber, la disolución de los privilegios sociales y la cobertura de la salud para la nación, permitieron que al estado se le adjudicará el hospital, de ahí, que fuese condición de posibilidad de los libres experimentos, la enfermedad se veía continuamente confrontada con una mirada que se proponía leerle, el hospital fue el lugar que proporcionó el saber al maestro.

Lo que se veía y leía de la enfermedad, lo que consiguió el enfermo al exteriorizar su dolencia por medio del lenguaje, fue la antesala para el registro mediante la escritura, este registro permitió la sistematización e interés por parte de un grupo privilegiado que anhelaba que el saber superará el estatus del esoterismo, de charlatanería, es así como, “La clínica aparece como la solución concreta al problema de los médicos y de la definición de competencia médica”, según Foucault se trata de  una “estructura mucho más fina y compleja en la cual la integración de la experiencia se hace en una mirada que es al mismo tiempo saber, es decir, que es dueña de su verdad, y libre de todo ejemplo”[3], cabe aclarar en este punto que no se trata de la organización cronológica de eventos, más sí, de las fuerzas que permitieron que circularán los discursos y que fueran las condiciones de posibilidad de la institucionalización del saber en el nacimiento de la clínica.

La clínica emergió de una estructura discursiva en la que se encontró el médico y el enfermo pero que se transformó, en un momento histórico en el “faltaba una estructura indispensable: aquella que habría podido dar unidad a una forma de experiencia ya definida por la observación individual, al examen de los casos, a la práctica cotidiana de las enfermedades, y a una forma de enseñanza”[4], lo anterior suscitó una organización de la medicina clínica.

La clínica del siglo XVIII contemplara a la pedagogía, este componente fue el que organizó los conocimientos médicos y el saber de la enfermedad, la pedagogía suscitó la transposición de ver/aprender a mirar/saber mediación posible gracias al lenguaje. Según Foucault el saber se transmite mediante la palabra, y “triunfa quien lleva en ella la mayor verdad”[5], se trata como indica el autor, sacar a la luz, descubrir, como valor positivo de la iluminación.

La necesidad de la enseñanza de la medicina por la práctica misma hace que el rol médico pase de acciones por descubrir la enfermedad en el cuerpo del enfermo, a aprendices que están bajo la orientación de un médico enfrente de los casos susceptibles de instruir, es decir, la clínica a su vez debió ser más que un espacio de encuentro del enfermo con el médico, debió formar constitucionalmente un campo enteramente estructurado, adicionalmente el sujeto como portador de enfermedad no fue relevante, el foco de los médicos era la enfermedad como objeto, sin importar el cuerpo que la portará. Para este punto la mirada ya no es la misma, no es poseedora del análisis, ahora es vigilante del lenguaje exterior al que recurre para confrontarle y visibilizarle. Las facultades se muestran como instituciones duales por poseer poder/saber, en el marco de la legitimidad, estas instituciones también se vieron permeadas por el cierre, la apertura y la posterior organización del saber.

La positividad de la mirada  permitió que circularán discursos a propósito de la enfermedad y su relación con el saber, la institucionalización del saber en “la clínica es probablemente el primer intento en formar una ciencia únicamente sobre el campo de lo perceptivo y una práctica sólo sobre el ejercicio de la mirada”[6], es así como la mirada se ofrece a la enfermedad y al mismo tiempo la configura, ello gracias a los códigos perceptivos, entonces, la enfermedad se presenta al médico de dos formas, como síntoma o como signo,  de ahí que el saber anticipador del médico de cuenta de la deducción rigurosa, por tratar de identificar el signo, a partir de los síntomas por medio del estudio de casos  a través del tiempo.

 La positividad de la mirada en relación con el saber clínico, se configura a través de la descripción de los hechos en su dominio hospitalario, lo que hace referencia a ver y decir lo que es visible al ojo del médico y un segundo dominio que es el pedagógico que hace referencia a ver, saber y enseñar. Para este momento del texto, el cuerpo es visto sin prejuicios, se trata de un cuerpo comprendido como un contenedor de órganos y tejidos, que pueden estar siendo afectados por una enfermedad o fiebre que se manifiesta mediante síntomas que anteceden a un signo, es por eso que si bien la mirada médica ha facilitado la comprensión del fenómeno, se fortaleció con otros sentidos como lo fueron el tacto y el oído (todos como técnicas de supervisión), manera multisensorial que se será vista como la acción anticipadora al triunfo de la mirada médica confrontado en la muerte, más específicamente con la autopsia.

Esa trinidad previamente mencionada, enuncia el acorralamiento del mal por señales, medido en la profundidad, sacado a la superficie, por la disección y que fue apartado de toda posición moral. La idea de muerte fue en principio la amenaza que invalidaba el saber y su capacidad para apartar del enfermo su dolencia pero también el momento de confrontación de lo que se había dicho, o descrito. La mirada ahora determina la intervención de las técnicas que salían del círculo de lo visible. Llegado este punto no es secreto que en el nacimiento de la clínica la muerte será el objeto de estudio de la medicina, y aún más cuando se trata de síntomas mudos que por su carácter no visible permanecen internos, sin aflorar a la superficie; pero que por cuenta de la trinidad y su encuentro en ocasiones con la disección, daban el voto positivo del saber anticipador.

Con todo, el nacimiento de la clínica da cuenta de una mirada que aunque en principio se le denominó como fuente de claridad, no fue el único recurso para que el saber ocupará un lugar en la clínica, la enfermedad y su positividad, permitió la clasificación, la organización y las no continuas etapas en que se veía como un fenómeno que debe seguir las reglas de la naturaleza, la enfermedad como objeto y el enfermo como sujeto y su transposición como objeto de estudio. Es así como la mirada no ha sido fuente de verdad, su rol más bien ha sido sugerir condiciones de posibilidad de enunciados, que van desde la ligera apreciación que se hizo de la enfermedad, el enfoque del ojo, su desvanecimiento por cada detalle, su prolongación y especialización en el marco de un saber empírico pero que poco a poco fue nutriéndose de práctica, teoría, experiencia, vida, muerte, pero que va permitir que la medicina logre institucionalizar su propio discurso.

Con todo el presente ensayo habla de la mirada y su positividad haciendo referencia a “su unidad a través del tiempo”[7] al “espacio limitado de comunicación”[8], con la positividad de la mirada se pueden desplegar identidades formales, continuidades temáticas, traslaciones de conceptos, juegos polémicos. La mirada como condición de emergencia de los enunciados en su dispersión, el cruce de fuerzas que permitió dar cuenta de una no linealidad, no coherencia, no unificación, no verdad; se trata, de una paulatina transformación que ayudó a detectar síntomas y a configurar síntomas diferenciándola de todo registro, de todo leve recorrido sin limitación con variables acontecimientos. La mirada médica gracias al movimiento autónomo previamente descrito, en convergencia con el saber cómo centro de dispersión, logró permear la experiencia médica, esto en el marco de un círculo que no está limitado, sino por el despliegue de ella misma.

 

BIBLIOGRAFIA

Foucault Michel. El Nacimiento de la Clínica. Una Arqueología de la Mirada Médica. [Libro]. - Argentina : Siglo veintiuno editores S.A, 2003.

Foucault, Michael. La Arqueología del Saber.  Siglo XXI. Editores Argentina S.A. 2010



[1] Foucault, Michael. El Nacimiento de la Clínica. Una Arqueología de la Mirada Médica.  Siglo XXI. Editores Argentina S.A. 2003 p. 17

[2] Ibídem., p. 53

[3] Ibídem., p. 123

[4] Ibídem., p. 81

[5] Ibídem., p. 79

[6] Ibídem., p. 68

[7] Foucault, Michael. La Arqueología del Saber.  Siglo XXI. Editores Argentina S.A. 2010 p. 166

[8] Ibídem., p. 167

Leer y escribir 12

 

LEER Y ESCRIBIR

 

Un encuentro íntimo consigo mismo

Sandra Téllez

 

“Si uno pasa sin cesar de libro en libro, sin detenerse jamás,

sin retornar de cuando en cuando a la colmena con su provisión de néctar,

y, por tanto, sin tomar notas ni constituirse por escrito un tesoro de lectura,

se expone a no retener nada, a dispersarse a través de

pensamientos diferentes y a olvidarse de sí mismo”

(Foucault, 2010, 941)

 

 

Quizás uno de los asuntos más contundentes que revele la esencia de nosotros mismos, es la escritura, en tanto que se configura en una práctica libre y ética que da cuenta de nuestros esquemas de pensamiento, experiencias y subjetivación del discurso. Por su parte, la lectura se convierte en el portal que abre a nuevas realidades y culturas, en las que el lector se cultiva al establecer una relación íntima y personal con aquello que lee, reconociendo de antemano que puede ir y venir al libro cuántas veces desee y no visto desde la desidia, sino a partir del sentido que le ha otorgado al acto de leer.

Hoy, en las universidades se cuestiona sobre las prácticas de lectura y escritura de nuestros estudiantes en la elaboración de distintos documentos, pero específicamente en lo que corresponde a las tesis y trabajos de grado ¿qué estará sucediendo? ¿Se lee menos que hace 20 años? ¿La lectura y la escritura estarían en vía de extinción? ¿Los dispositivos tecnológicos superaron el olor de las páginas de un libro antiguo? ¿Las bibliotecas y las librerías dejaron de ser espacios de encuentro con innumerables obras? Parece ser que las preguntas ya no recaen solamente sobre el no lector, también en todo aquello que tiene la posibilidad de ser leído y escrito.

Actos que sitúan una relación consigo mismo alejada de la soledad, disipando pensamientos y dando espacio a crear y recrear nuevas formas de estar en el mundo. En ese sentido, valdría la pena discutir la relación que tejen los jóvenes de nuestras instituciones educativas con la lectura y la escritura, en razón a que probablemente, se vinculen más a un asunto de desempeño escolar y no como posibilidad de cultivarse, a la vez que se configura en una práctica cultural. Por ello, es importante distinguir saber leer, del gusto o placer por la lectura. Cada vez que inicio un semestre en la universidad, hago tres preguntas a los estudiantes, ¿le gusta leer?, ¿qué lee? y ¿cuánto tiempo lee?, y, en promedio, sus respuestas reflejan una baja preferencia por la lectura, leen sólo los textos propios de la clase y lo hacen por menos de una hora diaria; en el mejor de los casos, algunos alcanzan a leer uno o dos libros al año, superando el dato de lectura las mujeres.

Y es allí, cuando me pregunto por la manera de aproximarlos a la lectura y a la escritura, cuando posiblemente en casa el acceso a los libros fue restringido a partir de cierto capital cultural de sus padres, o simplemente, tienen una visión pragmática del asunto y de acuerdo con ello, se acercan a los libros con finalidades distintas. Por ello, he pensado que una forma de iniciar estos actos podría ser a través de la escritura de sí como un ejercicio autobiográfico, en el que relata una verdad propia, singular y única a través de la subjetivación. Dicho de otro modo, el hecho de escribir permite construir una unidad discursiva con lo que la lectura ha dejado dentro de sí, por ello, estos dos actos son indisolubles.

Posiblemente, cuando el estudiante se acerca a escribir su tesis o trabajo de grado, lo primero que lo embarga es un profundo temor frente a cómo plasmar sus pensamientos y las construcciones que va realizando poco a poco en la medida que aborda distintos autores en medio de una carrera contra el tiempo; y olvida quizás lo más relevante, y es que a través de la escritura se configura identidad y, que para ello, es necesario dialogar consigo mismo, reflexionar, detenerse a pensar que, con el documento que genera, ejerce acción sobre aquel que va a leer, a través de su propia escritura y viceversa.

Estas breves líneas, pretenden reflejar que la lectura y la escritura resultan ser una expresión de sí mismo y una manera de estar presente para el otro. Pensemos por un instante lo que significa para nosotros escribir para alguien y lo que siente ese otro al leernos, es como si fuésemos capaces de mirarnos en un mismo tiempo y espacio. Por ende, no basta con creer que nuestros estudiantes deberían llegar a la universidad sabiendo leer y escribir y que es la escuela la responsable de ello, sino que, esto es un asunto de encuentro personal, de las relaciones que ha establecido con los libros, las palabras y las cosas dichas en sus vidas… no podría ser de otra forma.

Editorial 12

 

Blog 12

 

Editorial

En este número 12 del Blog, a propósito del espacio “Leer y escribir” la profesora Sandra Téllez nos presenta “Un encuentro íntimo consigo mismo” reflexiones en torno a la escritura y la lectura en relación con el sujeto y el sí mismo. Aborda la historia personal y el efecto de las prácticas escolares, pasando a la pregunta por el nivel, interés y valor que la lectura tiene para los estudiantes en la Maestría. Reflexiones pertinentes en tanto maestros que somos y que en el marco de la labor como directores de tesis, reclamamos por su ausencia.

Para el caso de la Reseña denominada Crítica siguiendo un modelo que propone la Universidad Javeriana[1], la estudiante Angie Mariana Muñoz Luque se adentra en el trabajo de Michel Foucault, Los anormales, particularmente en la Clase del 22 de enero de 1975. Sus descripciones y análisis muy acertados nos acercan de manera cierta a lo que el autor mostrará como sujetos de la anormalidad para distintas épocas, es un análisis sugestivo que animará la lectura del libro completo. 

En el apartado “Avances de investigación” Fanny Andrea Cifuentes Ortiz estudiante de la Maestría en Educación nos muestra el proceso de construcción de su proyecto “La enseñanza del Latín en Colombia” recorriendo de manera somera pero agudo la historia del Latín -algunos de sus usos-, como su viaje a tierras lejanas de la mano de los procesos de descubrimiento y conquista, como va situando tal enseñanza en América para preguntarse, objeto de la investigación -que está emprendiendo- a casi desaparecer de la enseñanza escolar y privada, cuando en el siglo XIX jugó un papel importante aunque fuese especialmente entre la elite colombiana. Imperdible acercamiento a un proyecto que se interroga por la enseñanza de un saber escolar.

Finalmente, en el apartado “Ensayo o Artículo de reflexión” presentamos de Yudy Castellanos Delgado el texto “La emergencia de la mirada, su positividad y relación con el saber”.  Allí de manera cuidadosa y profunda presenta sus puntos de vista acerca del Nacimiento de la Clínica de Michel Foucault. Logra en su ensayo plasmar el modo como el autor presenta las fuerzas en juego y el modo en que un saber se va construyendo de trozos de prácticas. Dichas fuerzas son presentadas de modo puntual y atinado desde su tesis que se centra en el papel del mirar, de la postura que permite ver lo que de otro no parecía.

Queda este número para deleite y de los lectores.



[1] Este modelo de reseña crítica es tomado de la Universidad Javeriana. Url: https://bit.ly/2D6eYyW