domingo, 12 de diciembre de 2021

Leer y escribir 14

 

Leer y escribir


Investigar o sobre el acto de problematizar

Oscar Espinel-Bernal[1]

 

“Ahora, ya que estamos con la P, quería hablar del profesor o profesora como preparación. Como alguien que se prepara […]

Y... preparar no es la misma cosa que planificar”.

                                    Walter Kohan, Abecedario de infancias: entre                                            educación y filosofía

 

"Transformar el mundo no es otra cosa que modificar eso último para lo que no tenemos nombre"

María Zambrano, Aforismos


Hay un gesto de la filosofía que poco a poco entra en desuso en medio de la voraz carrera de la información y el conocimiento. Aunque arrinconado, nunca pasa desapercibido. Se trata del asombro que asoma en medio de los sistemas de certezas y respuestas inmediatas. Este gesto filosófico implica situar y asumir como desconocido lo que creemos conocer. De allí la sorpresa y el detenimiento que provoca.

Es un gesto que mantiene viva y actual la capacidad de preguntar, de interpelar y hasta de conversar. Si cada interlocutor (si cada lector) se presenta ensimismado en sus verdades, difícilmente podrá darse aquel momento de la apertura que significa el diálogo y, por tanto, el aprender. La exploración y el hallazgo se nutren, en primera medida, de la inquietud, el no saber (de impronta socrática) y la sensación de novedad que marca aquello des-conocido.

Este gesto filosófico hace de lo normal, común y acostumbrado, un problema. Se trata de un extrañamiento frente a lo habitual que, a fuerza de la repetición, terminamos por asumirlo como conocido; aunque, en el mejor de los casos, solo hayamos explorado un pequeño margen de sus posibilidades.

Hacer de lo cotidiano algo extraño significa reconocer que, aunque usual, no es definitivo. Significa comprender la provisionalidad e historicidad de aquello que tiende a presentarse como único e invariable. En otras palabras, es un movimiento de desnormalización de lo normalizado, de lo hecho normal.

Este es un gesto, un gesto filosófico -si nos lo permiten-, presente en el acto de leer, pero también en el acto de investigar. Es un gesto que tiene que ver con una actitud, una disposición, una sensibilidad: la de la inquietud, la de la pregunta que incomoda, desacomoda, altera, trastoca, des-naturaliza. La pregunta auténtica, honesta y elaborada, es una pregunta que rompe e irrumpe en la normalidad de la cotidianidad para hacernos ver cosas que no veíamos; para mostrarnos que hay cosas que aún no hemos visto. Podríamos decir que, de algún modo, esta manera de preguntar da forma a objetos antes imperceptibles, inexistentes, im-pensados.

Por tanto, es una pregunta que crea: crea objetos, crea modos de preguntar, crea posibilidades. Crea problemas. A esto es a lo que podemos llamar problematizar. En este orden de ideas, la función de la investigación –pensada desde este gesto filosófico– es problematizar en tanto acto de pensar, en tanto acto de pensamiento. Solo así, movidos por la potencia de la pregunta, el extrañamiento y la sospecha, será posible ver de otro modo y preguntar de otros modos. Preguntas distintas permiten respuestas distintas, recorridos nuevos y horizontes renovados. De hecho, la investigación es ante todo eso: darle forma a las preguntas y a las formas de preguntar.

Dicho todo lo anterior, también podemos insistir en la comprensión de la investigación como una apuesta por crear maneras de aproximarnos a eso que llamamos realidad, mundo o verdad. Investigar es una apuesta en él y por el conocimiento. A este respecto, nos dice Larrosa:

A lo mejor eso que sabemos (o que creemos saber), lo sabemos (o creemos que lo sabemos), precisamente porque nunca nos lo hemos parado a pensar (2008, p. 277).

Es algo que Sócrates asumió como tarea hace más de dos milenios y que la filosofía incorporó como tarea propia.[2] No porque sea un asunto exclusivo de ella (pues sabemos que el pensar es algo que excede sus limitadas fronteras), pero sí porque se obstinó con ello, con hacer ver que en realidad no se sabe lo que se dice saber, lo cual no es otra cosa que desenmascarar, mostrar o hacer ver la fragilidad, finitud y estado de inacabamiento de aquello que decimos saber.

El curso de la normalidad y la repetición hacen perder de vista el carácter histórico de las verdades, los sistemas explicativos, las sociedades y sus códigos culturales. Hacen ver como natural y universal lo que no es más que artificio e invención. Ahora bien, que sea invención o artificio no significa que no esté, que no sea “real”, que no nos afecte, que no sea válido; significa que es provisional, limitado, modificable.

¿No nos pasa frecuentemente esto en nuestra cotidianidad, en nuestros trabajos, en el aula, en la relación con nuestros campos disciplinares? ¿No nos pasa comúnmente que caemos en la trampa de pensar que ya todo está hecho y que no puede cambiar, que no hay manera de cambiar? ¿No caemos en la tendencia a seguir modas, modelos y fórmulas de manera irreflexiva e imitativa? ¿No nos pasa usualmente que seguimos objetivos sin preguntarnos por ellos, por sus alcances, implicaciones y posibilidades? Usualmente, en el día a día, caemos en la aceleración provocada por la competencia, en la urgencia de la acumulación y en la acción mecánica e inercial con el fin de cumplir con nuestro trabajo de manera efectiva y eficiente, evitando al máximo las dificultades y retrasos para cumplir con lo que hay que hacer. Imbuidos en las urgencias diarias, nos convencemos, de distintos modos, que no tiene sentido intentar cambiar lo que ya está hecho y que no puede ser de otra manera.

Quizás, todo esto sucede porque el peso de la costumbre ha terminado por minar toda posibilidad de pensamiento, de reflexión y, por tanto, ha lesionado la posibilidad de modificación, de acción, de creación. De ahí, el valor de hacer un alto en medio de la vertiginosa velocidad de las urgencias diarias y de la monotonía de lo mismo, para dar lugar a la pregunta, a la problematización, a la reflexión por lo que hacemos y lo que somos. No hay que olvidar que el ser humano tiene la facultad de hacer-se mediante su acción. Es algo de lo que no podemos escapar: somos nosotros quienes damos forma a lo que somos e incidimos en los modos que asumen los espacios y entornos que habitamos.   

Volvamos a Sócrates para continuar merodeando la cuestión de la investigación, la problematización y el preguntar. ¿Pensar? ¿Qué es eso de pensar? A propósito de esta intranquilidad permanente en la que venimos insistiendo, se pregunta Larrosa:

¿No será eso pensar?, ¿convertir en problema lo que se da como solución?, ¿convertir en pregunta lo que se da como respuesta?, ¿convertir en oscuro lo que se da como claro y evidente?, ¿inquietar lo que sabemos o lo que creemos saber? (2008, p. 277).

Se trata de un pensar que desacomoda. Un pensar que no se agota ni consuela con las respuestas o sistemas explicativos, pues les entiende como estadios de un largo trasegar… ángulos posibles de mirada dentro de la complejidad del paisaje.

¿Y si, junto al pensar, comprendemos esa actitud inquisidora como cercana al aprender? El mismo Larrosa vuelve a apuntar que el “aprender tiene que ver con el saber, con llegar a saber lo que no se sabía” (p. 277). Si esto es así, quiere decir que el saber es el efecto del aprender. Si el saber es el producto, el aprender es la acción. En consecuencia, podemos afirmar que el aprender antecede al enseñar. Nadie enseña lo que no sabe y nadie sabe lo que no aprende. Por tanto, nadie enseña lo que no ha aprendido.

Así es que, abriendo un paréntesis en este punto, podemos plantear, una vez más, que el enseñar tiene que ver no solo con el conocimiento sino, ante todo, con el aprender. Un aprender que excede la información, el dato, la certeza, sin dejar de relacionarse con el conocer y con el conocimiento. En otras palabras, lo que podemos señalar es que a la base de nuestra labor como docentes se encuentra –o nos encontramos– con la pregunta epistemológica: ¿Qué es conocer? ¿Cuáles son las posibilidades y condiciones del conocimiento? En breve, ¿Cómo se produce el conocimiento? Pero, aún hay más, pues sobre todos estos interrogantes emerge la pregunta epistemológica que más nos interesa como profesores y profesoras: ¿Qué tipo de relación establezco y es posible establecer con el conocimiento? ¿Qué tipo de relación con el conocimiento habilito, propicio, alimento en mi ejercicio docente?

Cerremos el paréntesis y continuemos con Larrosa: “pero aprender tiene que ver también con el pensar, con el pararse a pensar lo que ya se sabe” (2008, p. 277). El aprender, como el pensar, tiene que ver con aquel «sentirse extranjero», nunca en territorio propio, cómodo y conquistado. El aprender, como el pensar, se asemejan a la expedición constante y al espíritu de aventura en búsqueda de nuevas regiones, experiencias y hallazgos. Sospechar, cuestionar, mirar con atención, volver a preguntar para (des)aprender lo ya aprendido, todo ello tiene que ver con el pensar. ¿No es acaso eso lo que hacemos cuando leemos, cuando volvemos sobre algo que ya hemos leído? ¿No es eso lo que hacemos cuando preparamos nuestras clases, cuando visitamos textos y autores alguna vez ya visitados? ¿No es eso lo que hacemos cuando hacemos de nuestras prácticas cotidianas y los espacios que frecuentamos, objeto de nuestro preguntar, de nuestra investigación? Ciertamente, el enseñar tiene que ver con el aprender y, a su vez, el aprender tiene que ver con el enseñar. Y, como ha de inferirse, tanto el enseñar como el aprender, tienen que ver con el investigar, con el leer y, por supuesto, con el escribir… con el escribir-nos.

 

Referencias

Kohan, W. (2019). Abecedario de infancias: entre educación y filosofía. En: Pulido, O, Espinel, O y Gómez, M.A. Filosofía y Enseñanza. Miradas en Iberoamérica. Tunja - UPTC

Larrosa, Jorge. (2008). Leer (y enseñar a leer) entre las lenguas. Veinte fragmentos (y muchas preguntas) sobre lenguaje y pluralidad. En: Hoyos, Guillermo (ed.). Filosofía de la educación. Madrid: Editorial Trotta. pp. 277-292.

Zambrano, M. (1999). Dictados y sentencias. Barcelona: Edhasa


[1] Profesor del Depto. de Posgrados de la Universidad Pedagógica Nacional. oespinel@pedagogica.edu.co

[2] “Solo sé que nada sé” acostumbraba a decir Sócrates como invitación a pensar. Un pensar que, además, se realiza con otros y junto con otros a través de las múltiples figuras que asume dicha otredad.

Ensayos y artículos de reflexión 14

Editorial 14

 

Editorial

Tenemos en este número, una reflexión del profesor Oscar Espinel, sobre la problematización en la investigación. En su texto, el profesor establece una relación entre el pensar, el preguntar y la realidad, cuestiona esos modos y maneras de acercarnos al conocimiento y llama la atención de estos sentidos en la investigación, cuando todo se normaliza o cuando no se es capaz de leer de otro modo eso que vemos. Es pues, una lectura para pensar el problema en la investigación, pero desde el pensar. En segundo lugar, está la reseña elaborada por el estudiante Andrés Felipe Ramírez quien nos habla del texto La práctica pedagógica como núcleo de experiencia: Herramienta conceptual para su caracterización de la profesora Marín. En sus análisis nos muestra los planteamientos de la autora en relación con la práctica pedagógica y las posibilidades que ella ofrece cuando se mira el oficio del profesor. Finalmente, en los avances de investigación, el estudiante de maestría Alfredo Navia Garrido nos presenta su trabajo investigativo sobre lectura crítica, sujeto y discurso pedagógico donde avizora desde la acción comunicativa de Habermas, las implicaciones que ella conlleva cuando se hace lectura crítica, entrecruzando esas configuraciones del sujeto desde el discurso y las formas de relación de este con la cultura y, de esos modos considerados por el estudiante críticos a la hora de leer. Están todos invitados a acercarse a estas posturas acerca de la lectura y la escritura en clave de la investigación y de la práctica pedagógica.

Reseñas 14

 

La práctica pedagógica como núcleo de experiencia: Herramienta conceptual para su caracterización - Dora Lilia Marín Díaz

“Práctica pedagógica y formación de maestros”

 

Andrés Felipe Ramírez Ospina[1]

 

La práctica pedagógica es un concepto amplio que ha hecho referencia a aspectos en la formación y evaluación de maestros, las políticas públicas nacionales e internacionales y la condición de experiencia y problematización contemporánea. Esta última, es abordada en el texto a reseñar, escrito por Dora Lilia Marín, doctora en Educación, investigadora del grupo Historia de la Práctica Pedagógica y profesora de la Universidad Pedagógica Nacional.

La práctica pedagógica se puede considerar como elemento central de la educación escolar y ejercicio profesional de los maestros, la cual contiene técnicas y fines que la caracterizan en espacios y tiempos concretos; sin embargo, esta es más que el simple hacer del maestro y la suma de criterios de formación curricular.

Como núcleo de experiencia, la práctica pedagógica es una problematización contemporánea con visibilidad en los discursos educativos, con influencias de orden político y económico, individual y colectivo. Marín, citando a Foucault, menciona que en ella se articulan tres dimensiones fundamentales “las formas de un saber posible”, “las matrices normativas de comportamiento para los individuos” y “los modos de existencia virtuales para sujetos posibles” las cuales permiten afirmar que la práctica pedagógica es una experiencia “particular, histórica, social y culturalmente localizada” Marín (2018).

Desde lo anterior, la autora describe la práctica pedagógica como una matriz de experiencias, donde el ejercicio pedagógico es la cima o resultado de una configuración en las reglas que orientan su experiencia profesional. Esto implica que el maestro es un “sujeto susceptible de ser pensado”, lo que permite analizar cómo se configuró la práctica y cómo se derivan los modos (veridicción, subjetivación, normatización) que la determinan.

De este modo, la dimensión de las formas de veridicción “hace referencia al campo tensional entre el conocimiento y el saber común” (Marín, 2018), en esta dimensión, los saberes establecen tensiones entre los saberes específicos y saberes pedagógicos de los maestros, los primeros se derivan de la formación en disciplinas o áreas presentes en el currículo y los segundos, se argumentan desde la experiencia concreta derivada del ejercicio profesional.

La dimensión referida a las formas de normatización, corresponde al grupo de normas y reglas, Foucault afirma que estas son “en parte tradicionales, en parte nuevas, que se apoyan en tradiciones religiosas, judiciales, pedagógicas, médicas” que limitan o permiten determinados modos de conducta, regulan el comportamiento del maestro (lo aceptable o no) y a los que se vinculan a su práctica. En este aspecto, el derecho y el uso del lenguaje legal han modificado la práctica y la relación pedagógica.

La dimensión de las formas de subjetivación se refiere a “la manera en que los individuos se ven llevados a dar sentido y valor a su conducta, a sus sueños, a sus deberes, a sus placeres, a sus sentimientos y sensaciones” (Foucault, 1986) en la práctica profesional. En esta dimensión los individuos se tornan sujetos de la práctica pedagógica, reconociendo técnicas y tecnologías que definen la relación que cada individuo establece consigo mismo y con los otros, asumiendo el “papel que se le reconoce” (Marín, 2018).

Ahora bien, la posición del maestro en los contextos de la dimensión de las formas de subjetivación ocupa un lugar con cierta autoridad. Debido a la interacción con la formación profesional y la carrera docente, la posición del maestro se redefinió en la de “función docente”. Es así como, reconocer que el maestro ocupa una posición diferente de sujeto en la práctica pedagógica, significa que no es una práctica individual, que se ajusta a condiciones específicas pero que no es independiente de las normativas y las formas de saber en un momento y sociedad determinada. Para Marín “La práctica pedagógica define la experiencia particular de un individuo que se vincule o se torne sujeto de ella”.

Describir la práctica pedagógica supone entonces reconocer la práctica en una relación entre las dimensiones del saber, las matrices normativas y los modos de existencia. Es así como, al realizar su caracterización, la práctica se puede entender como “aquello que los individuos realmente hacen cuando hablan o cuando actúan”, la cual permite a los maestros reconocerse como sujetos de una práctica actualizada por los modos concretos de practicarla, alejándose de las políticas educativas y de los discursos que invisibilizan su saber.

Teniendo en cuenta lo anterior, es posible concluir que la reflexión e investigación en la práctica pedagógica empoderan al maestro como sujeto, posibilitan nuevas formas éticas y políticas de pensar la enseñanza; además, crean espacios de emancipación que si bien, conviven con las políticas educativas, permiten reconocer y expandir los alcances de la práctica profesional docente.

 Referencias

Marín, D. L. (2018) La práctica pedagógica como núcleo de experiencia: Herramienta conceptual para su caracterización. En Barrantes Clavijo, R. Práctica pedagógica y formación de maestros. Universidad Pedagógica Nacional, Bogotá. Colombia. Págs. 55-64.



[1] Estudiante de la especialización en pedagogía. Texto producido en el marco del seminario de problematización de la práctica pedagógica con el profesor Bernardo Galindo.

Condiciones de publicación 14

 Condiciones de publicación


1. Sección de avances de investigación. 
Avances referidos a aspectos teóricos, metodológicos, autor de interés, tema de interés. (No se reciben artículos de investigaciones concluidas por cuanto no tiene el lugar de una revista indexada que si los requiere en su dimensión). 
Aspectos formales: Autor único, condiciones del ensayo: desarrollo de la tesis y bibliografía. 4 cuartillas. Times new roman 12. Espacio sencillo.

2. Sección de ensayo, artículos de reflexión (producto de seminarios temáticos). 
El escrito enviado debe referir el seminario en el marco en el cual se produce. 
Aspectos formales: Autor único, condiciones del ensayo: desarrollo de la tesis y bibliografía. 4 cuartillas. 4 cuartillas. Times new roman 12. Espacio sencillo.

3. Sección de reseñas de libros leídos en la Maestría. Aspectos formales: Escrito-Reseña que dé cuenta de alguna de las lecturas realizadas en el marco de la Maestría. 
Aspectos formales: Autor único y bibliografía. 2 cuartillas. Times new roman 12. Espacio sencillo.

4. Sección de memorias de eventos en los que se haya participado (poster, taller, resumen de ponencia, panel). 
Aspectos formales: Resumen. 2 cuartillas. Times New Roman 12. Espacio sencillo. Se debe incluir datos del evento en mención. Y su formato será en WORD.

El correo institucional en donde se recibirán las contribuciones para el blog es el siguiente: 

cuadernoseesmae@pedagogica.edu.co

Avances de Investigación 14

 

Lectura Crítica, Sujeto y Discurso Pedagógico

 

Alfredo Navia Garrido[1]

La aprehensión y dominio de los códigos en la lectura es inevitablemente necesaria para poder llevar a cabo cualquier tipo de lectura, esto es, desde una lectura rápida hasta una lectura concienzuda y crítica. Sin embargo, si se concibe un sujeto crítico, capaz de leer comprensiva, analítica y críticamente los textos, tanto escritos como orales, el estudio de la producción del discurso científico, literario y cotidiano, bajo una perspectiva teórica distinta y ulterior a la de los códigos, se hace también inevitablemente necesaria.

En el presente texto, por lectura crítica se entiende la lectura que hace un sujeto crítico, capaz de tomar una postura responsable y coherente con los juicios que hace de los textos y discursos que lee. Además, interpreta el propósito o intenciones que movieron al locutor del discurso o texto leído para enunciar lo que se encuentre en dicho texto.

Para poder llegar a ese nivel crítico de lectura se propone una pedagogía que acompañe y provoque la realización de una lectura comprensiva, que permita entender la superficialidad del texto; y luego, una lectura analítica, que permita hallar los textos (hipotextos, hipertextos, intertextos) y la polifonía del texto en cuestión (Bajtín, 1989) (Ramírez, 2016) (Ramírez, 2007). Para ello, las fuentes primarias las hayamos en los trabajos de Ramírez ( 2007), con la propuesta teórica de la producción del discurso dentro de los actos comunicativos; en Bajtín (1989), con su propuesta de la polifonía; en Habermas con su concepción de las tres esferas de la vida (la objetiva, la subjetiva y la intersubjetiva) (1999), en Searle ( 2015) con los actos de habla; en Freire con su concepción del diálogo y de educación bancaria (1993), (2007); en Giroux con su concepción de la pedagogía de los límites (2003); y en Foucault, con su legado teórico de la genealogía y la parresía (, 2014, 2017, 2018),

La polifonía es el conjunto de textos implícitos o voces que se haya en todo texto o discurso (Bajtín, 1989) y está constituida por hipotextos, hipertextos, intertextos (Ramírez, 2007, 2017), Por otro lado, Habermas (1999 pp.281-425) define la vida de todo sujeto dentro de tres esferas: la subjetiva, la intersubjetiva y la objetiva. En estas tres esferas de la vida se halla toda la producción, el desarrollo y mundo de la sociedad y la cultura, con sus pretensiones y discursos, como se ve en el siguiente gráfico:

Esferas

Mundos

Pretensión

Discurso

Objetiva

Cultural

Verdad

Ciencia – Filosofía – Tecnología

Subjetiva

Individual

Veracidad

Literatura

Intersubjetividad

Social

Legitimidad

Cotidiano: Conversaciones y Diálogos

Resumen de la acción comunicativa de Habermas (1999) y las tres esferas de la vida

Habermas define la cultura, esfera objetiva, como: “acervo de saber del cual se proveen de interpretaciones los participantes de la comunicación al entenderse entre sí sobre algo en el mundo” (1999, p.99). Este es el saber, representación del mundo, que ha sido el objeto de estudio de las teorías del lenguaje. También, reconoce la sociedad como los “órdenes considerados legítimos a través de los cuales los participantes en la comunicación regulan su pertenencia a grupos sociales y aseguran su solidaridad” (1999, p.99). Además, la precisión de la esfera subjetiva la considera como la “estructura de la personalidad a todos los motivos y competencias que capacitan a un sujeto para hablar y para asegurar en ello su propia identidad” (1990, p, 99). En cuanto a la esfera de la intersubjetividad, Habermas la define como “el entrelazamiento entre las estructuras de la personalidad con la cultura y la sociedad” (1990, p.105), como se muestra en el siguiente gráfico:

 


Del gráfico anterior puede entenderse cómo desde la interacción se constituye la esfera de la cultura, la persona y la sociedad. Desde ese punto de partida del yo y la alteridad se recibe la influencia de la sociedad con la presión social y aportes de lealtades, pero a su vez, esta relación ego-alter, contribuye al mantenimiento y la generación de la solidaridad social, tal como el mismo autor lo señala “Toda integración social de plexos de acción es al tiempo un proceso de socialización para los sujetos capaces de lenguaje y acción que en él se forman” (Habermas, p.105, 1999).

En el presente trabajo se concibe al sujeto crítico, como aquel formado bajo su perspectiva subjetiva, desde la pragmática que, como sujeto que hace parte de una cultura, de una clase determinada y del mundo globalizado, sabe leer, como dice Freire (2019), el mundo, a sí mismo y a los demás, como un acto político. La emancipación, entendida sumariamente como la posibilidad de no llegar a ser opresor. También en términos de Freire, este sujeto sólo se desarrolla y se mantiene en un diálogo pedagógico, en donde no únicamente alumnos y maestros identifiquen las relaciones en las que se hallan con la cultura, el orden social en que actúan y con sus propias subjetividades, con respecto a los interlocutores, sino además en donde se halla un sujeto que, siendo provocado por el acompañamiento pedagógico del profesor, es agente de su propia vida y responsable de sus propios actos.

La identificación de marcadores del discurso, que permiten ver las formas en las que un texto o discurso es producido, permite precisamente llegar a la provocación propia de la pedagogía propuesta en este texto. Lo anterior conlleva a realizar los tres niveles de lectura propuestos, a saber, el comprensivo, el analítico y el crítico. Esos marcadores se hallan en los discursos como formas de focalización y de modalización (Ramírez, pp.143, 174-176, 2007), éstas se explicarán luego con sus formas de enunciación en el lenguaje.

La importancia de los marcadores es alta pues con ellos se entenderá que el discurso en el lenguaje hace parte de la subjetividad del locutor y se halla presente en todo discurso, es decir, en todo productor de sus discursos, producción que parte de la cultura y de la alfabetización del sujeto o, en otras palabras, de su propia voz. Se entiende la voz como las experiencias personales junto con la organización mínima de contenidos que, a su vez, son producto de recontextualizaciones de voces ya existentes, es decir, producto de la polifonía, que se hallan en el saber o conocimientos del locutor y que lo llevan a crear determinados actos comunicativos.

La argumentación, la narración y la descripción se hallan en el texto como formas del discurso, sea, tanto del discurso científico, como el literario y el científico (Ramírez, 2007). La sinecdoquización, la metaforización y la metonimización son los marcadores que se pueden hallar en el discurso dentro de unos marcadores más generales que los contienen, que son la modalización y la focalización. La modalización corresponde a la manera en que el locutor lleva a cabo su discurso o como crea su texto, en cuanto a la forma misma en que usa la lengua, es decir, lo gramatical (modos de los verbos, tipos de adjetivos que usa, etc.), lo sintáctico (orden y organización de la palabras en la oración) y lo morfológico (composición y derivación de las palabras) y, por lo tanto, corresponde a la forma más inmanente del texto o, en otras palabras, a la forma de la expresión (Ramírez, 2007), (Hjelmslev, 1971). La focalización es el punto de vista del locutor con contenidos de perspectivas ideológicas, pragmáticas, afectivas, cognitivas, etc. y corresponde a la sustancia del contenido (Hjelmslev, 1971) de todo texto, es decir, al discurso mismo. Como se ha dicho anteriormente, estos marcadores generales contienen otros marcadores más específicos que son la sinecdoquización, forma reductiva del discurso, que se produce por el uso de apócopes (acortamientos o supresiones de las palabras) y de imágenes, absolutamente frecuentes en el discurso cotidiano; la metaforización, forma de articulación que hace el locutor en un discurso entre su mundo y el de su interlocutor, que también suele ser rico en el uso de imágenes, que ayudan a crear una comparación entre el mundo referido y el mundo propuesto en el discurso y que suele dejar intersticios para la interpretación y el sentido. Este marcador se halla con frecuencia en el discurso cotidiano y en el literario. La metonimización, por su parte, consiste en el uso del lenguaje que consiste en el uso de relaciones lógicas de la parte al todo o de causa efecto, y se halla con frecuencia en el discurso científico o académico. Estos marcadores específicos son distintos a los tropos que responden a los nombres de metáfora, sinécdoque y metonimia, que son, en términos generales, formas retóricas concisas que se usan en el discurso y que se hallan en la forma del contenido del lenguaje (Hjelmslev, 1971), (Ramírez, 2007).

En las relaciones del yo-tú-ello (Ramírez, 2007) y desde las teorías de la enunciación de Benveniste (1997,1999) y de los actos de habla de Searle, se explicará la producción del discurso en las tres esferas de la vida, para articularlo teóricamente con las formas discursivas de la narración, la argumentación y la descripción en la pedagogía.

En términos de la teoría semiótica de los códigos de Eco (1976), la alteración del código, es decir, en la forma (alfabética) de la expresión del lenguaje, existen tres formas de códigos, a saber, el retorico, el estético y el ideológico, y dentro de ellos se configura el discurso pedagógico. Sin embargo, se busca, en el presente trabajo de grado, identificar la forma propia de la constitución del discurso pedagógico y, a la vez, proponer una pedagogía dialogante, que eduque al sujeto en su lectura crítica. Tal propuesta se basa en la conexión entre parresía y en la noción de discurso de Foucault (2014, 2017, 2018), y las propuestas pedagógicas de Freire (1993, 2007, 2019) y Giroux (2003).

Referencias

Bajtín, M. (1989). Teoría y estética de la novela. Taurus.

Benveniste, É. (1997). Problemas de lingüística general I. Siglo XXI.

Benveniste, É. (1999). Problemas de lingüística general II. Siglo XXI.

Freire, P. (1993). Pedagogía del oprimido. Siglo XXI.

Freire, P. (2007). La educación como práctica de la libertada. Siglo XXI.

Freire, P. (2019). La importancia de leer y el proceso de liberación. Siglo XXI.

Foucault, M. (2014). El orden del discurso. Fábula Tusquets.

Foucault, M. (2017). Discurso y verdad. Conferencias sobre el coraje de decirlo todo. Siglo XXI.

Foucault, M. (2018). La hermenéutica del sujeto. Fondo de cultura económico.

Giroux, H. (2003). Pedagogía y política de la esperanza. Amorrortu.

Habermas, J. (1999). Teoría de la acción comunicativa II. Crítica de la razón funcionalista. Taurus.

Hjelmslev, L. (1971). Prolegómenos a una teoría del lenguaje. Gredos.

Ramírez, L. A. (2007). Comunicación y discurso. La perspectiva polifónica en los discursos literario, cotidiano y científico. Magisterio.

Ramírez, L. A. (2016). Intertextos de la globalización en el discurso de la educación colombiana de Juan Manuel Santos. En Discurso y política en Colombia: problemáticas actuales, pp.13-38. La carreta política.

Searle, J. (2015). Actos de habla. Cátedra.



[1] Estudiante de la Maestría en Educación. Texto presentado en la semana de avances de investigación 2021 – II.

sábado, 11 de diciembre de 2021

Condiciones de publicación 13

                                                                Condiciones de publicación


1. Sección de avances de investigación. 
Avances referidos a aspectos teóricos, metodológicos, autor de interés, tema de interés. (No se reciben artículos de investigaciones concluidas por cuanto no tiene el lugar de una revista indexada que si los requiere en su dimensión). 
Aspectos formales: Autor único, condiciones del ensayo: desarrollo de la tesis y bibliografía. 4 cuartillas. Times new roman 12. Espacio sencillo.

2. Sección de ensayo, artículos de reflexión (producto de seminarios temáticos). 
El escrito enviado debe referir el seminario en el marco en el cual se produce. 
Aspectos formales: Autor único, condiciones del ensayo: desarrollo de la tesis y bibliografía. 4 cuartillas. 4 cuartillas. Times new roman 12. Espacio sencillo.

3. Sección de reseñas de libros leídos en la Maestría. Aspectos formales: Escrito-Reseña que dé cuenta de alguna de las lecturas realizadas en el marco de la Maestría. 
Aspectos formales: Autor único y bibliografía. 2 cuartillas. Times new roman 12. Espacio sencillo.

4. Sección de memorias de eventos en los que se haya participado (poster, taller, resumen de ponencia, panel). 
Aspectos formales: Resumen. 2 cuartillas. Times New Roman 12. Espacio sencillo. Se debe incluir datos del evento en mención. Y su formato será en WORD.

El correo institucional en donde se recibirán las contribuciones para el blog es el siguiente: 

cuadernoseesmae@pedagogica.edu.co

Ensayos y artículos de reflexión 13

                                                         Ensayos y artículos de reflexión

Avances de investigación 13

 

Avances de investigación

La idea de “niño salvaje” y la educación

Yenni Marcela Patarroyo[1]

 

El trabajo de grado se centra en estudiar un “niño salvaje” que fue encontrado en el bosque de la Caune en Francia, en el año 1799, al cual llamaron Víctor. Fue clasificado por las personas de la época como “niño salvaje” por no tener las características y rasgos similares a sus semejantes.

 

Jean Itard, pedagogo dedicado a la enseñanza y rehabilitación de sordos, acogió al niño e intentó realizar un proceso educativo con él (ya veremos el sentido de tal pretensión y los logros alcanzados). En esa dirección, hace un informe detallado de cómo se encontraba el niño, física y mentalmente, de cómo lo veían dentro del entorno donde se desenvolvió después de haberlo encontrado, y de su desarrollo frente a las acciones implementadas con él, para desplegar sus habilidades cognitivas (Cf. Itard, 1801). Este informe fue publicado en 1801 con el título “Memoria e informe sobre Víctor del L’Aveyron”. Para comprender el caso de Víctor utilizamos los conceptos emitidos por Immanuel Kant en su libro Pedagogía, publicado en 1803, es decir, dos años después del informe la memoria de Itard.

 

Para entender primero el asunto que nos compete en este trabajo es necesario comprender que “El hombre es la única criatura que ha de ser educada” (Kant, 1803, p. 29). Es decir, que hay una diferencia con otras especies, considerando que el ser humano es un espécimen de homo sapiens sapiens y tiene la capacidad de ser educado; no basta, se necesita que se implementen unas condiciones realizadas por los hombres educados.

 

Kant especifica más el asunto, partiendo de la diferenciación entre los animales y los hombres; “pero el hombre necesita una razón propia; no tiene ningún instinto, y ha de construirse él mismo el plan de su conducta” (Kant, 1803, p. 30). A diferencia de los animales que, por su instinto, tienen ya un “plan de conducta”, el cual, hemos de inferir y parece limitarse a las siguientes tres acciones: buscar su alimento, protegerse de los depredadores y reproducir la especie. Entonces, a diferencia de los animales, el hombre necesita construirse una “razón” y lo realiza a través del otro: “pero como no está en disposición de hacérselo inmediatamente, sino que viene inculto al mundo, se lo tienen que construir los demás”.

 

Por eso, menciona Kant “únicamente por la educación el hombre puede llegar a ser hombre. No es, sino lo que la educación le hace ser. Se ha observado que el hombre no es educado más que por hombres, que igualmente están educados” (Kant, 1803, págs. 31-32).

Ahora bien, para que este hombre educado, pueda construirle una “razón” al otro, que esta inculto y pueda llegar a “ser hombre”, se le implementan unas condiciones.  Kant concibe la educación como los “(…) cuidados (sustento, manutención), la disciplina y la instrucción (…)”  (1803, p. 30), que nosotros las establecemos y son las condiciones para ser tocados por la cultura o educación.

 

La primera condición es el cuidado, el autor lo reflexiona de la siguiente manera: son las “(…) precauciones de los padres para que los niños no hagan un uso perjudicial de sus fuerzas” (Kant, 1803, p. 29). Debido a que los niños no son conscientes de los riesgos y daños que se puedan causar. Mientras “(…) los animales sientes sus fuerzas, las emplean regularmente, de modo que no les sean perjudiciales (Kant, 1803, p. 29)”.  Es decir, los animales utilizan sus fuerzas en su propio favor, los niños pueden hacerse daño, asunto que no puede ser instintivo, natural. Hay algo ya en la cría de humano que necesita un cuidado especial.

 

En el estudio de Itard, se propone, en su tratamiento educativo, colocar al servicio del niño, una institutriz para que el niño no se hiciera daño, pero Víctor había sobrevivido en el bosque. De ello se infiere que, más bien, ha obrado en la otra lógica: “Si un animal, por ejemplo, gritara al nacer, como hacen los niños, sería infaliblemente presa de los lobos y otros animales salvajes, atraídos por sus gritos” (Kant, 1803, p. 29). O sea, que Víctor no usa sus fuerzas contra sí mismo y más bien tiende a que sus actos lo protejan. Bajo esta condición de ‘cuidado humano’, ejercido por la institutriz con la paciencia de una buena madre, Víctor puede contener su agresividad hacia los semejantes, pues de ella obtiene beneficios: protección y alimento… ¡justamente dos de los imperativos propios de los instintos!

 

Por otro lado, Víctor presenta unas condiciones en relación con una “existencia silvestre” a diferencia de una “vida entre hombres” en condiciones bajo los efectos de socialización, este niño había vivido  casi toda su vida en el bosque, eso lo sabemos porque no tenía   habla, a diferencia de otros hallazgos; por ejemplo: Uno, lo presenta el tutor en el informe. Se trataba de una muchacha que se había perdido en un bosque, pero tenía el habla, lo que le permitió después contar su experiencia en el bosque; además, tuvo un proceso de socialización porque estaba con una compañera que murió, pero nunca estuvo totalmente en aislamiento. Los otros dos, los encontramos en la Didáctica magna de Comenio: el primero fue un niño robado por animales fieros debido al descuido de sus padres, a la edad de tres años; por ende, tenía el habla, tuvo contacto con humanos, el segundo niño, tenía siete años había tenido socialización y podía hablar.

 

Se concluyó que los casos mencionados (los que traen Itard y Comenio), no coinciden con Víctor, ya que estos niños habían tenido, en algún momento de sus vidas, contacto con los seres humanos y, sobre todo, habían podido desarrollar el lenguaje; tanto así que, al poder socializar nuevamente con los hombres, pudieron recordar cómo habían llegado a esa situación de aislamiento humano y cómo habían podido sobrevivir. Se supone que Víctor tuvo contacto con humanos, claro está, pues es hijo de una pareja de seres humanos, pero no al punto de haber adquirido el lenguaje. Habría sido abandonado antes de alcanzar a hablar, algo casi inadmisible, pero por los resultados, hemos de inferirlo (de todas maneras, estamos trabajando sobre una hipótesis). En apariencia, son casos similares (“niños salvajes” hallados), pero en el fondo son muy distintos (hablar/no-hablar).

 

La segunda condición es la disciplina y es implementada debido que “(…) el hombre tiene por naturaleza tan grande inclinación a la libertad, que cuando se ha acostumbrado durante mucho tiempo a ella, se lo sacrifica todo.” (Kant, 1803, p. 30). Los seres humanos buscan satisfacer sus caprichos (pulsiones), pero cuando no se les pone límites, pueden causarse daño o hacérselo a otros, por ello, observamos humanos que se suicidan por no suprimir su pulsión o sujetos matando a otros, para robarles sus bienes y satisfacer su pulsión; sin medir las consecuencias de sus actos.  Es necesario que estos actos de coaccionar esas pulsiones se realicen en las primeras edades. Así lo ejemplifico Kant:

 

“(…) se envían al principio los niños a la escuela, no ya con la intención de que aprendan algo, sino con la de habituarles a permanecer y a observar puntualmente lo que se les ordena, para que más adelante no se dejen dominar por sus caprichos momentáneos” (Kant, 1803, p. 30).

 

El acto de la disciplina en la educación es considerado como una acción “(…) meramente negativa, esto es, la acción por la que se borra al hombre la animalidad (…)” (Kant,  1803, p. 30). Esta disciplina es negativa dentro de la educación porque les reduce la pulsión a los humanos.

 

La tercera condición es la instrucción es necesario aclarar que, en gran medida el humano obtiene la anterior condición, de lo contrario, no se podría pretender educar en relación con la instrucción; porque no se pueden generar condiciones de cambio de modalidad de la satisfacción. Es decir, esa pulsión es suplida en el ámbito académico, la pulsión es el deseo de comprender un asunto que nos moviliza, nos inquieta y nos satisface.

 

Ahora bien, cómo comprende Kant la instrucción en el humano cultivado “(…) la cultura comprende la instrucción y la enseñanza (…)”. De lo que se extrae, que si no se desarrolla el lenguaje tampoco se puede llegar a instruir; es lo que permite comprender la cultura, dicho de otra manera, el mundo creado por el humano. 

 

Cuando tiene ese contacto con la cultura puede tener:

 (…)  la habilidad, que es la posesión de una facultad por la cual se alcanzan todos los fines propuestos. Por tanto, no determina ningún fin, sino que deja a merced de las circunstancias” (Kant, 1803, p. 38).  Permite que los humanos desarrollen algunas habilidades cognitivas, por ello “(…)

 

Es la parte positiva de la educación” (Kant, 1803, p. 30) porque permite el incremento de la pulsión. Cuando se refiere a “una facultad por la cual se alcanzan todos los fines propuestos” depende como sea la pulsión de los humanos.

 

¿Qué posibilidad tendría Víctor para que pudiera acceder a esas condiciones de la disciplina y la instrucción?

 

Para dar esa respuesta, tendremos en cuenta las dos descripciones que le hicieron al niño y como la hemos ido analizando: “Echado al mundo sin fuerzas físicas y sin ideas innatas, impedido para obedecer por sí mismo a las propias leyes constitutivas de su organización (...) (Itard, 1801, p. 7). Con ello, se pensaría que Víctor puede acceder a la cultura por que “todos los seres humanos nacemos incultos”. Pero no es así, porque e niño presenta unas condiciones diferentes a los humanos tocados por la cultura. Víctor está en el intermedio de creatura porque refleja unas condiciones de animalidad, si hemos de considerar que un ser humano puede ser un espécimen de homo sapiens, que atiende a los objetos de sus necesidades, pero instintivas. Más no, a las necesidades de humano tocado por la cultura.

 

La primera descripción realizada es por el médico Philippe Pine, el cual se destacaba por tener un talento en la observación y una experticia en las enfermedades mentales, según Itard (1801, p.13) señalaba que los ojos, sin fijeza ni expresión, sin cesar divagan de un objeto a otro, sin detenerse jamás en uno de ellos, hallándose tan poco ejercitados, tan poco coordinados con el tacto, que en modo alguno sabían distinguir entre un objeto de bulto o una simple pintura; el oído tan insensible a los ruidos más fuertes como a la más emotiva de las melodías; el órgano de la voz, en el estado de mudez más absoluto, no emitía sino un sonido uniforme y gutural; el del olfato parecía igualmente indiferente a la exhalación de los perfumes como al hedor de las basuras de que estaba impregnado su cubil; el tacto, en fin, se limitaba a la función, mecánica y no perceptiva, de la pura prensión de los objetos (…) (Itard, 1801, pp. 13-14).

 

Esta descripción del médico presupone unos órganos de los sentidos “naturales”, pero los objetos a los que aplicarían son, en un caso “naturales” y, en otro, culturales: un objeto de bulto vs. Una “simple pintura”; ruidos fuertes vs. “la más emotiva de las melodías”; perfumes vs. “el hedor de las basuras”. Pero Pinel en realidad no está haciendo una escala: los humanos hacen esas diferencias porque están en sociedad. ¡Igualmente, para los animales son indiferentes esos objetos culturales de la comparación! Víctor no dispone de la interpretación necesaria para hacer esa discriminación: la pintura es un objeto al que hay que habitar con muestro conocimiento del arte pictórico, que es exclusivamente de seres hablantes que viven en sociedad, por lo demás, es una tela manchada; las melodías son solamente un ruido si no les aplicamos nuestra percepción social del arte musical; el perfume es un hedor más (de hecho, despista a los animales de buen olfato) si no lo aprecia un ser humano que vive en una sociedad que clasifica los olores de cierta manera.

 

El médico no estaba apreciando el funcionamiento de los sentidos de Víctor; sino que, toma a un humano que vive en sociedad (creyendo que es un humano estándar) y lo compara con un humano que no ha vivido en sociedad, que no ha transformado sus sentidos con arreglo a las clasificaciones lingüísticas. Dice Marx (1844, p.150):

(…) todos estos sentidos y cualidades se han hecho humanos, tanto en sentido objetivo como subjetivo. El ojo se ha hecho un ojo humano, así como su objeto se ha hecho un objeto social, humano, creado por el hombre para el hombre. Los sentidos se han hecho así inmediatamente teóricos en su práctica. Se relacionan con la cosa por amor de la cosa, pero la cosa misma es una relación humana objetiva para sí y para el hombre y viceversa. Necesidad y goce han perdido con ello su naturaleza egoísta y la naturaleza ha perdido su pura utilidad, al convertirse la utilidad en utilidad humana.

 

Cuando Marx dice “El ojo ha devenido ojo humano”, se entiende que “el ojo” es natural, mientras que el “ojo-humano” es social. Así mismo, habla de “objeto” y de “objeto social”. Estas diferencias no las tuvo en cuenta el diagnóstico de Pinel. Los órganos de los sentidos de Víctor no estaban inhibidos, como dice el médico; operaban normalmente, pero no con la “normalidad” de seres humanos que se han asociado, que hablan, que tienen instrumentos, que crean arte: “ha perdido su pura utilidad, al convertirse la utilidad en utilidad humana”, agrega Marx en la cita. Los sentidos “estimulados” que faltaban eran los sociales, no los fisiológicos. Una mirada con fijeza, que no divaga de un objeto a otro, es una mirada educada, sometida a la disciplina; una mirada “con expresión” es la de alguien que vive en sociedad. Los animales miran el mundo para ajustarlo, con ayuda de los resultados de la aplicación del resto de los órganos de los sentidos, a los objetos sobre los cuales se aplica la posibilidad de satisfacer la necesidad de alimentarse, de reproducirse, de proteger o de protegerse.

 

“(…) mostró a su paciente incapaz de atención, salvo en lo que atañía a los objetos de sus necesidades”, es obvio, si hemos de considerar que un ser humano puede ser un espécimen de homo sapiens, que atiende a los objetos de sus necesidades; pero que también puede ser un sujeto, para el cual las necesidades han quedado subordinadas al lenguaje, a la vida social, con los cuales ahora puede hacer demandas al otro para satisfacer algo que va más allá de las necesidades.

 

(...) cuál sería el grado de inteligencia y cuál la naturaleza de las ideas de una adolescente que, excluido desde su infancia de toda educación, hubiese vivido totalmente aislado respecto de los otros individuos de su especie; o yo no sé lo que me digo, o la única solución de este problema es la de no conceder a este individuo más que una inteligencia circunscrita al reducido acervo de sus necesidades y despojado de todas las ideas simples y complejas que recibimos por la educación y que sólo por obra y gracia del lenguaje podemos combinar de mil maneras en nuestro entendimiento (Itard, 1801, p. 15).

 

Itard comprende que el niño es diferente a otros niños, debido a que no había sido tocado por la cultura, la educación y el lenguaje (según lo que hemos dicho, estas tres expresiones son concomitantes). En consecuencia, ¿qué grado de inteligencia puede tener Víctor? Pues la que obedece a las demandas que le hizo su realidad, o sea que su capacidad respondía a sus necesidades naturales. De esta idea de Itard, podemos deducir que la vida cultural multiplica las necesidades o, si se quiere, introduce un sentido que crea nuevas necesidades. En el caso de los hombres en sociedad, las capacidades también dependen en gran medida de las exigencias, pero ya no naturales, que tienen el límite ya indicado aquí, sino de las exigencias culturales, sociales. Como Víctor no ha sido exigido por desafíos sociales, no puede haber respondido en consecuencia, es decir —en palabras de Itard— por “todas las ideas simples y complejas que recibimos por la educación”; y agrega algo fundamental que hemos estado interpelando como necesario: el lenguaje. No está en Kant explícitamente, pero lo hemos considerado como el eslabón entre el animal y el hombre: el animal tiene instintos: “Un animal lo es ya todo por su instinto; una razón extraña le ha provisto de todo” (Kant, 1803, págs.29-30); mientras que el hombre no: “(…) el hombre necesita una razón propia; no tiene ningún instinto (…)” (Kant, 1803, p.30). Pues bien, según la cita anterior de Itard, sólo por obra y gracia del lenguaje el hombre puede combinar las ideas de mil maneras en el entendimiento. Y si las ideas —simples o complejas— van más allá de las exigencias naturales, Víctor no podía haberlas desarrollado.

 

Es decir, el lenguaje es enseñado por los semejantes (no es instintivo, no es natural), reproducido y reconstruido a través de la cultura; así sólo el lenguaje permite comprender la realidad construida por el hombre. Entonces, Víctor estaría virgen para el mundo establecido por los humanos, aunque sean de la misma especie y potencialmente hubiera tenido las mismas habilidades.

 

La otra descripción, realizada por Itard, cuando se refiere a los siguientes comportamientos por no tener un contacto social:

          …aborrecía las casas,

          …no producía ningún sonido con su voz,

          …no le gustaba la ropa,

          …al colocarle los zapatos el caminado era un trote y galopeaba,

          …detestaba los muebles, tanto así que no le gustaba dormir en la cama,

          …no le gustaba los alimentos preparados,

          …no le gustaba el contacto con los seres humanos,

          …tenía una pasión por los campos,

          …le gustaba olfatear todo lo que se le presentaba,

          …al momento de comer, su masticada es rápida y con mordisqueo que podía semejarse a los roedores,

          …le gustaba mucho los vegetales, patatas y castañas. Llegó a comerse un ave desplumándola, desgarrando sus carnes con las uñas, olfateaba y rechazaba algunas partes (Cf. Itard, 1801, págs.15-16).

 

Estos detalles muestran la condición animal del niño. De un lado, su relación puramente instintiva con las cosas: la pasión por el campo, que es donde se despliega su naturaleza; el hecho de olfatear todo, acción que le informa sobre las cualidades de las cosas, de acuerdo con su instinto; el gusto por los alimentos naturales (vegetales, patatas, castañas), que es lo que instintivamente puede percibir; y, en consecuencia, el rechazo a los alimentos preparados (cuyas propiedades no puede establecer tan claramente); haber desgarrado un ave para comérsela; su masticación “de roedor”; el trote. Y, de otro lado, el rechazo a lo no natural, o sea, a las cosas de la cultura: a las casas, a la ropa, a los muebles (a la cama, por ejemplo), pues son asuntos que Víctor “no comprende”, dado que ya soluciona sus necesidades a su manera, instintiva y rechazaba a los seres humanos, pues van hacia él en una actitud amenazadora porque, cuando lo atraparon, lo cazaron, lo amarraron, lo encerraron.

 

Ahora bien, esas condiciones naturales no son fáciles ni dejan indemne el cuerpo: el niño presentaba 23 cicatrices distribuidas así: 4 sobre el rostro, 6 en el brazo izquierdo, 3 cerca al hombro derecho, 4 cerca del pubis, 1 en la nalga izquierda, 3 en una pierna y en la otra, 2. Además, Itard menciona que tenía mordiscos de animales que le habían dejado cicatrices, profundas y superficiales (Cf. Itard, 1801, p.16).

 

Esto evidencia que su aislamiento revela claramente la falta de acompañamiento de sus semejantes; por eso, el repudio y la extrañeza que el niño tenía hacia el mundo de los humanos era normal, pues él había vivido bajo las condiciones de un animal. Por supuesto, a la sociedad de entonces le parecieron “anormales” sus comportamientos y actitudes, pues su mirada estaba bajo la condición de la disciplina y la instrucción, o sea, de la cultura.

 

Frente a las cicatrices detectadas, éstas expresan la huella del tiempo: la estancia en el bosque de la Caune no había sido corta. Así fueran superficiales, las cicatrices dan cuenta de mucho tiempo a la intemperie; y las profundas con mayor razón.

 

Con las descripciones realizadas por el Médico Pinel y las de Itard, se puede afirmar que el niño no tiene la posibilidad de acceder a las condiciones de la disciplina y la instrucción. Debido a que está en relación con la animalidad y no bajo un niño social, a partir de los efectos de la socialización. Aunque el tutor le introduce un tratamiento conformado de cinco puntos, donde el primero estaba en relación con el cuidado que mencionó Kant, al que no podía acceder, como se argumentó en su momento, (sobrevivió en el bosque); el segundo, pretendía “sensibilizar sus sentidos”, sus órganos están bien, como lo señalara la cita “El ojo ha devenido ojo humano”: se entiende que “el ojo” es natural, mientras que el “ojo-humano” es social” (Marx 1844, p.150)”; Itard no lo toma de esa manera, porque juzga que les falta sensibilidad a los sentidos y hace unos procesos de estimulación, pero en lo biológico y no en lo social.

 

Y el tercer, cuarto y quinto está por realizarse el análisis… 

 

Bibliografía

Itard, J. (1801). Memoria e informe sobre Victor de I´Aveyron. Madrid: Alianza.

Kant, I. (1803). Pedagogía. España: Akal S.A.

Marx, Karl. (1844). Manuscritos económicos y filosóficos de 1844.  En https://pensaryhacer.files.wordpress.com/2008/06/manuscritos-filosoficos-y-economicos-1844karl-marx.pdf



[1] Estudiante de la Maestría en Educación. Presentación de su avance de investigación. Septiembre 2021.