viernes, 31 de mayo de 2024

Ensayos y artículos de reflexión 24

 

Ensayo o artículo de reflexión

El trabajo de campo etnográfico y su relación con Célestin Freinet

 

Sebastián Abella Niño[1]

 Para reconocer los conceptos que fundamentan el trabajo de campo, nos hemos permitido ir hilando algunos análisis de las distintas definiciones que nos brinda la autora Rosana Guber (2011) en su texto la etnografía, método y reflexividad. Iniciamos compartiendo la duda que se plantea la autora, cuando nos dice ¿cuál es el sentido para escribir sobre el trabajo de campo etnográfico en pleno siglo XXI? Aquel cuestionamiento se permite confrontar con las dinámicas de un siglo, el cual esta hipertrofiado por las herramientas tecnológicas, donde por medio de Google maps, podemos reconocer y visualizar una comunidad específica, sin necesidad de dirigirnos presencialmente a ella o ¿por qué alentar una metodología artesanal en la era de la informática? Cuando encontramos que el periodismo realiza encuestas de opinión vía redes sociales, sin necesidad de hacerlas presencialmente a la comunidad, logrando con esto una masiva respuesta y una potente cantidad de información.

Estos cuestionamientos que se plantea la autora, nos permiten ir trazando el funcionamiento del trabajo de campo, reconociendo en estas dinámicas globales, que no están muy alejadas del surgimiento de la etnografía, con respecto a lo que estamos viviendo actualmente en el siglo, con sus herramientas tecnológicas, la creación de nuevas culturas y la extinción de algunas que no se lograron observar o registrar, en consecuencia, la autora nos dice: “La aparición del barco a vapor, el teléfono, las primeras máquinas voladoras y el telégrafo fue el escenario de la profesionalización del trabajo de campo etnográfico y la observación participante.” (Guber, 2011. Pág:15).

Como los describe la cita, las creaciones, las herramientas tecnológicas y las funciones de los inventos durante la historia, han sido motivo para que los etnógrafos puedan ir registrando mediante su vivencia y su acercamiento a estas creaciones, como elementos de profesionalización del trabajo de campo. Se puede ir delimitando la historia, cuando académicos de Europa, los Estados Unidos y América Latina, centran su atención en estas líneas metodológicas dispersas en las humanidades y las ciencias naturales, de tal manera que fueron re-descubriendo, mundos que se habían planteado anteriormente desde los hábitos del pensamiento europeo.

Estas búsquedas de las que nos habla la autora fueron matizando incomodidades para los académicos que provenían de clases media-altas, movilizándolos a ingresar a lugares de difícil acceso, vecindarios pobres, ambientes hostiles, donde el mismo medio les exigía que superaran barreras, lingüísticas, alimentarias y morales, tensionando esta relación por un lado como aventura, por otro, con el fin de “rescatar” modos de vida que se veían desde la modernidad a punto de extinguirse.

Las nuevas realidades de la humanidad y su extrema diversidad han provocado a los profesionales de las ciencias sociales, hacia el trabajo de campo, con la intención no solamente de describir los sucesos de la extrema diversidad y los movimientos sociales, sino, para describir los sucesos de la globalización donde la etnografía en su triada enfoque, método y texto es un medio para lograrlo.

En este punto, queremos traer a este recorrido histórico la idea de Célestin Freinet, en su libro la educación por el trabajo, con la siguiente cita:

 

“Vuestros hombres de ciencia, vuestros filósofos, vuestros pedagogos, han creído que era posible tomar los seres humanos como se toma la materia en bruto, para amasarlos en sus laboratorios y combinarlos para formar otras vidas, como se crean las amalgamas. La industria, símbolo de la economía nueva, proseguía la operación en el plano material; los sabios estaban encargados de la tarea intelectual y moral.” (Freinet, 2006. Pág:72)

 Si bien la autora en líneas atrás nos recordó la importancia de los avances históricos y su sintonía con las nuevas realidades, no diferencia mucho de la actual modernidad; para este caso, Freinet en su cita, nos revela también como en esa Francia de los años 30, los intelectuales, pedagogos y científicos, se encargaban de ir moldeando las masas de la humanidad a su deseo y a sus intereses investigativos, con tal de lograr sus fines económicos, culturales y sociales, viendo como el resplandor de los profesionales de las ciencias sociales, se desplazan de sus comodidades intelectuales, para reconocer, registrar y describir lo que la etnografía toma desde la observación del trabajo de campo. De ahí que la cita del pedagogo nos permite darle un giro de crítica frente a los intereses, aun conociendo que la idea de la autora no es ver la etnografía y el trabajo de campo como máximas de absorber una comunidad, sino, de generar conocimiento por medio de los análisis de la historia del trabajo de campo.

Volviendo a la autora Rosana Guber, se debe tener en cuenta que es un método abierto de investigación en terreno, donde se encuentran las encuestas, las técnicas no directivas, fundamentalmente, la observación participante y las entrevistas no dirigidas, la residencia prolongada con los sujetos de estudio, la etnografía sería entonces el conjunto de actividades que suele designarse como “trabajo de campo” empleando este resultado como evidencia para la descripción. Existen dos caras que el investigador social debe tener en cuenta a la hora de exponerse a su fenómeno, uno, los mecanismos o instrumentos, que imagina, ensaya, crea y recrea, para entrar en contacto con la población, y dos, los sentidos socioculturales que se permite sentir en el momento de su estancia cultural en terreno. Estas dos caras del trabajo de campo etnográfico nos permiten ir reconociendo que el aspecto del campo no solo es percibido por el intelecto, sino, que impactan al ser en su ejecución y en su inmersión cultural.

Para el caso de Freinet, nos comenta lo siguiente:

“Pensaron (y vosotros los persuadisteis de ellos) que era posible, mediante el razonamiento y, por decirlo así, por la demostración lógica, usando la palanca de la inteligencia, arrancar a los hombres la cultura, aun empírica, que los había impregnado, al suelo que los había nutrido con su savia, a todo el decisivo y permanente pasado que es la vida social lo que es la memoria a la vida individual, tenaz como esas raíces que ceden un instante, cuando se abate el árbol, pero que se agarran de nuevo a la tierra nutricia para enviar al tronco amenazado un poco de vida”. (Freinet, 2006. Pág: 72)

 De tal forma, como lo nombran los dos autores, la razón principal y moral al comprender y observar un tipo de individuo, debe ser alejada por los intereses intelectuales, donde prevalezcan los sentidos de cultura arraigada de los pueblos con los que se van a interactuar, sin necesidad de someterlos a las relaciones e intereses personales del investigador, se debe tener en cuenta, que estos elementos morales permiten que no se derrumbe lo autóctono de la población, ni se tenga la idea de colonizar el territorio, sino, más bien ser parte de ese núcleo, hasta desaprender de sus ideales, para lograr fusionarse y ser parte de la comunidad, de tal forma, el etnógrafo en su trabajo de campo, podrá comprender la intención principal del concepto de las dos caras del trabajo de campo etnográfico.

Para la autora Elsie Rockwell (2009), el trabajo de campo es la constante observación y la interacción en una localidad, la cual es la fuente principal de mucha información, donde su significado a estas observaciones es un tesoro para el etnógrafo, ya que su registro y sus análisis, la sitúan muchas veces en solucionar y plantearse retos más difíciles.

Continuando con la autora: “Establecer las relaciones en el campo y registrar esa experiencia involucra necesariamente una dimensión subjetiva. Por ello, las respuestas a muchas de las preguntas sobre el trabajo de campo etnográfico no son técnicas. No hay una norma metodológica que indique qué se puede o debe hacer. La interacción etnográfica en el campo, por ser un proceso social, en gran medida está fuera de nuestro control.” (Rockwell, 2009. Pág: 49).

De tal forma el trabajo de campo depende de la interacción social, lo cual va marcando la ruta que debe ir tomando el etnógrafo en el momento de estar situado en una localidad o territorio, ya que este escenario, sacará todas las herramientas subjetivas que posee el investigador, para lograr vincularse, des-aprender e interactuar con el medio que está observando. La actitud del etnógrafo en el trabajo de campo los determina, lo compone y lo va replicando entorno a las dificultades que el mismo contexto le marca, por tanto:

“El hombre, esperémoslo, sabrá actuar de muy otro modo que las bestias acosadas que se arrojan ciegamente de un lado y embisten lo que tienen delante, pero que, no bien llegadas al filo de un precipicio, retroceden espantadas para arrojarse, con la misma ceguera, en dirección opuesta, donde se topan con otro precipicio, quizá más temible todavía que el primero. No basta con rechazar en bloque la tradición y el progreso. Hay que adaptar inteligentemente nuestro comportamiento a las necesidades de nuestra época.” (Freinet, 2006. Pág: 72- 73)

Siguiendo al autor, las interacciones en el territorio pueden causar tanto experiencias negativas como positivas, exigiendo en el sujeto sobresalir de sus angustias o de sus emociones, para permitirse extraer lo más rico del territorio, consignando en sus observaciones y sus análisis toda la información necesaria para comprender el lugar en el cual está involucrándose.

Pero entonces en el trabajo de campo se debe registrar todas las sensaciones y emociones que nos produce la interacción con el medio y con los individuos, para este análisis tomaremos el siguiente concepto:

“¿Cuánto de esta experiencia personal habría que registrar? Lo que se pueda. Lo que sea pertinente. Lo que sea publicable. O, en otra parte, lo que sea privado. Es muy difícil, a veces angustiante, escribir lo propio, sobre todo en la versión para otros. A veces, no se es consciente de lo mucho que se pone y oculta. No importa. También las defensas son necesarias frente a lo abrumador, lo agotador, incluso lo aburrido, que puede ser inicialmente la experiencia de campo. Estas sensaciones suelen ir desapareciendo, y aparecen otras: la fascinación, la curiosidad, la obsesión, la negación del agotamiento. Siempre habrá situaciones angustiantes; siempre se recurre a defensas para sobrevivir en el campo. Paulatinamente, se cobra conciencia de esta faceta subjetiva del proceso; al mirarla, es más fácil calibrar sus efectos en nuestras observaciones, interacciones y valoraciones en el campo”. (Rockwell, 2009. Pág: 49-50)

 Si bien las emociones que gravitan en la observación y en el trabajo de campo, van marcando la descripción, se debe ir transformando en conjunto con él, donde se pueda ir delimitando y llegar a un acuerdo con la subjetividad, generando con esto, que la observación se calibre y se consigne en los análisis del trabajo de campo, todos los momentos que permitan detallar las maravillas del terreno, como las acciones de sus actores.

Es necesario aclarar que el trabajo de campo se sincroniza con los conceptos que nacen desde la teoría, ya que estos dos, puedan ir de la mano, sin necesidad de predominar en cualquiera de las dos miradas, los análisis que realizará el etnógrafo desde el trabajo de campo descansarán en la propia experiencia, siendo este ejercicio una acción novedosa para producir conocimiento social, acrecentando la medida humana de aquellos que queremos conocer. O también, será porque nos permite esclarecer a la medida humana del proceso de conocimiento de nuestros objetos de estudio.

Referencias bibliográficas

Freinet, C. (2006). La educación por el trabajo. México: Fondo de Cultura Económica.

Guber, R. (2011). La etnografía. Método, campo y reflexividad. Argentina: Siglo XXI.

Rockwell, E. (2009). La experiencia etnográfica. Buenos Aires: Paidós.



[1] Estudiante de la Maestría en Educación de la Universidad Pedagógica Nacional.

No hay comentarios:

Publicar un comentario