Leer y
escribir
Escribir para pervivir
Freddy Patiño Montero[1]
Utilizo intencionalmente la palabra
“pervivir” como parte del título de esta pequeña reflexión porque precisamente
creo que la escritura, como legado, posibilita que nuestras ideas lleguen a
otros, para que estos otros puedan conocernos desde un rincón diferente o
íntimo del pensamiento, pero también
para proponer diálogos intergeneracionales; pues el pensamiento, -al
depender del lenguaje- no constituye un acto totalmente original sino que es
una manera de traer al presente la cultura, las expresiones, corrientes de
pensamiento, conceptos, sentimientos y concepciones sobre el mundo que
heredamos de quienes nos antecedieron.
Entonces, ¿qué es pervivir? Al
revisar en diversos diccionarios sobre el significado del término se encuentra
que es:
a)
Seguir viviendo a pesar del tiempo o de las dificultades.
(DRAE)
b)
Continuar viviendo o
existiendo a través del tiempo, a pesar de circunstancias adversas o de su
antigüedad. (Wikcionario)
c)
Seguir viviendo algo a lo
largo del tiempo: “Las canciones populares perviven en el
teatro hasta entrada la segunda mitad del siglo XVII”. (Diccionario Español de
México).
Es precisamente en ese último
sentido del término donde me ubico para reflexionar sobre la escritura como
producción de vida, pues no es solo una acción que en términos físicos y
primarios implica la coordinación visomotora para llevar la mano hacia lo que
ocurre en nuestra mente, motivada por estímulos de diverso orden. Más allá de
estas acciones, la escritura puede comprenderse como una acción intelectual e
intencionada que apunta a un público específico o abierto, concreto o
imaginado, por tanto, el estilo, los recursos estilísticos y la terminología
utilizada tienen por finalidad generar un “clic” con el lector, vincular(se)
(lo) de forma activa. Bien sea por la historia que atrapa, por la facilidad y
ritmo para leerlo o por conectarse emocionalmente.
Escribir puede ser definido de
muchas formas, por ejemplo, como un acto creativo, pedagógico, político,
liberador, sanador, entre otros. No obstante, cuando se pone en el contexto
académico, particularmente en el marco de la formación posgradual, se convierte
también en un ejercicio de aprendizaje que, al principio, desafía, asusta o
confunde; sin embargo, es importante tener en cuenta que es normal sentir este
tipo de sentimientos, aunque también hay que saber afrontarlos y superarlos.
Así, en los párrafos que siguen intentaré desarrollar algunas ideas en torno a
la escritura como una práctica que nos permite pervivir; bien sea por la
posibilidad de hacerlas públicas en el sentido de la publicación propiamente
dicha o por el impacto que pueden generar nuestras ideas en los lectores.
Planificar las ideas es el primer
paso para la escritura.
Personalmente, creo que escribir no es sentarse frente al computador y esperar
a que simplemente las ideas bajen a los dedos y estos tomen un buen ritmo en el
teclado, que traigan como consecuencia “la obra”. Al menos, a mí esto no me
funciona. Si de dar tips se tratara, diría que es importante el ejercicio
manual, tradicional, de poner en un papel el objetivo del texto que quiero
escribir; luego, un par de ideas que podrían desarrollarlo y jugar con su
posible orden hasta que; finalmente, creamos que puede funcionar.
Fundamentar las ideas. Me refiero en este punto a
recordar, dialogar con mi propia memoria y con los textos que en ese campo de
conocimiento me han marcado o representan argumentos importantes o
insoslayables para desarrollar mis ideas. Por supuesto, no todo se convierte en
un ejercicio de memoria. Hecha esta primera parte de la tarea, identifico
aquellas ideas que requieren una mayor o mejor fundamentación, lo cual, remite
necesariamente a la búsqueda de referentes pertinentes (clásicos o
actualizados) que resulten claves para el propósito comunicativo del texto.
Conversar con autores. Ubicados los recursos que
encontré pertinentes para el ejercicio de fundamentación (argumentación),
procedo a leer. A mí ritmo, con mis técnicas, parando, retomando, rayando o
anotando sobre los propios textos y, si alguna idea resulta muy provocadora,
hago mis propias notas aparte para retomar más adelante. Por supuesto, al ser
una conversación es clave tener claro el horizonte del texto, pues es muy fácil
divagar. A medida que se avanza en los textos surgen ideas interesantes, nuevos
subtemas o posibles rumbos muy disímiles de lo planificado, las cuales debo
dejar de lado, pues la escritura también implica tomar decisiones, elegir una
cosa y dejar otras; es necesario si se quiere avanzar. De lo contrario, se
caería en un remolino de donde difícilmente podríamos salir pues siempre habrá
nuevos temas, complejidades, giros, rutas, alternativas, etc., pero, insisto:
escribir [poner las ideas por escrito] es decidir.
A escribir. Ahí, en ese punto, paso al
computador y con buena música de fondo dejo que “ocurra la magia”, que venga la
inspiración que me permita articular las palabras que den vida a las ideas o
los argumentos que pienso exponer. Por supuesto, para ello, ya he realizado el
recorrido mencionado, ya tengo apuntes, ideas claras y citas “frescas” que
permitan que el ritmo sea fluido y no sea vea interrumpido por tareas que pude
haber realizado con antelación. Para mí, una herramienta fundamental en el
ejercicio escritural es la música. Si tuviera que definir una “musa” de
inspiración, sin duda diría que la música, mis playlist con canciones y
artistas que me gustan y me funcionan para que fluyan las ideas.
Estilo. Finalmente, el último paso para el
proceso escritural radica en la construcción de un estilo propio, funcional,
gramaticalmente viable, pero propio. Esto se logra con el tiempo y con la
lectura; sí, con la lectura. No hay una mejor herramienta para escribir que
leer, pues leyendo se descubren estilos, vemos qué funciona y qué no funciona
para nosotros como lectores, que potencialmente quisiéramos o pudiéramos ir
incorporando en nuestro estilo propio. A mí, quizás por mi sesgo como profesor,
me gusta y resulta viable escribir con intencionalidad pedagógica, es decir,
que los textos sean factibles para todo tipo de lectores, para quien se está
iniciando en el tema y también para el experto. El uso del lenguaje a unos y
otros les permitirá tener sus propias experiencias y formas de diálogo con el
texto y conmigo como autor.
Corrección. Ahora bien, en cuanto a la
corrección, sin duda, es un ejercicio posterior, al menos un día después,
aunque idealmente más tiempo, pues creo que leerse con fines de corrección
implica tomar distancia, posicionarse en la acera del frente [como el futuro lector]
e intentar que el texto tenga su propio ritmo, que invite a avanzar, a seguir
leyendo. Por supuesto no habrá textos perfectos, con el tiempo al releernos
quizás no nos guste o le encontremos muchos ajustes por hacer, pero de eso se
trata: de dejar rastros para ver cómo y en qué medida fueron cambiando nuestras
ideas y cómo va madurando nuestro estilo.
Finalmente, realizado este breve recorrido espero que hayan aparecido claves, ideas o alternativas metodológicas para que ustedes -como estudiantes de posgrado- vayan avanzado en sus propios procesos escriturales, encontrando su propia voz académica, así como su estilo particular para comunicar(se) a través de su producción escritural, tan importante en este contexto y, por supuesto, una herramienta indispensable para pervivir.
Referencias
Diccionario Real Académica
Española. https://dle.rae.es/pervivir
Wikcionario. https://es.wiktionary.org/wiki/pervivir
Diccionario del Español de México. https://dem.colmex.mx/ver/pervivir
[1] Profesor de la Especialización
en Pedagogía. Departamento de Posgrados, Facultad de Educación. Universidad
Pedagógica Nacional.
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